Dos jóvenes salieron corriendo de la aseguradora de Jorge Andrés Maturano. Detrás salió él, hizo unos pasos en dirección a su Volkswagen Surán, que siempre dejaba estacionada en el frente y con la llave puesta, y se desplomó en medio de la calle. Ésa es la imagen que vio una vecina de la calle Belgrano, unos metros al oeste de Caseros, cuando llegaba a su casa, ubicada al frente de la oficina de la víctima. Sintió tanto miedo que se apuró a entrar y llamar a la Policía. Fue la primera en enterarse del crimen, cometido el lunes alrededor de las ocho y media de la noche. Y su testimonio les dio a los investigadores algunos de los datos con los cuales ahora rastrean a los autores del asesinato del ex combatiente de Malvinas, que fue baleado en el cuello con un revólver calibre 32.
Eran dos, eran jóvenes y huyeron a pie. Al menos hasta las inmediaciones de Belgrano y Constitución. Tal vez en esa esquina, o en las cercanías, los esperaba algún vehículo, pero de eso no hay ninguna pista, según trascendió de una fuente del caso.
En la oficina de Maturano, sobre el escritorio, en un pequeño mástil de madera, quedó enarbolada una Bandera Nacional con la leyenda “Malvinas Argentinas”.
El local que alquilaba el ex combatiente de Malvinas está desolado desde ese día, como sus familiares y como los vecinos de la zona de Belgrano y Caseros.
En un sillón descansa una Bandera de Ceremonias. Es la del Centro de Ex Combatientes “2 de Abril”, que Jorge fundó hace años junto a otros veteranos de guerra y del cual era vocal hasta el día que lo mataron. Al lado de la insignia nacional quedó, apoyado en la pared, un cartel del centro, con la silueta de las Malvinas.
Son todas referencias de cuánto significaban para él la Enseña Patria y las islas por las que peleó en 1982.
Jorge trabajaba solo en su negocio. “Cuando yo salía para mi casa lo saludaba y le decía siempre que se cuidara, que no se quedara hasta tan tarde”, comentó, todavía conmovida, Evelia, la empleada doméstica de la familia Nóbile, dueña del edificio donde Maturano alquilaba una oficina.
Calculó que hace ya como trece años que el veterano de guerra se instaló allí como productor de seguros. Y elogió lo buen vecino que era. Los mismos comentarios, sobre la calidad de gente de la víctima, hizo Alicia, dueña de “La Casa de las Membranas”, un negocio tradicional de la ochava suroeste de Belgrano y Caseros.
La comerciante colgó una Bandera Argentina en el frente de su local, con un cartel con la leyenda “Matu, te vamos a recordar siempre”, a modo de homenaje al colega y ex combatiente.
Alicia tiene la impresión de que los delincuentes que atacaron a Maturano estuvieron vigilando y esperaron a que ella cerrara su negocio para atacarlo.
Los vecinos no recuerdan que haya habido muchos robos graves en la zona, pero cuentan que son frecuentes los ataques a autos estacionados, hurtos y arrebatos callejeros.
“Siempre se escuchan las alarmas de los autos”, comentó Alicia. Su testimonio coincide con el del ex jefe de Policía y ex senador provincial Jorge Omar “Tití” Morán, que vive por Belgrano, entre Constitución y Caseros, media cuadra al oeste y por la misma vereda del local donde asesinaron a Maturano.
“Mi cuñada tiene el pelotero acá al lado –en Belgrano 1354– y cuando hay cumpleaños siempre les abren los autos”, comentó.
Al vecindario no le pareció mal, aunque le resultó chocante, que el martes bien temprano, diez horas después del homicidio, aparecieran cuadrillas municipales a poner luminarias en la calle y a podar los árboles que entorpecían la escasa iluminación que había.
Aseguran que rara vez ven un patrullaje policial por la zona. Y les gustaría que hubiera rondines frecuentes para prevenir delitos.
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