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Dos locos lindos ya son parte del aire puntano

David Stieffel y Marcelo Elena, los fundadores de Aero San Luis. Uno es santafesino y el otro cordobés, pero vieron que no había una empresa que se dedicara a la aplicación aérea de fitosanitarios y dieron el primer paso.

Por Marcelo Dettoni
| 05 de noviembre de 2017
Binomio. El santafesino David Stieffel (en la cabina) y el cordobés Marcelo Elena, aplican fitosanitarios por vía aérea. Foto: Gentileza.

La aplicación de fitosanitarios por vía aérea, e incluso la siembra desde aviones agrícolas, van ganando adeptos en los campos de San Luis. Cada vez son más los productores que se convencen que hay que gastar un poco más de lo presupuestado en años anteriores para recibir los beneficios de este tipo de prácticas, que pasan por la rapidez, la eficiencia y la superficie que pueden abarcar en ventanas que cada vez son más estrechas debido a las contingencias climáticas.

 

Ante este panorama prometedor, dos pilotos agrícolas decidieron unirse para formar Aero San Luis, la primera empresa que se dedica a la agricultura desde los cielos que tiene base en la provincia. Se trata del santafesino de Cañada Rosquín, el pueblo de León Gieco) David Stieffel y el cordobés Marcelo Elena (de Vicuña Mackenna), quienes tienen una relación de larga data con los cielos (y los suelos) puntanos.

 

“Yo desembarqué en San Luis en 2008, cuando con otros tres socios compramos el campo La Moneda, en Alto Pelado”, se presenta Stieffel, quien durante años fue y vino por aire y por tierra desde su provincia hasta esta enorme extensión agrícola ubicada a ambos márgenes de la ruta 11, camino al sur de San Luis. Ahora, con la empresa aérea en marcha, se radicó en Potrero de los Funes con su mujer Ximena y sus dos pequeños hijos.

 

El caso de Elena es distinto. Él no tiene extensiones de tierra para explotar, lo suyo es pura y exclusivamente el amor por los aviones, lo que lo llevó a estudiar para piloto ya de grande y con una familia conformada, pero no paró hasta conseguir su licencia. “Vivo en Vicuña Mackenna, a pocos kilómetros del límite con San Luis, así que conozco bien la provincia y como ya contaba con un avión propio, hace años que vengo haciendo trabajos de aplicación de fitosanitarios y de siembra en campos de esta zona”, cuenta.

 

Se conocieron hace ya varios años mientras hacían el curso de piloto, trabaron buena relación, se prometieron varias veces este sueño que ahora están llevando a la práctica. “Nos une la pasión por manejar aviones, pero este año nos dimos cuenta que contábamos con los medios como para establecer Aero San Luis en la provincia, porque hasta ahora los productores tenían que contratar el servicio afuera, ya sea el mío en Vicuña Mackenna o el de otros colegas en Marcos Juárez o Río Cuarto. Ahora podemos partir desde bases puntanas, lo que nos permite ahorrar tiempo y sumar clientes”, explica Elena, quien retomó el contacto con Stieffel un día que le fue a arreglar el equipo satelital de su avión.

 

La porción de Stieffel y dos de sus socios en La Moneda está alquilada al Grupo Boeler, mientras que el cuarto, Espartaco Bailleres, recuperó la suya y la explota por su cuenta. La magnitud del campo hace que el tráfico de camiones sea constante en este rincón del sudeste de San Luis, a siete kilómetros del ingreso a Alto Pelado. La campaña gruesa terminó hace rato, incluso ya comenzaron los trabajos para la nueva implantación de soja y maíz, pero sin embargo siguen saliendo vehículos cargados con maíz que estaba guardado en los silos.

 

Stieffel y Elena están ajenos a ese movimiento. Ellos vienen a diario al casco de la estancia, que no fue alquilado junto con los lotes agrícolas. Allí armaron un inmenso hangar para guardar los dos aviones (cada uno aportó el suyo a la causa común), donde también está una casilla rodante moderna, con todas las comodidades para los empleados que trabajan en la base. “Son cordobeses de Mackenna, como yo, los conozco, les tengo mucha confianza e hicieron todos los cursos que dictó la provincia para poder manipular los fitosanitarios”, dice Elena.

 

“El avión tiene varias ventajas, porque controla mejor el proceso, usa una base única, puede extender su radio de acción hasta 70 kilómetros a la redonda y el consumo de agua es infinitamente menor: cinco litros por hectárea, contra 100 litros de las aplicaciones terrestres”, enumera Stieffel antes de subirse a su AT 502 para ir a hacer una pasada con una mezcla de glifosato y un selectivo para malezas de hoja ancha sobre un barbecho en un campo al sur de Alto Pelado.

 

En tierra esperan Elena y los dos empleados, Federico y Maxi, quienes se encargan de manejar la mezcladora de acero inoxidable donde preparan el caldo que luego van a cargar en el avión. Es un proceso delicado, que requiere de guantes y mucha agua para mantener limpio todo. La sacan de un tanque de plástico de 3.000 litros de capacidad a través de una manguera negra y ancha. La mezcladora cuenta con un motor trifásico y una motobomba que eleva el producto al avión, que puede cargar hasta 2.000 litros, aunque por precaución ellos suelen no pasarse de los 1.600.

