SAN LUIS - Martes 14 de Mayo de 2024

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Denunció que su ex la golpeó y amenazó con quemarla

Por redacción
| 12 de junio de 2014
Marcada. Carina tiene moretones en brazos, manos y una pierna.

El maltrato se anticipó en la juventud del matrimonio. Carina dejó pasar el chirlo de aquella vez, porque pensó que no era nada y que el amor le daría la razón. Así fue durante cuatro años, pero el paso del tiempo le corrió el velo a esa cara de su marido que la mujer desconocía. Aguantó golpes y amenazas, pero el viernes cuando Gustavo Juárez le partió un escobillón a garrotazos y amagó con quemarla, ella decidió que ya no callaría más.

 

La agresión fue denunciada en la Comisaría 10ª de Villa Mercedes e interviene la jueza de Familia Nº 1 Mariana Sorondo Ovando.


Carina Orellana Scaccia todavía conserva en sus brazos y manos las marcas del forcejeo y en su pierna derecha, casi a la altura de la rodilla, un menos disimulado moretón violáceo. “También me golpeó fuerte en el pecho, cerca del corazón. La doctora del hospital me dijo que, por suerte, no me quedó ninguna marca. Me dio unos calmantes y me sugirió que me pusiera hielo”, detalló la mujer de 26 años. La agresión fue denunciada en la Comisaría 10ª de Villa Mercedes e interviene la jueza de Familia Nº 1 Mariana Sorondo Ovando.

 


La joven ahora reside con su hija en un humilde departamento de la calle Tucumán. Su ex pareja vive todavía en el domicilio que compartió con ella durante nueve años, en el barrio San José.

 


A Carina lograr esa independencia del hombre de 30 años casi le costó la vida. Algo que jamás imaginó a sus 14 años, cuando lo conoció. “Él fue mi primer novio, con quien me casé y tuve mi hija. Era por de más tranquilo. Lo único que sí notaba es que no tenía buenas juntas. Después de jugar al fútbol, le gustaba sentarse en la esquina a tomar cerveza con esos amigos”, recordó.

 


La violencia asomó a los dos años de matrimonio. “No le di importancia. En esa época vivíamos con sus padres, en una piecita trasera”, narró. De ahí en adelante el maltrato se instaló. “Yo tenía el apoyo de mis suegros. Ellos me acompañaban al hospital cuando me hacía ver los golpes. Sabían que su hijo me pegaba y una vez me dijeron que lo denunciara”, reveló. Ella no hizo caso.

 


En 2012 no le quedó otra que contarle a la Policía lo que le había pasado. “Fue un sábado, como a las ocho de la noche. Veníamos de pasar una tarde familiar, en el lago. Habíamos estado con un amigo de la fábrica, en la que trabaja mi ex, y su señora. Primero empezó a decirle cosas a ese chico, porque tenía celos. Como el chico no le siguió la corriente y se fue, se descargó conmigo”, relató. “Esa vuelta no me partió la cabeza porque no pudo. Me hizo traspasar un ventanal y me dejó incrustada en las rejas de la casa de mi mamá”, prosiguió.

 


Desde ese momento el matrimonio se rompió. Lo único que unió a la antigua pareja fue la pequeña de cinco años que tienen en común. Durante dos años trataron de convivir en Ramón Valdez al 700. Pero cada vez fue más imposible. “Nunca se arrepintió por todo lo que hacía. Su manera de pedir perdón era ir al centro y comprarme unas zapatillas de setecientos pesos. ‘Tomá, Cari. Ahí tenés’ me decía y, al ratito nomás, me las estaba pidiendo porque él las había comprado”, reveló.

 


Pero el fino hilo que sostenía esa relación se cortó el viernes pasado. “El abogado de él quería que acordáramos seguir viviendo en el mismo domicilio, uno en una pieza y otro en otra. No acepté y arreglamos con que él (Juárez) me iba a dar dos mil pesos para alquilar donde estoy ahora”, narró.

 


El trato era que, además de ayudar con la plata, el hombre colaborara con los fletes y todo lo que conllevara la mudanza. Esa parte no la completó hasta el final. Fue después de las 16, cuando Gustavo terminó su turno en Petrilac. “En los primeros viajes no tuvimos ningún problema, pero se sacó cuando quisimos llevar el lavarropas”, relató.

 


“Me rompió el lavarropas y un equipo de música. Justo estaba mi hermana, Liliana, la insultó a ella y después a mí. Cuando mi hermana salió a buscar a mi nena, porque se fue corriendo afuera, me agarró a los golpes”, dijo. “Nunca antes había querido lastimarme la cara, pero esta vez lo hizo. Como me cubrí con los brazos no alcanzó a hacerlo. Después me dijo que si no me quemaba iba a hacer que me robaran”, recapituló.

 


“Está obsesionado. Me gritó que si yo no estaba con él, entonces, no iba a estar con nadie”, agregó. Ese comentario lo hizo porque, según puntualizó Carina, hace dos meses ella busca rehacer su vida sentimental al lado de otra persona.

 


Liliana llegó justo a tiempo. Juntas lograron detener al hombre, que ya había amontonado en el comedor varias prendas de su ex y su hija, con la intención de incendiarlas.

 


La mujer pudo regresar a su actual vivienda recién a las 21. Cuando salía de la guardia del policlínico “Juan Domingo Perón” se cruzó con su ex. Según alcanzó a oír, Juárez llegó para que los médicos le curaran los raspones que ella le había dejado en el cuerpo.

 


La joven está casi resignada. Sabe que le va a costar mucho recuperar las pertenencias que dejó en el barrio San José. “Gustavo se quedó  con la bici y con un sillón de princesa de la nena, también con mi ropa de salir. Dice que no me la va a dar porque todo eso lo pagó él. Además, desde que me mudé acá dejó de pasarme la manutención de la chica”, afirmó. “Nos sostenemos con la ayuda de mi vieja, mis amigas y mi pareja”, agregó.

 


Hoy, Carina, reconoce que si tuviera una  máquina del tiempo y pudiera regresar atrás haría todo diferente. “Lo toleré muchos años y hoy me arrepiento. No lo hice, en su momento, por miedo”, admitió.

 


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