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Los nuevos modelos de familia, lejos de los prejuicios y cerca del amor

Por redacción
| 06 de marzo de 2016

Cada vez son más familias las que se forman sin seguir "lo tradicional". Personas que deciden unirse tras alguna separación o incluso   hombres y mujeres que optan por tener hijos solos. El Diario recopiló historias y testimonios de familias que rompieron el molde y priorizaron el amor. 
Julieta y Darío conviven desde hace ocho años. Ambos venían con una historia a cuestas, decepciones, sueños, ganas de formar una familia y dos hijos. “La base de los dos fue siempre priorizar la familia, queríamos eso, y por circunstancias de la vida no nos había ido bien en la primera experiencia. Hoy me siento plena cuando veo la familia que tenemos”, contó Julieta (38). Ella tenía dos hijos varones, y él, dos mujeres. Ampliaron la casa, juntaron coraje, e iniciaron una convivencia. Al poco tiempo llegó Anita, la hija que tienen en común, y terminó de unir a esta "familia ensamblada” que se define “como cualquier otra familia, con momentos de alegría y diferencias, pero muy felices”. 
“Al principio estábamos sólo con mis dos hijos (Tomás y Valentín), porque las hijas de él (Clara y Violeta) aún vivían con la mamá en Buenos Aires, e incluso la más chiquita todavía vive allá y viene cada tanto. El único extraño, por decirlo de alguna manera, que venía a la casa era Darío, más allá de que también me dio miedo eso. Pero el tiempo que estuvimos de novios fue suficiente para ver lo excelente padre que es, y fue lo primero que me enamoró. Eso es lo más difícil cuando volvés a formar pareja una vez que te separás”, destacó. “Hubo momentos difíciles, muchísimos celos entre los chicos. Su nena más chiquita en ese momento tenía siete años y uno de mis hijos también. Al principio competían, pero hoy se aman, es lo mejor que nos puede pasar verlos a todos juntos, realmente se sienten hermanos”, relató la mujer. 
Con el tiempo las cosas se acomodaron, pero la noticia de la llegada de una nueva hermanita también influyó en el ánimo de los niños.  “Fue un poco shockeante para ellos, sobre todo para la hija más grande de Darío, que en ese momento tenía diecisiete años”, dijo. Hoy, es la malcriada de la familia y ninguno quiso perderse su primer día en 1º grado. “Fuimos a acompañarla todos, es una nena divina, todos sus hermanos la adoran. Ella vive esta familia de una manera muy natural, los niños son así”, agregó. 
Para ellos, ser una "familia ensamblada” no influye en la crianza, ni a la hora de poner límites.  “No es difícil el tema de los limites, Darío a mis chicos prácticamente los ha criado, son muchos años, nos sale de una manera muy natural. Y Clara está muy grande, está por recibirse de psicóloga, ella hace su vida. Hay roces por supuesto, como todas las familias. Yo soy fanática de la limpieza y ella es desordenada, pero pasa en todos los hogares. Lo demás es todo muy lindo, nos llevamos muy bien. Somos tanto y de edades tan variadas, que no nos aburrimos nunca”, destacó. Más allá de los lazos, genéticos o de corazón, para esta familia el objetivo está cumplido.  “Me siento plena cuando veo la familia que tenemos. Hasta fantaseamos con los nietos en algún momento, pero nada más lejano”, expresó entre risas. “Para nosotros lo más importante es verlos a ellos unidos. Desde el principio quisimos construir una familia”, dijo.  
Susana comenzó la entrevista haciendo una aclaración: no se considera madre soltera, por el contrario, integra una familia monoparental, formada por un progenitor y su hijo. “Al decir madre soltera, le marca una falta a una familia que no está conformada desde ese lugar. Me parece que ésa es la primera distinción que tenemos que lograr aceptar o hacer. Está lleno de mamás que se sienten solas en el ejercicio de su maternidad, con pareja o no. Una familia  monoparental puede no tener padre biológico, pero no significa que sea una familia incompleta, o que no sea familia. Marco esta distinción porque nos deja en un mal lugar esto de la mamá soltera, porque no sólo tenemos que explicarles a nuestros hijos que su mamá no está sola, sino que no los estamos criando en un lugar de desventaja”, destacó. 
