No importaba el frío. Para ellas no había garúa. Las dos mujeres no lo sentían. Su cálido abrazo fue largo, incontenible, sanador. Con ese llanto salieron afuera años de alquileres, privaciones y sacrificios. Eran dos hermanas que se sostenían mutuamente intentando frenar tanta emoción. Una de ellas tenía colgada del cuello la felicidad de ambas hecha elemento: las llaves de su casa propia.
La escena, con mayor o menor intensidad, se repitió otras 39 veces. Fue en el complejo habitacional Serranías Puntanas, al sur de esta ciudad, donde el Gobierno de San Luis entregó otras 40 viviendas sociales.
Más Noticias