 

“Es importante mezclar bien y luego hacer el triple lavado que exige la Ley de Fitosanitarios. Los envases vacíos, después de este proceso, van a un acopio y los recolecta una empresa autorizada para reciclarlos. Hacen durmientes, postes para alambrados y mangueras”, explica Elena mientras el trabajo en tierra es intenso.

 

Al rato llega Stieffel, aterriza suavemente en la pista de mil metros que fue reasfaltada cuando armaron la empresa y Maxi se sube a la trompa con un tarro de Blem y un trapo para limpiar el parabrisas del avión, que está lleno de bichos. Al mismo tiempo Federico pasa por debajo del fuselaje para cargar más producto en la tolva y lleva la manguera del surtidor de combustible al costado del ala. Estas aeronaves cargan J-P1, un compuesto especial de YPF, que en la jerga también se denomina "Jet".

 

El AT 502 es un avión moderno de origen estadounidense, a turbina, lo que mejora la prestación porque presenta menos roturas que los viejos con motor a pistón y además gastan menos combustible. Son los mismos que utiliza el Plan Nacional de Lucha contra el Fuego para combatir los incendios forestales. Los de Aero San Luis además cuentan con un equipo "smoker", que despide estelas de humo durante el vuelo para ver si hay algún cambio en la dirección del viento.

 

El viento es un actor fundamental en todo momento. A un costado de la pista hay una veleta, que es un artefacto de poliéster, de color anaranjado que resiste la lluvia y el sol, que siempre tiene la boca abierta hacia donde sopla y extiende la manga para marcar la dirección. “Tenemos internet, consultamos todos los días la página Wind Gurú, que da pronósticos prácticos y concretos, pero la que define siempre es la veleta” asegura Elena, quien marca el límite: “Hasta los 15 kilómetros por hora se puede aplicar, con más viento no”.

 

El problema es la famosa deriva, que puede hacer que el producto termine en otro campo, o sobre cultivos que no deben recibirlo. “Con viento, aplicamos una gota más gruesa, y además agregamos coadyuvantes y productos antideriva”, agrega el piloto cordobés, quien cuenta que con lluvia tampoco salen: “De todas maneras es buena para limpiar la tierra que se posa sobre las malezas, tampoco el avión levanta tanto polvo. Eso sí, hay que aplicar apenas”. Otro factor clave es la humedad relativa, necesaria para que la maleza se mantenga viva, sin estrés hídrico y que absorba el producto. En Alto Pelado, lamentablemente para los intereses de los aplicadores y productores, brilla por su ausencia.

 

La Ley de Fitosanitarios de San Luis, que tanta polémica trajo este año con sus idas y venidas en cuanto a las distancias de aplicación, no cambió una coma en cuanto a los trabajos aéreos: hay que fumigar a un mínimo de 1.500 metros de las zonas periurbanas. Ellos lo saben y toman todos los recaudos. “Exigimos un plano para ver dónde termina el ejido urbano de cada localidad y además estamos armando un banco de datos para ver dónde están las casas de campo y los colegios rurales”, anticipa Stieffel.

 

La empresa, que está gestionando el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción, quiere organizar cuatro reuniones con productores para exhibir las ventajas de la  aplicación aérea consciente. La primera sería el 14 de este mes en Villa Mercedes, y luego harán otras en Alto Pelado, Merlo y el corredor Quines-Candelaria.

 

 

Con el foco en el ambiente

 

 

La aviación agrícola se ha convertido en una herramienta clave dentro de la producción, por su capacidad de actuar en forma rápida, eficaz y en lugares inaccesibles para vehículos terrestres, mientras mantiene la capacidad de cuidar el medio ambiente. Esto es posible, entre otros factores, porque las aero-máquinas requieren menos agua que una terrestre, no pisan el cultivo, mejoran el rendimiento de la producción de granos con menos insumos, no diseminan enfermedades a los lotes linderos y no producen compactación, evitando labores posteriores que consumen combustible.

 

Las aplicaciones aéreas son un componente indispensable de la agricultura intensiva, que exige elevada productividad y sustentabilidad en una superficie de producción limitada. Genera beneficios al medio ambiente al contribuir al máximo rendimiento de los cultivos, en el menor número de hectáreas utilizadas, difundió la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas.

 

La organización destacó que las aplicaciones aéreas son sustentables a largo plazo, lo que permite que pueda trabajarse durante muchos años y muchas generaciones. Además, este mayor cuidado lleva a que las empresas aeroagrícolas sean más responsables socialmente con las comunidades locales, demostrando que son profesionales serios y comprometidos.

 

A través de las capacitaciones que realiza Fearca, sus miembros brindan un servicio de calidad y seguridad en el cumplimiento de las normas de cuidado del medio ambiente. La Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas es una entidad sin fines de lucro creada para desarrollar, fomentar y difundir la Aviación Agrícola argentina en todas sus aplicaciones.

 

 

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