Caso Abel Ortiz: “Nunca dejamos de buscar a nuestro hermano vivo”

Este lunes habrán pasado un año y dos meses desde que vieron y supieron de Abel “Pochi” Ortiz por última vez. Y con ello también habrán quedado atrás diecisiete manifestaciones por el centro de Villa Mercedes, decenas de entrevistas en medios de comunicación, de San Luis y otras provincias, incontables viajes a distintas partes del país para ir a reconocer a alguien que podría ser su hermano; e innumerables días de llanto, sin sosiego. Pero, en medio de tanto desaliento y el paso del tiempo, el fino hilo de esperanza aún no se les corta a los Ortiz. Y piensan que, quizá confundido, sin recordar ni siquiera quién es ni de dónde viene, su hermano puede estar por ahí, afuera; desnutrido, herido, como sea, pero con vida.

Por eso y porque prometieron no parar hasta hallar a Abel y a los responsables de su desaparición, ayer los familiares, los amigos y la gente que se solidariza con ellos marcharon por decimoséptima vez por las calles del centro. Como las veces anteriores, cerca de las seis de la tarde se reunieron en la Plaza del Mercado, con pancartas, luciendo las remeras con una foto de la cara de “Pochi” y desplegando la bandera negra, de 12 metros de largo, que siempre los acompañó y que, con pintura blanca, tiene escrito: “Villa Mercedes ayudanos. Basta de impunidad”.

“Hacemos esta marcha, más que nada, para que la gente sepa que todavía no hay ni un detenido por lo de mi hermano”, contó Marcela. Aclaró que desde que el fiscal Néstor Lucero solicitó las detenciones de la ex de Ortiz, Alejandra Espinosa; el padre de su hija, Ceferino Edgar Villegas; el presunto amante de Espinosa, el comisario Marcelo Acevedo; y sus amigas María Vásquez y las oficiales de Policía Marcela Rodríguez y Julieta Amaya; y su difusión a través de los medios, muchos piensan erróneamente que los culpables por la desaparición del hombre de 30 años ya están tras las rejas.

Aclaró que la cuota de confianza en el juez de Instrucción Penal Nº 2, Leandro Estrada, continúa intacta. Y por eso, la última vez que caminaron por las calles fue hace dos meses, para el aniversario de la desaparición. “Queríamos que la Justicia trabaje tranquila, sin la presión de la familia”, dijo Valeria, otra de las hermanas.

“Los nombres de las personas que le hicieron esto a mi hermano ya están plasmados en un expediente. Ahora la Justicia tiene que determinar cuál es el grado de participación de cada uno. De Amaya, que llamó ocho veces, a Espinosa cuando se enteró que habíamos asentado la solicitud de paradero, de Rodríguez y de Mariano Mora, quien por orden de Acevedo se encargó de juntar pruebas falsas, para desviar la investigación”, explicó Patricia, otra hermana.

Contaron que unos días antes de cumplirse el año de la desaparición, un comerciante de la localidad rionegrina de Catriel se contactó con ellos. Como lo hicieron muchas personas que se enteraron del caso y quisieron ayudarlos en la búsqueda, los llamó para avisar que allí habían visto un joven que estaba perdido, que no sabía quién era, muy parecido a Abel y que podría ser él.

Movidos por la ilusión, los Ortiz viajaron a Río Negro. “Fuimos Ariel, Alejandro y yo”, contó Patricia. “Ariel estaba que ya lo traía. ‘Es mi hermano, es mi hermano’, decía”, recordó Marcela. 

“Cuando fui a hablar con la Policía, me dijeron ‘no es su hermano’, y yo le dije ‘no importa, necesito verlo para saber’. Le insistí que quería verlo. Cuando me mostraron la foto, era cierto. No era mi hermano. Era flaco, tenía barba y el pelo largo, pero no era 'Pochi'”, relató Patricia.

“Nosotros nunca dejamos de buscarlo con vida”, dijo Valeria, agachó la cabeza, se la sujetó con una mano y rompió en llanto.