12°SAN LUIS - Miércoles 01 de Mayo de 2024

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Silvio Gustavo Assis, voluntario por voluntad

Por redacción
| 09 de septiembre de 2016
Voluntarios argentinos. Todos en una foto institucional. Se los identificaba por colores. Rojo (Servicios Médicos). Azul (Oficiales Técnicos). Amarillo (Áreas Operacionales). Verdes (Servicios de Eventos).

Silvio Gustavo Assis, vecino de Las Chacras en San Luis, formó parte de los 400 voluntarios argentinos (los otros provenían de Buenos Aires y Santa Fe), que trabajaron en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Silvio, de profesión arquitecto, como tantos otros jóvenes argentinos se inscribió en el año 2014 y fue aceptado. De allí en adelante fue haciendo cursos de idioma; inglés y portugués y también de relaciones públicas como para ir tomándole el pulso a lo que se avecinaba.

 


Para llegar a Río tuvo que hacer muchas cosas, entre ellas dejar ordenada su agenda profesional y laboral. Pagarse los pasajes a Río y la estadía, en tanto que el Comité Olímpico corrió con los gastos de comida y traslado mediante la tarjeta Río-Car que le simplificaba todo el movimiento terrestre y marítimo.

 


Silvio Assis, tiene 28 años, dice que le resulta muy difícil escoger las palabras adecuadas para describir lo que siente, fueron demasiadas situaciones vividas en muy corto tiempo, lo más parecido que viví a un sueño, he posteado hasta el cansancio que no me despierten. Era como dormirme dentro de otro sueño, un sueño olímpico que venía  alimentando desde que era muy chico.

 


“Claramente esto superó ampliamente mis expectativas, lo soñé mil veces, luché por ellos y fui detrás de esto, lo busqué demasiado, pero nunca pensé vivirlo de esta manera. Lo veía por tele ansioso cada cuatro años que se me pasaban volando, me veía todos los deportes que podía. Lo veía muy lejano, nunca imaginé estar tan cerca de personas que tanto admiro, compartir sus emociones, alegrías, tristezas, estar en sus éxitos y derrotas...”.

 


 “Las competiciones se llevaron a cabo en 33 recintos deportivos de cuatro barrios de Río de Janeiro; Maracaná, Barra da Tijuca, Deodoro y Copacabana. En principio iba a estar trabajando en el Maracaná, pero luego me dieron escala de trabajo en el estadio 'João Havelange' conocido popularmente como 'Engenhão”, dijo Silvio.

 


“Hay un ente extraño en la zona norte de Río (se supone que es el estadio olímpico y se ruega no ser muy cruel con él porque lo ha pasado muy mal). Vivir a la sombra del Maracaná no es fácil. Sólo el Cristo Redentor y el Pan de Azúcar están por encima en cuanto a fama universal en la ‘Ciudad Maravillosa’. Pero lo cierto es que los Juegos Panamericanos de 2007 necesitaban reactivar el entramado de instalaciones deportivas de la ciudad, repleta de recintos jubilados”.

 


“El estadio olímpico se hizo realidad, aunque fue sepultado por la interminable pisada del gran coloso desde el principio de los tiempos. Ni siquiera en aquellos Panamericanos para los que fue erigido se vistió de gala para la apertura y la clausura".

 


"En estos juegos, plagado de reformas impropias de una construcción nueva, se convierte en el primer estadio olímpico que se quedó sin las glamorosas ceremonias, que se irán a Maracaná, como Dios y el Cristo mandan. Además, su capacidad oficial (45.000 espectadores), es la más pequeña desde hace casi un siglo: el estadio olímpico Yves-du-Manoir contaba con la misma capacidad en los Juegos de 1924”, aseveró.

 


El voluntario agregó: “El Comité Olímpico Internacional obligó a la organización a colocar gradas supletorias con 15.000 asientos más.

 


En la historia de los juegos se transformaron estadios de cricket en olímpicos, se organizaron competiciones que duraban meses, se descentralizó obviando la necesidad de un estadio principal, pero jamás ninguna infraestructura de tamaño calibre sufrió semejante afrenta”.

 


El voluntario nacido en Córdoba, pero radicado en Las Chacras, San Luis, agregó: “Las instalaciones de cableado de energía, telecomunicación, iluminación, cronometraje y retransmisión, también se descentralizó. En paralelo, se trabajó en el drenaje. También se realizó el montaje de las gradas supletorias. La instalación de la pista de atletismo fue el último paso… en el proceso de transformación del mismo.

 


Aclara que la inmensa mole de cemento y de muy linda arquitectura, acogió, con humildad, algún partido de fútbol y, merecidamente, a las estrellas mundiales del   atletismo donde todos brillaron más allá de los resultados.

 


También dijo que trabajar en el estadio fue lo mejor que le pasó en Río 2016, ya que en el mismo se desarrolló todo el atletismo; 100, 200, 400, 800, 1.500, 5.000, y 10.000 metros llanos. 110 y 400 metros con vallas. 3.000 metros con obstáculos. Las postas 4x100 y 4x400.  Salto en alto, salto con garrocha, salto en largo y salto triple. Lanzamiento de disco, de martillo, de jabalina y decatlón-heptatlón (masculinos y femeninos).

 


Assis, manifestó que del 12 al 20 de agosto, que fueron los días que se desarrolló el atletismo en el estadio y perteneciendo a la fuerza de trabajo en el área de Eventos y Servicio su labor era controlar los ckeck-in de periodistas, familiares de atletas, atletas y autoridades. Como así también informando a los espectadores dentro del estadio sobre sus ubicaciones e instalaciones.

 


Cuando fue consultado por la experiencia vivida, no dudó en  decir que este voluntariado le dejó muchísimas sensaciones y una experiencia inolvidable, los valores olímpicos que les transmitieron y el recibimiento, hizo que se sintiera como en su casa. La diversidad e inclusión fueron los estandartes, ser parte del evento deportivo más importante del mundo y hacer de él un todo; lo considera un éxito total”. “Por último, me queda una felicidad indescriptible y el orgullo de haber estado. No dejo de asombrarme sumergido en los recuerdos de esa ciudad maravillosa, fui bendecido por lo vivido. Qué más puedo decir, el deporte es mi vida...”, manifestó con orgullo. Y dijo sentirse como un deportista más.

 


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