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El alma llena: saldo positivo para la delegación puntana en “La Feliz”

Por redacción
| 29 de octubre de 2016
Una multitud. En la previa de la inauguración. Veinte mil chicos de todo el país. La delegación puntana se hizo sentir antes, durante y después de los juegos. Fotos: Nicolás Varvara.

Los chicos de San Luis están en casa. Regresaron de los Juegos Evita con la satisfacción de haber cumplido. Lograron 29 medallas -a último momento, el taekwondo, sumó dos más de la mano de Josefina Quiroga y Martín Miranda que sacaron bronce-.

 


Pero el mayor premio no fueron los podios. Fue el haber conocido chicos de otras provincias y la experiencia de vida que tuvieron en Mar del Plata. Hubo 528 puntanos en "La Feliz". Chicos de toda la geografía provincial participaron de una competencia que tiene como finalidad la camaradería. Fueron seis días de mucha acción. La ciudad estuvo invadida por 20 mil niños de la Argentina. Todos regresaron con el alma llena. Disfrutaron. Compitieron. Conocieron. El espíritu de estos Juegos va más allá de la rivalidad. El respeto por el otro y el bien común son los valores a seguir.

 


No todos tienen la chance de conocer Mar del Plata. Había nenes que no conocían el mar. Otros que le llamaba la atención la escalera mecánica. Pasearon. Metieron los pies en el agua. Pisaron la playa. Se sacaron fotos para dejarlas como recuerdo y para que sus retinas no se olviden de la inmensidad del mar.

 


Disfrutaron desde Terrazas del Portezuelo hasta Mar del Plata. En las 15 horas de viaje fueron mirando por la ventanilla del micro. No permitieron perderse nada. Durmieron poco. Entre la ansiedad de la competencia, las ganas de conocer y los nervios lógicos, no pudieron conciliar el sueño, pero poco les importó, ellos sólo querían divertirse y traer miles de anécdotas para contarle a su gente.

 


Extrañaron a los papis, pero estaban tan sorprendidos por la gran ciudad, que los días lejos de la familia se hicieron más placenteros.

 


No protestaron por levantarse temprano. Al contrario, a las siete ya estaban arriba para desayunar, querían llegar con tiempo a su competencia; y los que tenían jornada libre, aprovechaban para ir a alentar a sus compañeros. No estaban solos. Se acompañaron entre ellos y por un grupo grande de profes y delegados que estaban pendientes de estos pequeños gigantes que tan bien representaron a la provincia.

 


Cada vez que conseguían una medalla se les inflaba el pecho. Estar en el podio y tener el aliento de sus coprovincianos era una inyección de ánimo. Hasta los chicos de otros lados se asociaban al festejo.

 


La felicidad viajaba en cada micro. Mar del Plata, que en esta parte del año, no tiene el movimiento del verano, tuvo la compañía de los niños, que con su frescura e inocencia le dieron color y calor a la ciudad. Hasta el clima se prendió en la fiesta. Cuatro de los seis días el sol pegó de llenó. Llovió sólo el jueves. Y el viernes amaneció nublado, parecía que el sol no quería alumbrar porque los chicos volvían a sus pagos.

 


Los Juegos Evita llenaron el alma de chicos y grandes. Parecíaque los pibes estaban en Disney. Le sacaron provecho a cada momento. Disfrutaban las pequeñas cosas.

 


La peatonal de Mardel estaba invadida por niños de toda la Argentina. Vestidos cada uno con sus buzos con los colores característicos. Parecía una pequeña ciudad dentro de otra.

 


Los chicos regresaron y ya piensan en los Juegos de la temporada que viene. Todavía no habían salido de Mar del Plata y ya estaban con la mente puesta en meterse de nuevo en el mar. Un mar que enamora. Que atrapa.

 


Ahora es tiempo de estar en casa. Contar todo lo lindo que vivieron. Juntarse con los compañeros del colegio. Con los amigos del barrio. Descansar. Aprovechar el fin de semana.

 


Nadie les quitará a estos chicos la experiencia vivida. Con o sin podios, ellos tuvieron unos días de novela, que los mismos chicos se encargaron de ponerle el mejor final. Ellos nos dejaron una gran enseñanza. Compitieron. Se divirtieron. Hicieron amigos. Lloraron de alegría. Experimentaron cosas nuevas, como la de estar lejos de sus afectos.

 


Cuando el colectivo, después de casi 16 horas de viaje, pisó suelo puntano, los chicos prometieron encontrarse y volver. Si en esta edición alcanzaron 29 medallas, para las próximas quieren más. Los que ganaron oro buscarán repetir. Los que fueron plata y bronce intentarán subirse al escalón más alto del podio. Los que no lograron medallas querrán tener revancha. Los que no pudieron ir sueñan con estar la próxima edición.

 


Los primeros en bajar fueron los chicos del sur que descendieron en Nueva Galia. La segunda parada fue en Villa Mercedes. Y la última en Terrazas del Portezuelo. Cientos de padres estaban para recibirlos. Cuando los chicos bajaron del micro, se abrazaron con su gente. Ya no estaban en el mar, pero acababan de regresar a casa, donde cada familia los esperaba con los brazos abiertos para darle más calor. Hubo risas. Lágrimas. Los chicos están de vuelta.

 


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