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El yuyo colorado llegó para quedarse

Por redacción
| 30 de octubre de 2016

Desde hace tiempo el yuyo colorado mantiene en vilo de manera permanente a los profesionales del campo que buscan distintas estrategias para controlar su expansión. En el ámbito académico, técnicos del INTA y el Conicet realizaron un estudio sobre lo que ocurre con el Amaranthus Palmeri, conocido vulgarmente como yuyo colorado, en los alrededores de Fraga. El hallazgo los llevó a observar que su presencia aumentó, entre la cobertura de los suelos y lo que convive con los cultivos, más del 500 por ciento en apenas dos años.

 


Los especialistas saben que la presencia de la maleza en los campos, sobre todo en los puntanos de características marginales, puede hacer caer de manera considerable los rindes en las plantaciones. De ahí que la preocupación sea mayor. Dicen que la clave está en la prevención, ya que desde hace mucho se sabe de la resistencia que tiene al glifosato. La realidad marca que ante la invasión se debe echar mano también a otros recursos.

 


Otro tema de conflicto es la producción con baja sustentabilidad cuando se convive con Amarathus, algo que preocupa en tanto no se cumplan con normas básicas para evitar la contaminación. Uno de los autores del proyecto, que avanzó sobre conclusiones que ayudarán a mitigar los efectos de esa maleza, es Jorge Garay, técnico del INTA de Villa Mercedes. El profesional habló con la revista El Campo: “Antes del fenómeno de la resistencia, con dos aplicaciones de glifosato era suficiente. En la actualidad, es necesario hacer la misma cantidad de aplicaciones pero con la mezcla de dos o tres herbicidas, que a su vez deben rotar su modo de acción. En este punto es fundamental medir el coeficiente del impacto ambiental, es decir elegir aquellos químicos amigables con el medio ambiente”, explicó el especialista quien sabe que se trata de un tema muy delicado que requiere de cuidados intensivos.

 


Existen algunas alternativas para evitar los herbicidas. Por supuesto, se trata de tareas más lentas y puntuales. Para ello resulta crucial conocer la planta que se quiere combatir. “En campos donde existe el escape del control, donde el Amaranthus ya alcanzó los dos metros de altura, se contrata mano de obra para que haga la extracción de forma manual y de raíz. Con esto se puede evitar que semille”, adelantó Garay.

 


Además, ante un problema hay que saber por dónde comenzar con la solución para que los trabajos sean más efectivos. Garay habló de una herramienta muy sencilla. “El Amaranthus tiene una forma masculina y una femenina, que se caracteriza porque está dividida en dos pies separados, lo que permite diferenciar cuál es el que se debe sacar primero. En este caso es la rama femenina la que ayudará a que no se disemine el yuyo, y aunque todas las plantas deben sacarse, ese tipo de labores selectivas serán de gran ayuda “.

 


Desde el año 2014 se viene analizando el comportamiento del Amaranthus en la provincia. “Empezamos a trabajar en Fraga porque Ruth Rauber, investigadora del Conicet San Luis, eligió la zona para hacer la investigación. Los motivos por los que se decidió por Fraga son varios, pero básicamente por el clima y los suelos sueltos o arenosos, los cuáles son sensibles a la erosión del viento”, dijo el especialista del INTA, quien libra una batalla casi personal contra las malezas, ya que es común verlo disertar en cuanto congreso lo invitan, e incluso sumergirse en las profundidades de los campos para hablar cara a cara con los productores y alertarlos sobre los efectos nocivos, casi irreversibles, que tiene el yuyo colorado en sus plantaciones. 

 


“En el centro de San Luis, alrededor de Fraga, tomamos las muestras de vegetación en 35 sitios agrícolas desde marzo de 2014 al mismo mes de 2016. De cada lote estudiado se registró la cobertura de todas las especies presentes. En total representan 560 kilómetros cuadrados de una de las zonas agrícolas más importantes. Detectaron el aumento tanto en frecuencia como en abundancia del yuyo colorado. La especie mostró un crecimiento del 500 por ciento en dos años. El fuerte incremento registrado no fue homogéneo, es decir, no existió presencia en todos los lotes trabajados”, dice el informe firmado por Ruth Rauder, Manuel De María, Daniel Arroyo y Jorge Garay. Además se sumó Edgardo Jaeggi, representante de la empresa Dupont, que prestó colaboración en las tareas.

 


El especialista, sin pecar de soberbio, advirtió que “en 2011, cuando junto a la UNSL detectamos la presencia del yuyo, presuponíamos que esto podía pasar y el futuro nos preocupaba. Es una realidad que el problema no va a solucionarse en el corto plazo y que todos los sectores del agro deben estar alertas a ésta y a otras malezas”.

 


En referencia a la presencia de nuevos yuyos, el investigador del INTA se tomó un tiempo para nombrar otras especies que deben ser tomadas con alarma. “Se trata de una del género Chloris que tiene varias especies. Ya la hemos detectado en varios sectores de la provincia y sabemos que también es resistente al glifosato y en algunas zonas a los graminicidas. Otro es el Sorgo de Alepo, que se ubica principalmente en el Valle del Conlara, en la franja de Quines-Candelaria  y más cerca de la ciudad en la zona de El Amparo”, describió Garay. 

 


En enero de este año se hizo una jornada para analizar ensayos sobre la maleza en seis lotes con distintos tratamientos. Allí se discutió si debían usarse pre o post emergentes para combatirla. Sin embargo hay otras propuestas para realizar trabajos sin químicos. “En ese momento el Amarathus o yuyo colorado se encuentra en su época de esplendor a raíz de las altas temperaturas y las lluvias”, dijo Garay para explicar la importancia de las pruebas. Aclaró que cualquier medida siempre es preventiva. “Limpiar las máquinas cosechadoras resulta de vital importancia. El yuyo se propaga muy rápido a través de semillas. A eso se le suma que tenemos la paloma torcaza como diseminadora”.

 


La principal zona afectada se encuentra al este del territorio provincial, pero según explicó el especialista “está en toda la zona agrícola de San Luis. La planta proviene de la zona semiárida de Estados Unidos y México, que tiene un clima similar al de nuestra zona. Por eso está tan arraigada y resulta complejo combatirla”.

 


Sus características ayudan a reconocer en donde está parado el campo. “Los sitios que ocupa son los perturbados o sobrepastoreados, así como campos cultivados, pasturas, bordes de caminos y cursos de agua. Por su fácil expansión y resistencia a varios químicos, el control se vuelve más caro. En un escenario con malezas resistentes y tolerantes, se aplican 11,6 litros de herbicidas por hectárea, a un valor de 170 mil dólares por hectárea”, aseveró.

 



Sobre las conclusiones

 


“En primer lugar el aumento del yuyo colorado afecta a la sustentabilidad de la agricultura provincial por los altos costos de control,  un escenario que empeora por la inestabilidad y el bajo rendimiento de los cultivos. Para mitigar la maleza se debe implementar el manejo integrado, donde el uso de químicos es una alternativa que debe estar acompañada por la rotación de cultivos, un estricto control genético, la decisión de hacer siembras tardías, una exhaustiva limpieza de máquinas cosechadoras, la rotación de herbicidas de diferentes modos de acción, el control de plantas en banquinas y caminos rurales y la utilización de semillas libres de malezas”, es la conclusión del informe realizado en Fraga.

 


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