SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Ramón Quiroga González, “El Lince Puntano”

Por redacción
| 12 de julio de 2016
En acción. El Gordini "El Lince Puntano" bordeando el dique San Roque en Carlos Paz, Córdoba.

El seudónimo de "El Lince Puntano" lo llevó hasta su tumba. Ramón Quiroga González fue un mecánico que tenía su taller en avenida Sucre casi llegando a lo que hoy es el pasaje Juan W. Gez y que sin proponérselo siquiera, participó en el IX Gran Premio Internacional de Automovilismo que se corrió por distintas provincias del país con un Renault Gordini 1093, en 1965.

 


Quiroga González se había hecho muy popular en la ciudad, los comentarios de buen mecánico, serio y profesional, fueron haciendo que la cartera de clientes se fuera ampliando rápidamente y hasta allí llegó con su Renault Edgardo Eliseo Bona para que le “viera el auto”.

 


Fue el inicio de una amistad que perduraría con el paso del tiempo que llegaría a su clímax, el día que don Bona le ofreció correr un gran premio con su auto representando a San Luis. Una de las condiciones que puso el dueño fue que de copiloto, fuera su hijo Edgardo Amílcar. En realidad, ésa era la única obligación que tendría González Quiroga.

 


Los preparativos en el auto comenzaron a funcionar rápidamente. El mecánico, muy conocido también en los ambientes automovilísticos de Capital Federal, había hecho méritos más que suficientes para ser, al menos, tenido en cuenta.

 


Después de analizar el proyecto y comenzar la preparación del auto, se buscó un seudónimo para el binomio sanluiseño, ninguno de los dos tripulantes querían usar sus verdaderos apellidos, vaya uno a saber por qué.

 


Hasta que una noche de las tantas que pasaban en el taller yendo y viniendo esmerilando válvulas, ajustando el cigüeñal y probando bielas, surgió el nombre a una sugerencia de don Edgardo Bona: “El Lince Puntano” y así quedó para siempre.

 


El IX Gran Premio estaba previsto que tuviera un recorrido que arrancaba en Avenida del Libertador en Buenos Aires con destino a Pilar, de allí las etapas serían: Carlos Paz-San Juan; San Juan-Catamarca; Catamarca-Tucumán; Tucumán-La Falda (Córdoba); y La Falda-Arrecifes.

 


En San Luis se hizo el motor y la mecánica. Ayudaban Melita, el padre del cerrajero; Simioli, que tenía un taller de chapa y pintura en avenida Sarmiento; “Pocho” Ponce, empleado de Quiroga González; en tanto que “Feco” Schmid, casi un niño, hacía sus primeras “armas” en el mundo del deporte motor y lavaba piezas.

 


Edgardo Amílcar, hijo de Edgardo Eliseo Mario Bona, al cabo copiloto de “El Lince Puntano” recuerda con exactitud los pasos que siguió el único representante de San Luis en ese gran premio. “Fui copiloto de 'El Lince Puntano' porque el auto era de mi padre y una de las condiciones que él puso, era que yo fuera sentado en la butaca derecha. Soy único hijo y él, sabiendo que me gustaban los autos, gracias a Dios, nunca me negó nada”, dice a modo de presentación.

 


Cuenta que unos días después  viajaron a Buenos Aires a un taller que tenían unos amigos de Ramón entre los talleres de los hermanos Lamela y Caldarella, en avenida Santa Fe al 3300, lugar que fue "la base de operaciones". "Nos fuimos en el auto, como asentándolo, éramos tres, Ramón, 'El Feco' y yo, estuvimos más de quince días allí, se terminó el auto, quedó un ‘chiche’ nuevo", expresa y agrega: "Allí se hizo encendido, carburación, y árbol de levas. Se colocó el chapón del piso y se reforzaron los amortiguadores para que tuvieran más resistencia a las condiciones de los caminos”.

 


Bona –en su casa de Tomás Jofré al 200- relata con nostalgia aquella única participación en una prueba de esa envergadura. No sólo por haber sido su copiloto sino también por todo lo que encerraba en su entorno y lo que significaba para San Luis. “Para mí fue una gran aventura y muy grata por cierto”, expresa con nostalgia.

 


También dice que tenían que competir con el equipo francés de Renault donde "estaban monstruos como Gastón Perkins, Carlos de Guimaray y ‘Cacho’ Fangio, quienes tenían autos preparados para esta prueba con frenos a disco en las cuatro ruedas, auxilios en todas partes y dueños de un aparato logístico y tecnológico de avanzada”.

 


Bona sostiene que el binomio que integraba era el único de San Luis, pero que como acompañante de un médico de la Sanitaria Federal corría ‘Pocho’ Ponce, empleado del taller de Quiroga González. “El médico venía de Buenos Aires, pero era cordobés. Participó con un Isard 700, pero se quedaron en el camino, una lástima”, señala.

 


“La expectativa era grande, ayer no es como hoy en el automovilismo, había expectativa y nosotros estábamos ansiosos y un poco sorprendidos por el movimiento que había en torno a los autos. Y llegó el gran día, fuimos al sorteo y nos tocó el número 232, categoría ‘B’, junto a los autos Unión, y más de ciento cuarenta participantes. Ver a pilotos como Gastón Perkins, Oscar Cabalén, Héctor ‘Pirín’ Gradassi, Carlos Reutemann y ‘Cacho’ Fangio era un acontecimiento. A la noche largamos en forma simbólica frente al Automóvil Club Argentino, en Avenida del Libertador hasta Pilar, donde estaba nuestro auxilio, mi padre, Rubén Anzulovich y un par de amigos, eso era todo, no había más”, detalla con orgullo.