Ella conforma una familia junto a su hijo, de tres años y medio, quien según contó entiende a la perfección los nuevos modelos de familia. Algo que, para Susana, a las instituciones  les cuesta comprender. “Él me pregunto cómo era su familia, porque en la escuela le dijeron que para el día de la familia tenía que ir el papá, la mamá y los abuelos. Mi hijo no tiene abuelos, tiene sólo una abuela, y no tiene papá. Entonces le tuve que explicar, quizás en un tiempo que me marca la institución, no el tiempo que yo le quería dedicar. Él sabe que hay familias conformadas por dos mamás, dos papás, mamá e hijo, etc. Si un nene puede visualizarlo sin crear conflictos, por qué desde afuera nos van a marcar un conflicto. Ésa es la pelea que tengo a diario con las instituciones”, explicó. 
“Es mucho más fácil aceptar al papá y la mamá divorciados, o la mamá que dice 'soy mamá soltera', porque despierta como una sensación de pena. Ni la escuela ni la sociedad tienen la apertura para entender esto. Es más fácil para la escuela verme así que como una familia monoparental. Siguen marcando la ausencia de algo que no existe. Es desde un lugar peyorativo. Ellos marcan una falta en mi familia y no es lo que le quiero enseñar a mi hijo”, remarcó. Y destacó que además del prejuicio social, las familias monoparentales tienen otros tipos de inconvenientes. “Creo que la familia monoparental el problema es más que nada económico, porque hay un solo sueldo, encima cuando el integrante es mujer, con este tema de la desigualdad de las oportunidades, cuesta más”, resaltó. 
A pesar de que para Susana a la sociedad puntana le cuesta entender el concepto de familia de un solo integrante, contó que durante su embarazo se encontró con muchas madres en su misma situación. “Decidimos fundar una asociación de familias monoparentales en San Luis, pero nunca lo terminamos de conformar. Además, el otro día fui a contratar un seguro de vida, y en la empresa me explicaron que van a sacar un paquete promocional exclusivo para casos como el mío, porque cada vez son más”, relató. Frente a todas las dificultades y prejuicios sociales, Susana y su pequeño se consideran muy felices. “Muchos me dicen que tener un hijo en mi situación es un acto egoísta, no lo veo así, dar vida es el acto menos egoísta que puede haber”, concluyó.  
Marina fue madre joven y pensó que sería difícil volver a formar familia. Pero sus miedos quedaron atrás cuando una nueva oportunidad para el amor tocó a su puerta. “Pensé que iba a ser traumático para mi hijo que yo tuviera pareja, pero al toque se hicieron amigos, mi marido es súper carismático con él. Santi no creció con los padres juntos entonces no sufrió una separación”, expuso. Sus dudas y miedos habían sido impuestos por la misma sociedad. “Pensé que iba a ser peor pero más que nada por el tema social. Familias cercanas, no es que me tiraban mala onda, pero la tradición estaba muy metida, y me decían que quizás sería imposible. Tenía una mochila gigante llena de miedos, pero de pronto me di cuenta que mi hijo fue un niño feliz siempre, que es lo que me preocupaba”, recordó. 
Al igual que en los otros dos casos, los niños son los primeros en aceptar de modo natural un nuevo modelo de familia, y dejan de lado prejuicios. “Los chicos lo toman natural, ésa es su familia, no lo ven diferente. Y todos los compañeros de él están en la misma. Capaz que hace diez o quince años tenías otra connotación, pero ahora no es traumático. Por supuesto que hay que ver las situaciones de cada uno, los nenes necesitan al papá y la mamá pero no los necesitan juntos necesariamente”, sostuvo. Marina y Miguel tuvieron un hijo en común, Bautista, de un año y medio, que sirvió para unir más a la familia. “Santi tuvo celos, pero normales en un hermano. Hoy en día lo adora, es un sol, su hermanito es su todo, al punto de ser insoportable, está encima de él todo el tiempo, lo quiere alzar, besar”, contó entre risas. 
En la convivencia son los dos quienes ponen límites, a los dos hijos por igual. “Las autoridades en la casa somos los dos, cuando no estoy yo y se porta mal, si mi pareja le tiene que poner límites, lo hace. Muchas veces me consulta sobre ciertas cosas. Somos una familia sólida, y al ser padres de otro niño, a los dos se los cría por igual. Miguel me ayuda en todo, me complementa y para él es un hijo más, y Santi dice que tiene dos papas, el del corazón y el biológico”, manifestó Marina. 
En la escuela no tienen ningún problema, ni han vivido situaciones de prejuicio, ya que según contó la joven mamá, son muchos los nenes que viven en "familias ensambladas", y las autoridades se han tenido que aggiornar. “En las escuelas a principio de año tenemos una entrevista y le planteamos cómo es toda la situación, que tiene a su papá y a mi pareja, y las maestras lo toman como una autoridad, es un tutor”, declaró.  

 

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