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Profanación en Santa Rosa: los que robaron un féretro "creían que había un tesoro"

Por redacción
| 22 de mayo de 2015
Salida del pueblo. Petrona Fernández piensa que los ladrones tiraron el cajón en las afueras.

Lo primero que pensó Petrona Noemí Fernández cuando se enteró, el sábado pasado, de que habían robado el féretro con los restos de su esposo del Cementerio Municipal de Santa Rosa del Conlara, fue que el propósito de los ladrones era “llevarse el cofre, que no es un ataúd común, para venderlo, porque tiene un precio muy importante”. “Ésa fue mi primera hipótesis”, le confió ayer a El Diario la viuda del comerciante Francisco Marino Dadomo, a quien todos en el pueblo llamaban “Tachín”. El hombre murió en 2008, cuando estaba próximo a cumplir 70 años.

 


Petrona, de 72 años, y “Tachín” no tuvieron hijos. Pero ella, que admite gozar de un buen pasar económico, tiene “unos nietos postizos”. Ellos le hicieron llegar el runrún que corre ahora en la localidad: “Parece que en realidad lo que pensaban era que ahí estaba mi caja de seguridad, que yo guardaba un tesoro en mi mausoleo”, cuenta.

 


“Hubo comentarios y se hizo una bola de nieve. No sé de dónde sacan eso, porque yo no ventilo lo que tengo ni dejo de tener. Gracias a Dios, se han llevado un chasco”, afirma.

 


Para ella, esa nueva explicación no es descabellada, porque hay un antecedente que justifica su parecer: la noche del 23 de diciembre del año pasado o la siguiente, Nochebuena, le profanaron por primera vez el panteón familiar. En aquella ocasión también violentaron la puerta con una barreta.

 


“Se llevaron la urna donde estaban los restos de mi padre. Habrán pensado que había alhajas, cosas de valor. Pero lo único que habrán encontrado son los huesitos de mi papá, porque él murió hace más de sesenta años”, comentó.

 


Ahora, a raíz de que ella hizo una denuncia en la Comisaría de Distrito 25ª, la Policía de Santa Rosa está tratando de hallar un rastro de los delincuentes y el féretro.

 


Petrona recuerda: “Aquella vez no hice una denuncia, hice solamente una exposición. Y el intendente, (Miguel) Postiguillo, que no me atendió bien, me dijo ‘vos tendrías que haberlo denunciado, porque así queda todo en la nada y queda como que en la provincia no hay inseguridad’”.

 



La noche del Boca-River

 


La viuda de Dadomo se enteró el sábado pasado de la segunda profanación y el segundo robo. Y aunque el cuidador diurno –no hay sereno– fue hasta su casa a avisarle y le asegura que cuando él se fue, el viernes a la noche, su panteón estaba en perfectas condiciones, ella piensa que “no es así”.

 


“Cuando vino Criminalística, de Concarán, a buscar huellas, comprobaron que sobre la marca que dejaron al arrastrar el cajón ya se había depositado polvillo. Es imposible que eso haya pasado en un par de horas, por eso me dicen que lo han robado uno o dos días antes”, explica.

 


Petrona piensa que fue el jueves 14, el día que River y Boca jugaron el partido por la Copa Libertadores que terminó en escándalo: “¿Viste que cuando hay esos partidos no queda nadie en la calle? Todo el mundo se encierra en su casa, se olvida del mundo exterior”.

 


Esa noche, alguien vio entrar una camioneta al cementerio. “Seguro se quedaron adentro y esperaron a que no hubiera nadie”, conjetura.

 


El cementerio está en la periferia de Santa Rosa y tiene cuatro puertas. Petrona piensa que a su marido lo sacaron por la principal, que da a una calle de tierra.

 


Como no hallaban el féretro, pensó que “querrían venderlo a una funeraria para que lo restaure y lo venda otra vez. Porque es un cofre caro”. “Yo creía que lo había pagado a ocho mil pesos, hace ocho años, pero mis nietos postizos me dicen que lo pagué por lo menos a doce mil”, relató.

 


Ante la nueva conjetura de que los profanadores buscaban un tesoro, ella piensa que “lo deben haber tirado en las afueras del pueblo, porque en la casa no lo van a tener, con el cuerpo adentro, y no lo van a sacar de Santa Rosa porque la Policía los va a agarrar en la ruta”.

 


La casa de Petrona –describe ella misma– es segura, “tiene rejas por todos lados”. Pero a raíz del insólito robo que sufrió, está en tratativas con una empresa de seguridad para instalar cámaras de videovigilancia. “No estoy atemorizada. Nadie me ha llamado ni extorsionado. Duermo tranquila, aunque por ahí me despierto por las noches por este problema. Pero miedo a los malandras no les he tenido”, confiesa.

 


Mientras espera que la Policía ubique los restos de su marido, ella se encargó de darles a los oficiales el nombre de un vecino del pueblo. Sospecha que fue él quien robó el cajón del cementerio.

 


“Me despojaron. Yo tengo una filosofía de la vida y de la muerte que es que el muerto, muerto está. Pero a uno le queda esa parte física, lo que queda en el cajón, como recuerdo de una persona. Y con esto, prácticamente he vivido dos duelos”, se lamentó.

 


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