SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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El día que el cielo se vino abajo

Por redacción
| 04 de junio de 2016
Para el recuerdo. Woronko junto al cilindro ovoidal que cayó en el paraje Vista Flor. Habría sido un tanque auxiliar de combustible de un cohete de la NASA.

Cuando lo dimos vuelta, en los tornillos tenía las inscripciones de la NASA”, arranca José Enrique Woronko, el ex fotógrafo del Gada 141 y de El Diario. El hombre de 74 años se refería al hallazgo de un supuesto tanque de combustible de un cohete enviado al espacio por los norteamericanos y que debía caer en el mar y no fue así. Lo hizo en un paraje llamado Vista Flor, cerca de La Botija, en el Departamento Ayacucho, en 1964.

 


Por su profesión, tenía un laboratorio fotográfico y lugar para estar en el casino de Suboficiales. Venía desempeñando su labor dentro de los cuadros militares con total normalidad como personal civil. Dice que su jefe, el teniente coronel Godoy, lo mandó a llamar porque en la guardia habían recibido una denuncia de unos vecinos de la zona de Vista Flor, que aseguraron que en la noche anterior habían visto una “intensa luz de colores muy potente y que había caído en la zona”.

 


“El teniente coronel inmediatamente envió a sus subalternos a organizar una patrulla para que saliera a Vista Flor, que está ubicado entre los límites de La Rioja, San Juan y San Luis”, recuerda. Godoy designó al mando al capitán Correa, jefe de la Batería ‘A’, al teniente primero Arias Dubal, al cabo primero Torres y a ocho soldados conscriptos, entre los que estaba Woronko.

 


“El viaje se organizó rápidamente y a eso de las 9 de la mañana salimos por la ruta a San Juan, llena de pozos y en muy mal estado de conservación, viajamos detrás de un jeep IKA donde iban los jefes de la misión. En el camión, un Mercedes Benz modelo 1955 lo hacíamos nosotros", describió.

 


“Al llegar a esa zona indicada ‑continúa‑, desviamos el rumbo a la derecha o sea al norte, era una huella polvorienta, llena de espinillos e intransitable, sólo había talas, jarillales y monte bajo, al que en la zona se lo denomina ‘chulque’. La verdad fueron muchos kilómetros de andar a los saltos esquivando pozos, fue  un viaje agotador”.

 


 El ex fotógrafo cuenta que a medida que se acercaban crecía la expectativa. “Nosotros éramos jóvenes y muy curiosos, pese a esa seriedad y la importancia del momento, nos hacíamos cientos de preguntas y nadie abría la boca”, admite.

 


"Hasta que vimos que se agrandaba una silueta que a la distancia se veía uniforme. Una vez allí y después de tomar las precauciones del caso, me ordenaron sacar un par de fotografías al tiempo que el capitán Correa extraía su pistola calibre 45 y le efectuaba un disparo para saber la resistencia del metal que no presentaba ninguna costura o soldadura en sus bordes. La bala rebotó, ni siquiera le hizo una pequeña marca en la chapa. Era un material sumamente resistente pero a la vez muy liviano. Estábamos asombrados”, asegura.

 


“Todo el personal se abocó a la tarea de darlo vuelta y buscarle una posición acorde con la posibilidad de poder cargarlo en el camión. Hubo que hacer algunas ataduras con sogas y después de arrastrarlo por el camino, lo cargamos sin mayores dificultades", sigue y agrega: "Tenía unos hierros en ángulo y una de sus partes estaba rota, se ve que había estallado cuando impactó con la Tierra y no tenía escrituras a simple vista, el resto estaba intacto, sólo se veían restos de calcinamiento como todo hierro que soporta altas temperaturas. Su forma de ojiva le daba un toque fantasmagórico, pero no de temor, muy liviano y de 3,50 de alto por 1,70 de ancho, no fue problema para que forzudos soldados le ataran un par de sogas y lo arrastraran al camión para después subirlo”.

 


Don José detalla que volvieron bien entrada la noche y que una vez que lo trajeron al cuartel lo pusieron en exhibición, pero no duró mucho la alegría. Un par de días después, vinieron autoridades de la Embajada de Estados Unidos y después de hablar con el jefe del GADA, misteriosamente desapareció, nunca más supieron de ese hallazgo.

 


El hecho llamó la atención y la prensa rápidamente se hizo eco de lo que había ocurrido en San Luis.

 


El diario Los Andes decía en sus páginas: “Las notas gráficas muestran dos aspectos del objeto que fue localizado por una patrulla del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 141 (GADA) en campo Vista Flor del Departamento Ayacucho a unos 135 kilómetros de la capital puntana, ante una denuncia formulada por un vecino. Según se informó, parece ser un tanque adicional de combustible de un cohete de procedencia extranjera. El artefacto tiene forma ojival de 3,50 metros de largo por unos 1,70 metro de diámetro y el espesor de la chapa con que está construido es de un milímetro y medio”.

 


“Es hueco y está construido de una sola pieza, sin remaches y posee una coloración que hace suponer que ha soportado elevadas temperaturas. Presenta abolladuras y algunas perforaciones y se observa una rotura en su pared posterior, la cual está separada del resto de la estructura. Pesa aproximadamente 150 kilos”, concluye la descripción el matutino mendocino.

 


Woronko, quien hoy se dedica a la fabricación de dulces caseros, revela que en su vida vivió varias experiencias esotéricas y no tiene reparos en contarlas porque sostiene que son verdaderas. Señala que pescaba junto a su esposa, su cuñada y Teodoro Guevara (que después fue intendente de La Calera) en lo que actualmente es la Reserva Floro Faunística de La Florida y apareció una luz extraña. "Se fue agrandando de tal manera que nos encegueció cambiando el rumbo y se fue perdiendo en el horizonte. Las mujeres quedaron aterradas", reconoce.

 


Al poco tiempo un amigo que administraba un criadero de pavos blancos detrás de la Penitenciaría sanluiseña observó un extraño resplandor en el fondo del predio. A los pocos días, murieron casi todos los pavos y la empresa cerró sus puertas. “Pero lo más extraño que me tocó vivir fue en la zona de Zanjitas, allí conocí a un lugareño que contaba que había sido 'levantado' por una luz del mismo lugar donde cuidaba animales. La luz –decía este hombre- me levantó y me depositó en un hospital donde era observado por todos los que estaban. Después me devolvieron a la Tierra no sin antes regalarme una extraña cajita”.

 


Según don José, el vecino de apellido Freytes se colocaba la cajita en el oído para escuchar vaya uno a saber qué cosa. Al tiempo, llegaron a Zanjitas militares de la base de Mendoza y se la secuestraron con el consejo de que "se olvidara del asunto”.

 


“Una particularidad -se apura en señalar Woronko-, a don Freytes le quedó la lengua azul como un loro, como si estuviera manchada con tinta china. Ese hombre jamás había leído un diario o una revista, conocía muy poco la ciudad y en la zona era muy conocido, si hoy viviera, tendría unos 80 años”.

 


El ex fotógrafo también cuenta que en una oportunidad un funcionario judicial, que venía en auto del sur, sufrió un desperfecto mecánico y cuando despertó estaba estacionado frente a la ex fábrica de leche Lila. Y recordó casos similares en Justo Daract y en El Durazno, donde vieron a la distancia cómo explotaba contra la montaña una bola de fuego que él había visto pasar por Fraga cuando araba un campo. “Yo no soy muy estudioso de esos temas, pero creo que eso lo deben decir los expertos, pero se ve que algo hay. No sé qué es, pero lo que cuento es la pura verdad”, justifica sus testimonios.

 


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