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Cordobazo: un mayo argentino que encendió una transformación

Por redacción
| 31 de mayo de 2015
Barricada. A pesar de que quiso cortar el acceso a la ciudad, la policía no pudo detener el avance de los obreros y estudiantes.

Máximo Mena tenía 27 años, un rostro sereno, las cejas tupidas y una ficha de afiliación a la UCR. Sus dos grandes orejas escucharon claramente, pasado el mediodía, las arremetidas de la Policía y el sonido de los disparos. Era el 29 de mayo de 1969. El sindicalismo cordobés había decidido una huelga general de 37 horas. Los estudiantes acompañaban a los trabajadores. Herramientas y libros se unían en contra de la dictadura de Juan Carlos Onganía, que había atentado contra el pueblo, más allá de su nivel educativo.

 

En el Boulevard San Juan y Arturo Blas cayó el primer obrero asesinado por la represión.


En el Boulevard San Juan y Arturo Bas, Máximo sintió el impacto de las balas en su cuerpo. Nunca pudo regresar al barrio La France en donde nació y se crió, ni a la fábrica IKA, en donde trabajaba como mecánico. 
Quedó tendido en el pavimento. Su sangre enrojeció el cemento y fue el combustible que encendió uno de los estallidos más significativos de la Argentina. Fue en Córdoba, y fue enorme. Se llamó "El Cordobazo".

 


El fuego mediterráneo
El 29 de mayo de 1969 fue el cierre de un mes explosivo. Las huelgas y asambleas sindicales se replicaban y coordinaban más allá de las filiaciones partidarias. El gobierno de Onganía cargaba duro contra todos, pero las universidades y los obreros sufrían una cólera particular.
Los pronósticos del clima político anunciaban tormenta, pero en realidad se desataron huracanes. 
En Córdoba los movimientos gremiales eran de peso y contaban con el apoyo de las organizaciones estudiantiles.
El sindicalismo fue el ariete. Agustín Tosco, el dirigente de Luz y Fuerza adscripto a la izquierda clasista y referente de la CGT de los Argentinos, acordó junto con Elpidio Torres del gremio  de Smata y Atilio López de la UTA,  la realización de protestas y reclamos.
Se sumaron los gremios más importantes y los de corte local.  El peronismo estaba proscripto, la UCR se sumó  y la izquierda no vaciló en salir a la calle.
Las chispas se encendieron en la periferia: en los barrios se organizan marchas y protestas. En las afueras de la ciudad estaban las viviendas en donde trabajan los obreros, pero también estaban las fábricas. 
El ambiente cordobés era un caldo. El 16 de mayo, un paro de 24 horas registró un gran acatamiento. Carlos Caballero, el gobernador de facto de esa ciudad, no sólo desestimó la medida, sino que decretó una suba salarial para la Policía. Nafta al fuego.
Cinco días después de que el aumento sólo pusiera felices a los policías, los gremios apostaron por hacerse escuchar con mayor fuerza. El miércoles 21 decidieron un paro de 37 horas y movilización. Todo comenzaría a las 11 del jueves 29.
Clínicas, así se llama el barrio cordobés donde vivía gran parte de los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba. El lugar era uno de los epicentros en donde se realizaban manifestaciones, y donde la teoría se juntaba con la práctica. Hijos de obreros a los que el peronismo ayudó a que fueran a las universidades, ahora apoyaban a los trabajadores.
Los planes marchaban como estaba previsto: movilización desde las fábricas al centro. El 29, la ciudad de Córdoba era un cuartel con policías por todos lados, cerrando pasos y puentes, intimidando para que la columna de trabajadores no arribara al centro administrativo.
Alta Córdoba, Villa Revol, Santa Isabel, La Calera, Ferreyra y Alberdi eran los barrios desde donde marchaban los trabajadores. Desde Clínicas, llegaban los estudiantes. Eran poco más de las once y los manifestantes sumaban miles.
Pasaron las doce y comenzaron los choques. Violentos y desiguales. Policías y obreros. Minutos después de las 12:30, una ráfaga de FAL impactó contra la manifestación. En el Boulevard San Juan y Arturo Bas murió el primer trabajador de los más de 30 que asesinaron, aunque las cifras no fueron nunca realmente confirmadas. Los heridos se contaron por cientos.
La muerte potenció a los obreros y la Policía se vio desbordada. Los oficiales dispararon todas las municiones que tenían y luego escaparon hacia el centro de la ciudad, en donde se replegaron. La furia creció. Se tomaron el Círculo de Suboficiales del Ejército, se incendiaron las oficinas de  la empresa Xerox de capitales estadounidenses, la francesa Citröen también ardió, como la Aduana y varias reparticiones del gobierno.
Un telefonazo de desesperación a Buenos Aires le permitió al gobernador de Córdoba contar con la ayuda de Onganía, que puso a todo el Tercer Cuerpo del Ejército a recuperar la ciudad. La Fuerza Aérea sobrevolaba, vigilaba todo en una demostración de inequidad absoluta.
 El 30 de mayo la ciudad era de nuevo color verde militar.  Se disiparon las últimas barricadas.  
Las represalias no se hicieron esperar: Tosco, Torres y López fueron puestos presos y sobre ellos cayó una condena de ocho años impartida por un Consejo de Guerra. 
De todas formas, luego de un año y cinco meses fueron liberados, al igual que todos los dirigentes y volvieron a Córdoba para retomar la actividad sindical. Estaban en una prisión en Chubut.
Un día a fines de mayo las herramientas y los libros se unieron como un puño.
 Fue en Córdoba, y fue enorme. Se llamó "El Cordobazo".

 



Un estallido que cambió una época
La rebelión de los estudiantes y los obreros en Córdoba dejó secuelas. Las huelgas, las manifestaciones, la toma de la ciudad, el repeler a la Policía y sobre todo, el protestar ante el más fuerte, dejó una impronta trascendente.
Puede decirse concretamente que uno de los factores centrales que influyeron en el fin del gobierno de facto de Juan Carlos Onganía fue el "Cordobazo". El dictador fue depuesto en junio de 1970 por la Junta de Comandantes en Jefe de las tres Fuerzas Armadas (órgano supremo de la autodenominada Revolución Argentina), que designó al general Roberto Marcelo Levingston para ocupar el cargo de presidente.
Pero además el "Cordobazo" gestó e incentivó muchos movimientos obreros y estudiantiles. Potenció la participación de los gremios y los centros de estudiantes.
Quizás una de las causas no buscadas, pero que terminó naciendo de la efervescencia del momento, fue el fortalecimiento de las organizaciones de izquierda y grupos que utilizaron la política y las armas con la misma fuerza, entre los que se puede mencionar al Ejército Revolucionario del Pueblo, Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarias, a las que se llamaban "organizaciones guerrilleras".
Otro de los hechos transcendentales lo marcó el que los trabajadores y los universitarios marcharan bajo las mismas premisas e identificando las causas concretas contra las que se manifestaban.
Justamente, pedir y reclamar con fuerza fue otro de los elementos que quedaron incorporados en la conciencia social luego de las protestas en Córdoba.
 El pueblo no quiso aceptar el avance de los políticas nacidas de la ortodoxia de la derecha, que plateaban el retroceso de los derechos que conquistaron los trabajadores.​
 

 


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