SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Jorge "Cholo" Torres y su pasión por la música cuyana: la tonada jamás morirá

Por redacción
| 28 de julio de 2016
La primera. La formación inicial de "Las Voces del Chorrillero": Víctor "Chiquito" Velázquez, Omar "Pucho" Moyano, Mario "Poroto" Rivarola y Jorge Horacio "Cholo" Torres. San Luis los aplaudió de pie.

Se ve la polvareda, /ya llega, ya llega, /montando macho zaino, /ya llega, ya llega, doña Juana Bailona, /cuyana fiestera. No hay ranchada en el pago/que no conociera, /a la Juana Bailona, /cuyana fiestera.

 


Pone la pata en quincha/pulsando alguna encordada, /recordando cogollos/de viejas tonadas. / ¡Viva Juana Bailona, /linda criollaza puntana!”.

 


Si siente alguna cueca, / primera en la rueda, /revoleando el pañuelo, /¡qué lindo, la viera!, /a la Juana Bailona, /cuyana fiestera.

 


Luego monta en su zaino, /se aleja... se aleja.../ dejando en cada rancho, /recuerdos que alegran. /Así es Juana Bailona,  /cuyana fiestera.

 


Dice la cueca cuyana "La Juana bailona",  que escribió y musicalizó Julio César Navarro y cantaran con singular éxito "Las Voces del Chorrillero" que integraron históricamente Víctor "Chiquito" Velázquez, Oscar "Pucho" Moyano, Mario “Poroto” Rivarola y Jorge Horacio “Cholo” Torres, quien falleció recientemente a los 71 años. Jorge  Torres y Mario Rivarola fueron los creadores del renombrado conjunto folclórico sanluiseño que llevara nuestra música a todo el país y en la figura de "Cholo", hasta Estados Unidos.

 


Hoy se los considera emblemas del folclore puntano con más de 50 años arriba de un escenario.

 


Recordar a Jorge Horacio Torres es un poco difícil. Dueño de una personalidad fuerte, y siempre atento a lo que lo rodeaba, "Cholo" fue construyendo su vida artística junto a Mario Rivarola, otro sanluiseño y folclorista de ley.

 


Trabajaba en la Municipalidad de San Luis, y Rivarola en la Dirección de Minería de la provincia. Juntos formaron Rivarola-Torres, pero se sumaron Víctor "Chiquito" Velázquez  y Oscar "Pucho" Moyano, eran "Las Voces del Corrillero". En 1969, ganaron el Camín Cosquín en uno de los festivales folclóricos más importante de Sudamérica. Ése fue el trampolín para que grabaran su primer disco con el sello Odeón.

 


En los primeros años, el dúo subió a diversos escenarios como Rivarola-Torres, pero cuando se sumaron Guevara y Moyano marcaron un antes y un después en el mundo de la tonada hasta el fallecimiento de estos dos últimos.

 


A raíz de la desaparición física de "Chiquito" y "Pucho", el grupo se desintegra casi literalmente, Rivarola continúa haciendo música en San Luis, y Torres se suma a una formación musical villamercedina: "El Grupo Puntano" integrada por "Cuso" Quevara, Raúl Mendoza, y Rubén "Nacho" Aguiar fijando su radio de actuación mayoritariamente en Villa Mercedes, saliendo a tocar en diversos escenarios del centro del país.

 


Jorge Torres era un forjador de amistades, le gustaba esa vida, a veces pasaba prolongadas reu-niones interpretando canciones y haciendo arreglos para mejorar o adaptar a su estilo las partituras.

 


Pero el instinto por conocer y hacer que la música cuyana trascendiera lo llevó a Estados Unidos. En Nueva Jersey vivió con su compañera de la vida, Lilian "Chicha" Zavala. En 1977, la pareja preparó las maletas y fue a probar suerte atento a la invitación de su gran amigo, Juan Oros, que lo invitaba a sumarse a una importante legión de sanluiseños radicados allá. Oros tenía un conjunto “Argentina Cuatro”, él era la segunda voz. Tocaban en diversos escenarios yanquis, esa actitud le abrió oportunidades laborales a su amigo del alma en una población de habla hispana que era muy importante.

 


Una de las primeras actuaciones que se le conoce a “Cholo” en Estados Unidos fue en la “Casa del Gaucho” donde tocaba “Argentina Cuatro”, hasta allí lo llevó su amigo Juan. Jorge Torres al ser un eximio músico, acompañó a cuanto artista argentino pasara por ese escenario.

