18°SAN LUIS - Domingo 19 de Mayo de 2024

18°SAN LUIS - Domingo 19 de Mayo de 2024

EN VIVO

Lucía Ana Costo: “Hasta los quince años no supe que era hija de desaparecidos”

Por redacción
| 17 de agosto de 2014
Lucía Ana Costo accedió a compartir su historia en El Diario. | Nicolás Varvara

“Si no fuera por una vecina o porque ese día no me llevaron, mi destino hubiese sido muy diferente. Gracias a Dios llegué a los brazos de mi abuela y más allá del horror de esa terrible época, siempre supe quien soy”. Lucía Ana Costo es una de las tantas hijas que nacieron sin poder abrazar a sus padres, aunque hoy los recuerda con mucho orgullo a través de fotos familiares y anécdotas de todo tipo.

 

"Uno va haciendo y conociendo su historia en base de retazos, alguno tristes y otros románticos”


En su pintoresca casa de Carpintería, los Leiva recibieron a El Diario de la República para contar la vida de la psicóloga y profesora de inglés que considera que el 24 de marzo es la peor fecha “porque es el principio del fin”.

 


Fue en agosto de 1976 cuando Patricia Pozarek y Néstor Costo vieron por última vez a su hija recién nacida. La ideología y convicción de los padres los llevó a luchar contra una dictadura militar que arrasaba contra el pensamiento que se le cruzara: luego de agarrar en la calle a Néstor fueron a la casa que alquilaban en Martínez (Buenos Aires) para secuestrar a Patricia y dejar a la pequeña Lucía en el domicilio de adelante para, en teoría, volver después y llevársela definitivamente.

 


Sin embargo, la vecina y propietaria de ambas viviendas buscó la dirección de los garantes del alquiler, que justamente eran los abuelos maternos, Rita y Antonio. Y así la dueña logró salvarla del anonimato y de un calvario que hace 38 años llevan sobre el hombro las Abuelas de Plaza de Mayo.

 


“Tuve una crianza como cualquier chico, pero no sabía que era hija de desaparecidos, hasta los 15 años. Yo ya venía preguntándole varias veces a mi abuela sobre cómo murió mi mamá, y ella me decía en un accidente cuando iban a Bariloche, después a Roma. Y me hacía ruido.  Entonces un día, justo estaba viendo el programa de Franco Bagnato, ‘Gente que busca gente’, y mi tío me dijo, así, directo: ‘Tus papás son desaparecidos’. Me explicaron como pudieron, pero yo no tenía ni idea. Y la llamé a mi mejor amiga, le conté y ella me dijo: ‘Sí, todos los sabíamos, pero nadie quería decirte nada’. De todas maneras, no sabía por dónde buscar, qué hacer. Y finalmente estuve como en un limbo hasta los 20 años”, relató con mucha soltura y seguridad la psicóloga de Carpintería.

 


Mientras terminaba de definir con su terapeuta la carrera universitaria a seguir, Lucía comenzó de a poco a indagar sobre el proceso militar y el trágico destino de sus padres, a través de recortes de diarios, películas y libros.

 


Ya en la última etapa de sus estudios en la Universidad de Buenos Aires (UBA), decidió hacer una materia práctica en la sede de atención psicológica de "Las Abuelas", pero nunca dijo nada sobre su identidad.

 


“Lo que sí, al hacer el CBC (Ciclo Básico Común) en Martínez, una vez que no vino el profesor, para variar, fui a recorrer el barrio para buscar mi casa paterna, hasta que la encontré. Justo había una señora que sabía quién era mi madre. Y cuando me presenté, casi se muere”, recordó Costo, quien explicó que su padre era un ser solidario (hacía ‘misiones’ al norte y también llevaba chicos enfermos a la casa de su madre para darles asistencia hospitalaria) que trabajaba en una fábrica de telas y asumía las dirigencias gremiales. Mientras que la madre era docente en las escuelas de la isla, en Tigre. “Es decir, los dos eran como muy aguerridos y comprometidos con su causa, con una idea por la que dejaban todo, cosa que hoy está tan alejado. Hoy te convencen con un celular, y ellos tenían 23 años cuando desaparecieron, y ya venían involucrados de hace tiempo”, contó con orgullo y siguió: “Tuve la oportunidad de conocer a un amigo de ellos, que justo se había ido a España y ‘zafó’. Él me contó que ellos estaban convencidos de lo que hacían, y que se amaban, que yo realmente fui buscada, por amor”.

 


La persecución y posterior desaparición de Patricia y Néstor llevó a las familias Pozarek y Costo a chocar en un eterno camino de culpas y heridas que nunca pudieron cicatrizar.

 


“Ellos tenían como golpes de relación y mucho tiempo de silencio. Y seguramente se dio por la etapa del proceso. Y creo que tenían que entender que los dos estaban en lo mismo. Sé que mis abuelos paternos llegaron a contactarse con la ONU para buscarlos, pero nunca dieron con nada”.

 


Incluso su tía, Claudia Costo, también pasó una situación traumática cuando, luego del secuestro de su hermano Néstor, le tocaron la puerta en el departamento y al abrir le dijeron: “Venimos a vengar la sangre de tu hermano”. Por lo que inmediatamente sus padres, Raquel y David, la mandaron a Israel, donde vivió diez años, para finalmente mudarse a Cerro de Oro.

 


 


LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo