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Como evitar las enfermedades en los feedlot

Por redacción
| 18 de diciembre de 2016

La actividad en los feedlots, donde la hacienda convive en un espacio reducido durante un tiempo prolongado al aire libre, requiere de cuidados especiales en varios aspectos, pero sobre todo hay que atender los problemas sanitarios, ya que si se consolidan en ese ámbito, derivan en pérdidas irreparables de vidas en el rodeo y de dinero para quienes invierten en este tipo de establecimientos que han cobrado relevancia en la última década, ampliando incluso su radio de radicación hacia zonas más marginales.

 

Las patologías respiratorias hacen estragos en los corrales de encierre, por factores ambientales y de manejo.


Si bien es cierto que la principal preocupación de los dueños es la ganancia de peso diaria de los animales, ya que de eso depende el crecimiento económico de la empresa, las enfermedades tienen una propagación más sencilla en un ambiente como el del engorde a corral, por lo que un correcto manejo y la adopción de pautas sanitarias básicas es de vital importancia, tanto para el negocio como para el medio ambiente que rodea al feedlot.

 


 El veterinario Carlos Rossanigo es una voz de peso en materia de enfermedades bovinas. Es un reconocido profesional que se desempeña en la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) del INTA San Luis, con sede en Villa Mercedes, y tiene un magister en Ciencias Biológicas obtenido en Francia. Trabaja en el INTA desde junio de 1979. Fue coordinador del Área Producción Animal de la EEA INTA San Luis entre 1995 y 2003. Luego se desempeñó como director de la misma Estación, entre 2003 y 2007. Actualmente es referente nacional de la RIAN Ganadera y está a cargo del Laboratorio en Sanidad Animal de la EEA San Luis, en donde además trabaja como investigador sobre la temática de salud animal, en el Área Producción Animal. Es además responsable de cuatro módulos de Proyectos Nacionales y ha participado en proyectos regionales en temas vinculados a la salud animal.

 


Rossanigo estuvo a cargo de una charla sobre los principales problemas sanitarios en los corrales de engorde que se desarrolló en la Universidad Católica de Cuyo, donde es profesor titular de la cátedra de Parasitología y Enfermedades Parasitarias en la Facultad de Veterinaria.

 


“En el año 2000 se produjo una transformación en el sistema productivo de la carne para hacerlo más competitivo y rentable y poder así hacerle frente al notable crecimiento de la superficie sembrada con soja”, explicó el profesional, quien agregó que según su mirada esto hizo que “cambiara el paisaje de San Luis, ya que muchos de los sistemas netamente pastoriles fueron reemplazados por sistemas de encierre o semi intensivos con suplementación”.

 


Así fue como aparecieron numerosos feedlots en el territorio puntano, encabezados por grandes emprendimientos como el de Ser Beef, que además de engorde a corral estableció el método de hotelería, por el cual otros productores podían dejar la hacienda para ganar peso a cambio de un pago de acuerdo a los kilos ganados. Hay otros que se dedican al engorde estacional o coyuntural (tipo caseros), el destete a corral anticipado (4/5 meses), precoz (3/4 meses) e híper precoz (30/45 días) y están también los sistemas pastoriles con suplementación (granos, reservas y silos de autoconsumo). “El engorde a corral cuenta hoy con 1.700.000 cabezas, y San Luis se encuentra entre las provincias que más actividad registra junto con el sur de Córdoba, algunos partidos de Buenos Aires y algunas zonas de Salta y el sur de Santa Fe”, contó Rossanigo.

 


Claro, tanto movimiento de hacienda, que el veterinario llamó “globalización del movimiento”, trajo consigo patologías exóticas para la zona central semiárida. “Además hubo cambios en la alimentación con mayor utilización de concentrados y residuos de la agroindustria, de reservas (rollos, silos) y de suplementos proteicos, energéticos y minerales. Y se produjo una mayor concentración de animales, un hacinamiento que trajo por lógica consecuencia un contagio masivo de esas enfermedades, más una sobrecarga en los sistemas pastoriles con suplementación”, explicó.

 


La disertación incluyó un repaso por las distintas enfermedades que afectan a los corrales de engorde, sus características, los factores que las provocan y la manera de, primero prevenirlas y luego atacar los síntomas en busca de una cura o, al menos, evitar su propagación al resto del rodeo.

 


La primera que analizó fue la Anaplasmosis, una patología que destruye los glóbulos rojos y es transmitida por una garrapata. Está considerada exótica, debido a que proviene del noreste argentino, pero ya está en San Luis. “Provoca anemia y fiebre, es endémica en regiones subtropicales, pero llegó por esto de la globalización productiva. En las zonas donde no hay garrapatas se transmite por restos de sangre en forma mecánica, o sea a través de cuchillas, descornes, castración, caravanas, jeringas y otros elementos que se usan en los establecimientos. Conocida también como la ‘enfermedad de la rozadura’, provoca anemia hemolítica, disminución de peso, aborto y, en muchos casos, la muerte de los animales.

 


Hay otras enfermedades que tienen mayor prevalencia debido al contagio masivo. Es el caso de la Coccidiosis, que la provoca un parásito y suele arreciar en los otoños lluviosos y debido al hacinamiento y el estrés de los terneros. “Es peligrosa porque aparece diarrea con sangre en las tropas y la deshidratación posterior puede llevar a la muerte”, alertó Rossanigo, quien amplió el panorama: “La lesión más común es la congestión y engrosamiento de la mucosa parasitada del intestino grueso, especialmente el recto. Tiene una variante con presentación nerviosa que se detecta por la falta de coordinación muscular y temblores, hasta la pérdida de equilibrio con convulsiones, movimiento de remo de miembros anteriores y posteriores, bramidos ocasionales, salivación y  respiración rápida”.

 


Las patologías respiratorias también hacen estragos en los corrales. El síndrome CRB (Complejo Respiratorio Bovino) ataca sobre todo a los animales jóvenes y en los sistemas de invernada intensiva. Participan múltiples factores ambientales (temperatura, humedad) y de manejo (hacinamiento, nutrición, mezcla de tropas de diferente origen). “Provoca neumonía, dificultad para respirar, conjuntivitis, secreción nasal, fiebre y diarrea. Los animales pueden quedar postrados esperando la muerte”, describió el veterinario.  La neumonía puede ser viral, bacteriana o producto de la aspiración de polvillo.

 


El repaso siguió con la meningoencefalitis tromboembólica, que se manifiesta con fiebre elevada de hasta 43 grados, falta de coordinación y dificultades para respirar. “Como se forman focos de necrosis en el cerebro y trombosis cerebral y coronaria puede terminar en un infarto agudo de miocardio”, dijo Rossanigo.

 


La alimentación también juega un papel importante y puede, por ejemplo, provocar muerte súbita en caso de una administración errónea. “Es lo que se conoce como enfermedad clostridial, se puede dar por mayor consumo, cambios bruscos en las dietas (acidosis ruminal), multiplicación de bacterias y toxinas en el preparado o mala higiene en los comederos”, describió.

 


El hacinamiento provoca contagio vertical y de él pueden surgir patologías como la sarna psoróptica o el ataque de piojos. “A la sarna no hay que confundirla con la fotosensibilidad, que se da sólo en zonas pigmentadas”, advirtió el profesional, quien aconsejó “rotar el principio activo para evitar la resistencia”. En cuanto a los piojos, describió que “se rascan y lamen, pero provoca lesiones más leves que la sarna. Hay que identificar si son piojos chupadores o masticadores, lo que también cambia el enfoque para curarlos”.

 


En cuanto a las enfermedades estacionales, una típica del verano es la diarrea neonatal. “La bosta empieza a ser amarilla o verdosa y puede ser provocada por una bacteria como la Esterichia Colli o por un virus. Lo ideal es evitar el hacinamiento, que las vacas puedan parir en un potrero amplio”, dijo Rossanigo.

 


Otro grupo de afecciones engloba a aquellas que se dan por errores alimenticios con disfunciones bioquímicas. La indigestión más común es la sobrecarga de rumen.

 


“Es común en caso de animales que comieron en un pastizal rico en lignina en época de sequía y de allí pasaron a corral con grano. Eso produce atonía ruminal y si el rumen se para, es como el corazón, mueren”, explicó.

 


En el caso de la intoxicación hídrica, suele darse en bovinos que acceden libremente al agua luego de estar privados por largo tiempo debido a una sequía o a un viaje largo. “Les produce un exceso de cloruro de sodio, como cuando se contaminan con sal por una mala preparación de la dieta, es una sintomatología nerviosa que se traduce en un edema cerebral. Se la tenemos que dosificar nosotros al agua, porque ellos no tienen límite”, amplió el técnico.  

 


 Hay otros errores alimenticios que son cualitativos, por exceso o déficit. Así aparece la acidosis ruminal. “Aparece cuando la dieta tiene granos en exceso, un 90% de la ración, porque tienen demasiados carbohidratos de difícil digestión y fácil fermentación de almidón y azúcares. La diarrea tiene un olor similar a la de los cerdos, se deshidratan y pierden mucho peso. La mejor prevención es incluir al menos 10% de fibra en la dieta, por ejemplo rollo de alfalfa picado. Y además usar programas de PC para balancear dietas, respetar el período de adaptación de concentrados de 21 a 28 días, mezclar y distribuir bien las raciones, mantener los horarios de distribución y prestar atención al frente de los comederos, porque hay animales dominantes y otros más tímidos ”, aconsejó Rossanigo.

 


El tratamiento debe ser rápido y efectivo. “Hay que retirarles el grano y preparar un buffer con 500 gramos de bicarbonato de sodio, y 40 de carbón vegetal disueltos en dos litros de agua. A este preparado hay que suministrarlo por sonda esofágica en dosis de 100 mililitros por cada 50 kilos de peso en cuatro litros.

 


La intoxicación con urea, producida por la ingestión en exceso de alimentos nitrogenados, también es un mal común en el feedlot. “No hay que darles más del 1% de materia seca consumida en la ración y evitar que coman soja sin levantar. Se bloquea la respiración, aparece la atonía ruminal y terminan muertos”. Según el especialista, “20 gramos en 100 kilos mal mezclados pueden ser tóxicos, 100 a 150 gramos cada 100 kilos de peso vivo causan la muerte”.

 


El déficit de calcio es otro problema en las dietas porque interfiere en la absorción intestinal. “Ese calcio que no se retiene pasa de los huesos a la sangre. Empiezan con dificultades motrices, falta de coordinación y fracturas. El tratamiento debe incluir carbonato de calcio en la ración”, dijo el veterinario.  Cuando la carencia es de selenio o de vitamina E, lo que se produce es la enfermedad del músculo blanco: “Son terneros incapaces de mantenerse en pie, con los músculos más activos, como la cintura escapular, la pelvis, los intercostales y el diafragma, que se vuelven esqueléticos”.

 


Si la deficiencia es de zinc, un mineral importante en la formación de las estructuras córneas, el diagnóstico es pododermatitis plantar proliferativa, que termina en dermatitis necrótica o gabarro. “Se da en animales grandes que toman agua con exceso de sulfato, más de 0,5 gramos por litro, y tienen una dieta con demasiada burlanda”, acotó Rossanigo.

 


A veces la carencia es de sal, sobre todo en las vacas que están en el último tercio de gestación alimentadas con silo de autoconsumo. “Lo vimos en una tropa que bebía agua destilada (0,4 gramos por litro) que provenía de acueducto. Los síntomas son visibles: búsqueda ansiosa de sal, por lo que chupan la tierra, maderas, cueros, se lamen entre ellos, pierden el apetito y la condición corporal en 15 días, que es lógico porque la poca sal que tienen, se va con la leche en la lactancia. Se soluciona con la administración de un suplemento mineral con 12% de sodio, 10,2% de calcio, 5% de magnesio y 4,15% de fósforo. La primera semana hay que darles 450 gramos por día y luego estabilizar la dosis en 120 gramos”.

 


Los problemas higiénicos también causan enfermedades, ya sea por consumir alimentos enmohecidos o alterados, o bien henos con plantas tóxicas. La listeriosis nerviosa es uno de ellos. “Puede ser provocada por silos viejos o mal confeccionados, con una fermentación incompleta en la que el Ph supera los 5,5, lo que favorece la aparición de bacterias. Pasó hace algunos años en un feedlot de hotelería con 24.900 animales: fallecieron 100, el 50% de los que habían comido de ese silo”, contó el veterinario del INTA.

 


Los silos mal confeccionados o los granos mal conservados también favorecen la aparición de micotoxinas. “No hay que dejarlos pastorear maíces diferidos o rastrojos con hongos en otoño”, advirtió Rossanigo. Las consecuencias están enseguida a la vista: diarreas, prolapso vaginal, abortos, vómitos y desórdenes digestivos de todo tipo.

 


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