 


El copiloto hizo una evaluación etapa por etapa. "Hicimos un buen papel a Carlos Paz, punto final de la primera etapa, largamos de noche y con los faroles a pleno, en el camino pasamos varios autos y también nos pasaron, llegamos sin mayores problemas, pero nos dimos cuenta que nos faltaba experiencia en este tipo de competición, con un auto de calle y con poca preparación, casi estándar.”

 


“La segunda etapa fue de Carlos Paz a San Juan ‑continuó‑, pasamos bien por Pampa de Achala, un lugar siempre complicado para este tipo de carrera, veníamos confiados y atentos a la radio. ‘El Gordo’ manejaba muy bien, ‘un capo’ al volante: responsable y cuidadoso, yo no sabía nada de mecánica, pero era el hijo del dueño del auto. Cada vez estábamos más cerca de San Luis donde había una neutralización de una hora. A esta altura y de acuerdo a la radio, veníamos en el puesto diecinueve con un andar firme y sostenido, el auto respondía, estábamos atentos a los ruidos del auto, queríamos llegar y estar con nuestra gente y demostrar que podíamos”.

 


Bona aclara que no recuerda la hora de llegada a la neutralización puntana, pero sí que fue fantástico. “Nunca vi tanta gente en la línea de llegada. Y eso que hace cincuenta y un año San Luis era un alfiler en el mapa”, expone mientras miraba una foto de ese momento cumbre.

 


“El arribo fue frente a lo que hoy es la Iglesia Nuestra Señora de Fátima en Juana Koslay, allí habían montado el palco de autoridades, había gente por todos lados. Yo tenía 17 años y Ramón 30, para nosotros era un sueño estar con nuestras familias y con amigos, todos se querían sacar fotos. Verificamos la presión de las cubiertas, los auxilios, miramos que todo estuviera bien, agua, aceite, combustible y antes de partir, nos informaron en qué puesto estábamos. La largada fue por la vieja ruta a San Juan”. El hijo del dueño del auto recuerda que el vehículo andaba muy bien, y era entre los particulares, uno de los mejores, su andar y la solidez que mostraba aún en los momentos más difíciles era admirable.

 


“Llegamos a San Juan en medio de un calor insoportable, con buen ánimo y nos sentíamos bien. En esa época era común que en los parques cerrados nos diéramos una mano entre todos, éramos solidarios y compañeros de ruta. Recuerdo que mecánicos del equipo oficial de Renault se acercaban a preguntarnos cómo nos sentíamos y si necesitábamos algo. Todo era más simple, había más espíritu deportivo. ‘El Gordo’ le dio una mano a varios para que solucionaran problemas”, admite.

 


El copiloto reconoce que el panorama comenzaba a cambiar, del llano a caminos de cornisa, polvorientos y de alta montaña, había que pasar por Aconquija, Tafí del Valle y Machado, zonas muy difíciles.

 


La llegada a San Juan y la partida a Catamarca había marcado el auto, un pinchazo a la hora de salir los retrasó un par de minutos. La peor o mejor parte del gran premio estaba por venir. “El Lince Puntano” se quedaba sin auxilio, don Bona, hasta ahí el único apoyo, debía volver a San Luis, sus obligaciones comerciales así lo indicaban.

 


“La ruta fue cambiando abruptamente, al llegar a la zona de la cuesta de ‘Los Miranda’, nos llevamos una sorpresa enorme, en una curva en ascenso, un grupo nos alentaba y saludaba eufóricamente, eran de San Luis, tuvimos tiempo de parar y nos encontramos en un Fiat 1500 al borde de la ruta, eran Tiberio Fioretto, ‘El Negro’ Arias, ‘El Negro’ Gómez y otro amigo. Fue una de las etapas más duras", rememora como si fuera ayer.

 


“Estos amigos, nos apoyaron hasta Catamarca", señala y agrega una pintoresca anécdota: "Éramos tan novicios, tan inexpertos, que en el baúl del auto, teníamos unas valijas con ropa, se las pasamos a ellos para alivianar el auto y así fue, llegamos muy bien ubicados, a esta altura de la carrera nos sentíamos con el deber cumplido pese a que nos faltaban llegar a Tucumán, de allí a La Falda y a Arrecifes, punto final de la prueba", describe con emoción.

 


Bona cuenta que en Tucumán se llevaron otra gran sorpresa. “La familia Padilla, muy arraigada en esa provincia, sabía de nuestro derrotero en el camino. Nos hicieron el aguante, pusieron un taller a nuestra disposición, el mismo que tuvo el equipo oficial de Renault y nos alojaron en un hotel de nivel. ¿Qué había pasado? Se pregunta; uno de los Padilla era gerente del Banco Nacional de Desarrollo y era amigo de mi padre, él fue el gestor de todo ante sus padres y hermanos”.

 


“De Tucumán a La Falda hicimos un excelente trabajo, el auto estaba casi intacto y nos acercábamos a los primeros, hasta nosotros estábamos sorprendidos. Los problemas comenzaron en la última etapa, veníamos cuartos o quintos en nuestra categoría, rompimos un ruleman de la rueda delantera y estábamos por abandonar cuando ‘El Gordo’ sacó de donde no teníamos, y a mazazos logró solucionar el problema".

 


"Terminamos decimoprimero en una carrera que ganó Gastón Perkins. Corrían pilotos de todo el país, más uruguayos, peruanos y los autos como los Saab (suecos). Ésa fue la primera y única actuación de 'El Lince Puntano'. La llegada a San Luis fue inolvidable. Habíamos corrido por el apoyo de mi padre. Nadie confiaba en que podíamos dar la vuelta y lo hicimos”, dice con orgullo uno de los integrantes del binomio de automovilistas, que nació de un gusto que un padre le quiso dar a su único hijo.

 


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