La obra maestra de Federico García Lorca, “La casa de Bernarda Alba”, fue elegida y ovacionada por el público sanluiseño en dos noches de un clásico.
La creación de Federico, un escritor crítico en una época convulsionada de la historia española, fue renovada por la mano de José María Muscari, quien potenció el humor negro de la original. Gran cantidad de público disfrutó de las dos funciones en la sala teatral de Puente Blanco, el miércoles, y la noche siguiente en Villa Mercedes, con lo que certificó que las propuestas artísticas generan inquietud entre los puntanos.
En camarines, Norma Argentina vio antes de la función a quien fue su compañera de ficción en la película “Franzie”, Mimí Ardú. Como buena anfitriona, no fue con las manos vacías: el resto del elenco disfrutó de unos ricos alfajores sanluiseños. El personaje de Ardú en "La casa..." tuvo un romance con el personaje fallecido y es una de las dos criadas. La otra es el personaje de Silvia Kutica como Poncia, la única que se le planta a la dueña.
Con una cuidada iluminación y una música que causaba los efectos deseados, sólo unas paredes, un mesón y algunas sillas fueron el amoblamiento, aunque las actrices no llenaron la escena por la cantidad, sino por la calidad de sus performances.
Con un elenco de nueve destacadas actrices que muta según las obligaciones de cada una, por la pieza ya pasaron a lo largo de sus años en cartel Marta Bianchi, Andrea Frigerio, Martina Gusmán y hasta Barbarita Vélez.
El papel de Bernarda Alba, que interpretó en su momento la recordada Norma Pons, recayó ahora en María Rosa Fugazot, quien para el personal doméstico, es la reina madre de “las cinco ovejas degolladas” que son sus hijas.
La acción comenzó la mañana que enterraron a Antonio Benavídez, el difunto patrón de estancia, con las primeras órdenes de Bernarda de salvaguardar “la imagen de sus hijas”. Dominadora y represiva a golpe de bastón, el personaje habla de sí misma en tercera persona porque tiene “los sentidos de viuda y madre bien puestos”.
Todas de negro durante el impuesto responso, los personajes femeninos están deprimidos porque no toleran esa situación, alejadas de los hombres por imposición de la matriarca.
La mayor es Angustias (Katya Alemann) que se casará con Pepe el Romano. El resto de las hermanas son Magdalena (Mariana Prommel), Amelia (Laura Espínola), Martirio, que en una gran caracterización tras unos grandes anteojos y “una fealdad que asusta” estaba Emilia Mazer, y Adela, la más joven que se cambió el negro de luto por un verde ‘cotorra’ porque tiene ganas de vivir y disfrutar, fue interpretada por Mar Mediavilla. Erika Wallner fue María Josefa, una abuela que desvaría.
“¿Qué hora es?” preguntan en la obra. “La peor de todas”, se contestaban con sarcasmo e ironía, porque según el grupo, “la suerte siempre va con quien menos la merece”.
Encorvadas, abatidas, vestidas de negro y con un rosario en sus manos, todas las protagonistas pagaban los primeros de sus 8 años de luto, impuestos por la ley que la reina quiere cumplir.
Silencio atento en la sala, pocas toses rompieron el silencio impuesto por necesidad teatral que siempre será invadido por un ringtone irrespetuoso.
“Nací con los ojos bien abiertos y no los voy a cerrar hasta que muera”, sentencia Bernarda ante situaciones que no ve o no acepta, aún cuando pierde lo más preciado y necesita que nadie sepa la verdad en su casa. Y todo seguirá como ella quiere.
Un cerrado aplauso de pie le dio fin a la pieza, y sin ningún divismo, las actrices salieron al hall a saludar y mezclarse entre quienes las esperaban, con una naturalidad tal que parecía la espera para entrar a la función.
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