El frágil aspecto de María Komada estaba envuelto en una suerte de kimono que acentuó sus rasgos orientales. Así, amable y solícita, la cuidadora de la universal obra de Jorge Luis Borges inició una charla ante unas cincuenta personas que asistieron a la primera clase de la cátedra que lleva el nombre del genial escritor argentino.
La charla inicial tuvo a la memoria como tema central, por lo que la inverosímil vida de Ireneo Funes, el gaucho uruguayo que recuerda todo lo que le sucede, ocupó buena parte de la conversación. Sólo los grandes escritores pueden inventar y describir un personaje que presente tantas aristas y tantos puntos de vista.
“Funes, el memorioso” y “La memoria de Shakespeare” fueron, entonces, los relatos más mencionados en la clase que estuvo a cargo de Komada y de Santiago De Luca, quien dictará las próximas clases.
Antes de internarse en una lectura de varias páginas sobre el tema, Kodama recordó que la primera vez que vino a San Luis fue con Borges, quien quería mostrarle La Carolina, el lugar donde había nacido su pariente puntano, Juan Crisóstomo Lafinur. “Años más tarde vine a inaugurar el Museo de la Poesía, en la misma localidad”, recordó la escritora.
La cátedra Jorge Luis Borges contará con nueve seminarios que se dictarán hasta fin de año los segundos viernes de cada mes. El próximo encuentro será sobre la relación del escritor con el psicoanálisis y parece prometedora una clase que dará el físico Hugo Velasco –presente en la charla y responsable de las más certeras definiciones de la tarde respecto al modo en que el autor de “Ficciones” encaró la ciencia y el paso del tiempo.
Para describir los vaivenes que se sobrepasaron para el comienzo de la cátedra en San Luis, De Luca usó una metáfora que no pudo ser más borgeana: “Estuvimos dos años atravesando laberintos”, dijo para graficar los dos años de negociaciones entre la Fundación Borges y la Municipalidad de San Luis.
Declarada huésped de honor y con las llaves de la ciudad recientemente recibidas, Kodama hizo una exposición leída en la que recordó la influencia de Homero sobre Borges y tuvo frases como “la memoria es una omniciencia de carácter fortuito”.
Más suelta y divertida, la segunda parte de la charla –cuando respondió las preguntas del público- tuvo un punto de informalidad que permitió algunas frases difíciles de olvidar. “La inteligencia humana avanza de manera espectacular, la ciencia también. Pero el alma humana, no”.
Además, María contó dos anécdotas relacionadas con museos del mundo que demuestran el conocido interés de Borges por todas las ramas del arte. Kodama recordó que en la Nacional Gallery de Londres, su esposo, ya ciego, se paró frente al autorretrato de Durero (N de la R: en realidad fue a un retrato del padre del pintor, ya que el autorretrato está en el museo del Prado) e imitó el gesto de la obra que había visto por última vez en su juventud.
El otro recuerdo que expuso la viuda del escritor tuvo al Louvre como escenario y se remontó al momento en que ambos bajaron la escalera interior que lleva a “La Venus de Samotracia”, “la estatua sobre la que mi padre me enseñó lo que era la belleza”, dijo Kodama.
Interrogada por De Luca sobre el cuento que más le gusta de los que dejó Borges a la literatura universal, María señaló que la coincidencia es que su preferido es, justamente, el primero que leyó, sin llegar a entenderlo en su totalidad: “Las ruinas circulares”.
LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casaMás Noticias
