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“Batalla de gallos”: las rimas callejeras en las plazas de Merlo

Por redacción
| 12 de abril de 2017
Es la forma más entretenida de formarse como persona", dijeron en la charla con el diario.

Payadores de una cultura que resiste. Poesías callejeras que quedan en el aire y son de todos, pero no son de nadie. “Batalla de gallos”. Enfrentamiento de ideas. Bajo el sol merlino conjugan verbos los pibes que se baten a duelo en rimas espontáneas, y forman el grupo "Línea Flow". Ismael, Matías y Agustín promueven batallas sin insultos en las plazas de la villa turística. “Esto se convierte en un estilo de vida”, acuerdan.    

 


El aire serrano y frío parece dar tregua en este inicio de otoño con mínimas de 3 grados. El sol de la siesta merlina le da más volumen a las sierras desde la plaza Sobremonte. A la sombra del Corredor de los Comechingones tres chicos nacidos en Buenos Aires siguen batallando contra el desarraigo. Son de aquí pero son de allá. Viven en Merlo desde hace años.

 


En la década del 70 en barrios marginales de Nueva York, afroamericanos se batían a duelo de rimas. El racismo era resuelto en giros literarios que salían de bocas hambrientas de justicia. Era casi una guerra perdida. La utopía y el caos, el dolor y la fuerza. Las palabras del hip hop pegaban en el orgullo. Los más inteligentes ganaban respeto. Juglares que gritaban sus penas, en formas lindas. DJ Afrika Banbaataa fue uno de los creadores del estilo. Así empezó todo.  

 


La batalla de gallos se desprende del hip hop y es freestyle, cuenta Ismael Paniccia, que tiene 20 años y trabaja de tatuador y body piercing. Es partidario de la “frase bien hecha”, un enfrentamiento en donde “se degrada al otro” pero “sin insultos”. 

 


Interrumpe Matías Mochnal y aclara que el rap “no es agresivo” sino que “se trata de ser inteligente para degradar”. Terminada la batalla, todos se dan la mano. “Abajo del escenario son todos amigos y hasta se emborrachan juntos”, agrega Matías, que ayer cumplió 21 años y compone y produce canciones mientras espera un trabajo en la Municipalidad.   

 


Agustín “Rasta” Fronciani tiene un aire reggae, 19 años y trabajo de herrero, aunque es barman. Para él el hip hop “es la forma más entretenida de formarse como persona”. Matías vuelve a interrumpir. Asegura que “las rimas obligan a leer sobre historia, literatura, sobre la vida”. El gallo que no tiene una cultura general consistente suele morir en garras de un gallo más preparado, en poesías urbanas con verdades crudas, rimas que emergen de las vísceras al descubierto. Rapear no es fácil.

 


Los chicos dicen que pertenecen a “una cultura que está mal vista” porque “muestra la crudeza de la vida”. “El hip hop no te va a expresar las cosas como Márama, el hip hop te dice la verdad”, aclara Matías, pero ahí nomás reivindica “respeto a todos los estilos musicales”.

 


“El respeto para nosotros es riqueza, ya sea en freestyle o break dance”, dicen casi al unísono. Para el “Rasta” las rimas “son una adicción”. Ismael aprovecha para contar que él ve esta “movida” muy provechosa para “evitar que los chicos consuman drogas o estén haciendo otras cosas en las calles”.

 


En la batalla de gallos los problemas se dirimen en enfrentamientos poéticos. Los pibes porteños enamorados de Merlo, su nueva casa, aseguran que “no hay nada más lindo que ver cómo los chicos cuando tienen problemas entre ellos lo resuelven con este arte y no a las piñas”, porque “es una pelea de ideas”, no de puños.

 


Los tres hablan de arte urbano con pasión. Matías dice que cada “frase gritada con fuerza” retroalimenta al contrincante y “se genera una energía especial que da ganas de seguir sacando rimas”.

 


En el segundo día de Semana Santa, durante la conversación se acerca una mujer de una iglesia evangélica y les pregunta: “¿Creen en Jesús?”. Todos dicen “no” con la cabeza, reciben el folleto con respeto y agradecen. Después iban a fijar su postura ante el misticismo con la frase de una canción de hip hop: “Aún pienso cómo se puede amar algo que no se ve y ahí entiendo que amo al rap aunque no me dé de comer”.      

 


“Somos como payadores”, dicen. Ismael, cuyo lema en el antebrazo izquierdo refiere que "sin música la vida sería un error", hace beatbox (música con la boca) mientras lo enfrentan con rimas. Agustín observa. 

 


Y Matías rapea para El Diario: “Línea Flow/ hip hop de Merlo/ el hip hop es mi arma y mi defensa/ este rapero se ha expresado en la prensa/ su cultura es inmensa/ no somos delincuentes/ somos gente que muy diferente piensa/ Línea Flow/ hip hop de Merlo/ estamos repartiendo arte, pero sin venderlo”.

 


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