 


Los nuevos contactos le abrieron las puertas de “Añoranzas” donde cosechó amigos y colegas con quien compartía largas tertulias, estuvo allí por un par de meses y posteriormente en “La Estancia”, un conocido restaurante neoyorquino. También lo hizo en un teatro; el “Caniggi Hool” donde acompañó a otro argentino, el tanguero  Jorge Cortez, que radicado en Miami, era la figura del lugar. Su periplo en Estados Unidos llegó a su fin cuando su esposa, que nunca se acostumbró a la vida norteamericana, le pidió que regresaran. La familia pesaba mucho y así fue.

 


En su retorno, de paso por Buenos Aires, se reunió con Ernesto Villavicencio y juntos fueron a tocar con Roberto Grela. Esa actuación, dicen, fue memorable para los cultores de la música ciudadana.

 


"Cholo" volvió a San Luis de donde nunca se había terminado de ir y reeditó con Rivarola una nueva agrupación de "Las Voces..." integrada por Rivarola (se volvieron a juntar) y convocaron a Hernán Leyes, Leo Ojeda, Mario y "Cholo”.

 


“Cholo”, hijo de Arturo Torres y de Ilsa Ojeda, contaba que tenía siete hermanos; Arturo, Roberto, Gladys, Mireya, Perla, Mary y Walter, continuó su derrotero musical, muchos decían que llevaba la tonada en la piel y así tiene que haber sido porque nunca dejó de cantar, ni aún cuando su salud, le fue marcando el camino para que pusiera un freno.

 


Su última mujer, Lilian Zavala ‑quien le dio una de sus dos hijas‑, dice que lo conoció en La Carolina, en una peña folclórica. “Yo estaba de vacaciones, estudiaba obstetricia y con mis padres fuimos a la peña donde actuaban 'Las Voces del Chorrillero'. Apenas me vio y sin conocerme me dijo ‘yo me voy a casar con vos’. Nunca imaginé que me dijera eso. Pero bueno no lo vi más por un largo tiempo”. Y agrega: “Mi hermano Quito era muy amigo y se reunían con frecuencia, pero yo nada que ver, ese día fueron a mi casa a descansar y todo quedó ahí”.

 


"Chicha" hace un alto en su relato para después decir que volvió a los años con el título de obstetra y que ingresó a trabajar al Hospital Regional. Recuerda que “un día se hizo un acto y volví a ver a "Cholo" y me repitió lo mismo, él ya estaba casado y me pareció un despropósito sus insinuaciones. Pero bueno, a la semana me llamó, fuimos a cenar y después a bailar a "Kangaroo", un boliche ya desaparecido".

 


"Nuestras familias se pusieron muy mal, pero ‘Cholo’ habló con su señora y una vez que se separó se fue a vivir al 'Hotel 17' frente a la vieja terminal de ómnibus. Después de un año, oficializamos nuestra relación. Reconozco que fue causal de varios desencuentros familiares, pero el amor pudo más y vivimos juntos casi hasta el final de su vida”, aclara.

 


“Cholo tenía 43 años, cuando se le declaró diabetes, él nunca hizo lo que tendría que haber hecho cualquier enfermo: cuidarse. Así comenzaron los desencuentros. A eso había que sumarle los problemas afectivos, que lo llevaron a querer vivir solo, como queriendo aislarse de todos, 'Cholo’ era un excelente padre, que jamás desamparó a sus hijas".

 


"Los últimos cuatro años los vivió en la casa de sus padres, en Julio A. Roca y San Martín, casi no podía caminar,  lo ayudaba en todo, hasta un sacerdote lo fue a ver varias veces, siempre lo acompañamos. Su problema pasaba por lo afectivo, se sentía muy solo. Pero era lo que había elegido”, dice con tristeza y resignación.

 


Su vida artística como el de "Las Voces...", pasaba por donde había música, festivales, peñas en San Luis, Mendoza, San Juan, o sur de Córdoba, donde eran muy convocados.

 


Jorge Horacio Torres tenía una voz muy particular y cantaba muy bien los tangos, pero daba la vida por la tonada, su música, la música de Cuyo. Y así fue hasta que su enfermedad lo doblegó.

 


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