SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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La parapsicóloga dijo que el otro acusado asesinó a Fridel

Por redacción
| 17 de noviembre de 2016
Víctima. Pedro Omar Fridel tenía 58 años y era de colonia barón.

Cristina del Carmen Paredes fue ingresada al juzgado de instrucción Penal N° 2 y se sentó frente al juez Leandro Estrada. Nadie le había exigido estar ahí. Ella pidió eso. Estaba dispuesta a responder las preguntas que le hiciera el magistrado con tal de tener la oportunidad de contar la verdad que, según ella, se vio obligada a contener casi un año, por miedo. Declaró que no es la asesina de Pedro “El Ruso” Fridel, sino que es Alberto Martín Quiroga, la otra persona que ocupa una celda en la Penitenciaría de San Luis, por el mismo motivo que ella. Dijo que lo sabe porque el crimen del sereno, que le cuidó durante años su casaquinta de Villa Mercedes, se desenvolvió ante sus helados ojos, sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo.

 


La parapsicóloga explicó que se guardó tal información por temor a las posibles represalias, dijo un informante. Las amenazas y las coacciones que había sufrido por parte del otro imputado fueron los frenos que la atajaron todo este tiempo, aseguró la acusada.

 


La mujer de 64 años relató que la tarde del lunes 19 de octubre de 2015 había ido con Quiroga hasta el campo, ubicado en el kilómetro 751 de la ruta 55, que la víctima le atendía desde hacía seis años, recordó la fuente, que no pudo precisar con qué intenciones Paredes llevó al otro acusado hasta allá.

 


Cuando se reunieron los tres, por algún motivo, el carnicero comenzó a discutir con “El Ruso”, aseguró la acusada. Y en un momento todo se salió de control. El imputado, de 42 años, empezó a darle trompadas a Fridel. Cuando consiguió atontarlo, ahorcó al hombre de 58 años.

 


Paredes dijo que nada pudo hacer para detener a Quiroga. Los nervios la paralizaron.

 


Contó que, después, Quiroga la encerró en la casaquinta, se llevó su auto y desapareció con el cadáver del casero. Dijo que después de ese día perdió contacto con él, jamás volvieron a verse ni a hablarse por teléfono.

 


A mediados de diciembre, el carnicero de José C. Paz dio una versión muy similar a la que narró ayer la patrona de “El Ruso”, pero en su historia los roles se invertían.

 


En aquella oportunidad el hombre, que muchos señalaron como un pariente lejano de la parapsicóloga, declaró durante cuatro horas. Aseguró que el 19 de octubre en cuestión, la mujer lo había llevado engañado a la quinta. Dijo que le ofreció un trabajo en un campo de un tal Gutiérrez, con quien le había programado una entrevista. Pero cuando llegaron al lugar, cerca del mediodía, ella le propuso matar a su empleado.

 


Según él, se negó y se marchó de la casa. Pero, a la siesta, por alguna razón, regresó. Al volver, se encontró con el cuerpo inerte de Fridel. Allí también estaba Paredes. Había envuelto algunos colchones y buscaba nylon.  “Me vas a ayudar a deshacerme del cuerpo o llamo a la Policía y le aviso que estás acá”,  le advirtió la imputada.

 


Dijo que se vio acorralado, entre la espada y la pared. Entonces, por temor, le dio una mano a la mujer para enterrar el cadáver en otro campo.

 


La deuda de la discordia

 


La víctima había llegado de su natal Colonia Barón para trabajar para Paredes. Por esa tarea el pampeano no tenía un sueldo, pero su patrona había concertado con él un comodato. Le permitía vivir en esa casa con la condición de devolverla cuando dicho contrato expirara.

 


El problema, al parecer, nació cuando ese acuerdo llegó a su fin y ella no quiso renovarlo. Amenazó a “El Ruso” en varias oportunidades para que se fuera de su domicilio. Él, en realidad, no tenía problema en marcharse de la quinta, pero no iba a hacerlo hasta que su empleadora le devolviera la plata que le había prestado en todos esos años de servicio.

 


Él había cobrado una parte de un dinero que ganó por un juicio que les había iniciado a sus antiguos patrones. Parte de ese efectivo lo usó para comprarse un caballo de carrera y el resto se lo prestó a la acusada. A eso le sumó los aparatos de aire acondicionado que había comprado e instalado en la casaquinta.

 


La deuda por la que la buena relación entre la parapsicóloga y el casero se rompió para siempre, rondaba los 48 mil pesos. La víctima había dejado constancia de eso en anotaciones de puño y letra que los policías de la Comisaría 29ª hallaron después, en el campo que supo cuidar, a las afueras de Villa Mercedes.

 



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