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Fósforo, la mecha que enciende los cultivos

Por redacción
| 21 de mayo de 2017
Fascinados. McLaughlin y Pérez quedaron encantados con las vistas del lago de Potrero de los Funes.

La pérdida de fósforo en los suelos agrícolas es una preocupación mundial. Si bien las estadísticas indican que las reservas existentes pueden estirar su uso durante 400 años más, hay determinadas regiones que ya están sintiendo el déficit, que desemboca en cultivos más débiles, con pérdida temprana de las hojas inferiores y problemas radiculares serios.

 


Uno de los mayores expertos en fósforo del mundo, el australiano Mike McLaughlin, pasó por Potrero de los Funes invitado por las firmas Mosaic y Bunge. Fue una charla centrada en la ingeniería química y la posibilidad de resguardar el fósforo que está en el suelo, para no ir perdiéndolo de manera paulatina con las sucesivas cosechas. Más de 60 personas, en su mayoría ingenieros agrónomos y estudiantes de carreras afines, prestaron suma atención a una conferencia que se desarrolló con una excelente traducción simultánea. Antes de McLaughlin, también se dirigió al auditorio el mexicano Oscar Pérez, gerente técnico de Mosaic, quien mostró las bondades de un nuevo producto lanzado por la empresa, MicroEssential, que justamente brega por la conservación del fósforo y otros minerales, a la que calificó de "la primera innovación en fosfatados desde 1960".

 



Entre la rentabilidad y los peligros

 


McLaughlin dividió su charla en dos segmentos. En el primero se refirió a las investigaciones de laboratorio que están tratando de determinar cuáles serán los fertilizantes que requerirá la agricultura en 2025. Y luego de un breve paréntesis, fue directamente al grano con el fósforo y su eficiencia en suelos alcalinos.

 


Arrancó refiriéndose a las reservas que tiene el planeta de los minerales fundamentales que necesita el suelo para producir. "Hay fósforo para 400 años, el potasio actualmente duraría 300, el azufre tiene reservas para 500 años y el zinc es el que está más delicado, ya que hay suficiente como para 20 años más".

 


Los nutrientes, más allá de las cualidades químicas, ayudan a aumentar la rentabilidad, "pero también generan preocupación porque pueden llegar a contaminar el agua y emitir gases de efecto invernadero", advirtió McLaughlin, quien pidió "ser más eficientes porque los precios van gradualmente en aumento. Tuvieron un pico en 2008, pero después el ascenso fue leve y constante, debido a que insumen energía y faltan rocas de calidad".

 


El experto aseguró que hay un desbalance en el uso de fósforo. "China, Europa, el sudeste de Estados Unidos lo tienen en exceso y entonces sufren problemas con la calidad del agua. En Argentina, en cambio, hay déficit de fósforo, toda una sorpresa para mí saber que el mineral que sale de la tierra no se reemplaza". Lo calificó como una "señal de peligro" porque puede generar caída en la productividad.

 


Según McLaughlin, hay diversos mecanismos que llevan a la pérdida de fósforo, que son menos que los que provocan la de nitrógeno. Enumeró "la erosión del suelo, las superficies arenosas (por el efecto de lixiviación tras el uso de fertilizantes) y el pase a formas orgánicas menos disponibles, lo que requiere de mineralización".

 


El fósforo tiene distintas reacciones en el suelo, entre ellas la absorción, que se dificulta a medida que se acercan más partículas; la fijación ("no es pérdida, es reserva. La desventaja es que hay que agregar mucho fósforo", dijo); y la precipitación. "¿Cómo solucionamos la absorción?, con una irrupción química y bajando el PH alrededor del grano, porque la planta prefiere condiciones ácidas, ya que así absorbe más fósforo", explicó.

 



Nuevas tecnologías

 


El experto australiano es uno de los líderes mundiales en la investigación de nuevas fuentes de fósforo, tecnologías que ayuden a paliar el déficit mineral e incrementar su eficiencia. Entre ellas exhibió los compuestos de grafeno, los marcos metálicos y los hidróxidos de doble capa, sobre los que dijo que "son capas de magnesio y aluminio que atrapan fósforo y no se libera rápidamente. El problema es que ocupan mucho lugar en el fertilizante, dejan sólo un 5% para el fósforo, lo que implica transportar mucha basura". Y también se refirió a la nanohidroxyapatita: "Tiene buena liberación de fósforo, pero no influye sobre el crecimiento de la planta, por lo que no lo puedo considerar un método tan efectivo".

 


En general, McLaughlin es escéptico sobre las nuevas tecnologías, porque todavía son muy caras y no aseguran un resultado positivo. "Aumentar la eficiencia del fósforo con complejizantes es como el Santo Grial, aunque quisiera equivocarme", se resignó.

 


De todas maneras recomendó esperar, porque todas ellas están en etapa de investigación y el mundo avanza a grandes zancadas. "Producir nuevos fertilizantes lleva no menos de 10 años y seis etapas: primero hay que tener grandes ideas, luego llevarlas al laboratorio para hacer pequeñas pruebas, después seguir con los ensayos en un invernadero, hacer estudios de campo, que pueden durar varios años", detalló el disertante.

 


El proceso de generación de nuevos fertilizantes sigue con la intervención de los ingenieros químicos. Ellos deben estudiar si se puede trasladar la idea al mercado y finalmente, si todo está bien, se debe producir el desembarco comercial", finalizó. Aunque la conclusión sobre los fertilizantes para el año 2025 es que, "aún estamos soñando la idea".

 



Otros minerales

 


Pero no sólo de fósforo viven los suelos y McLaughlin lo tiene claro, por eso también dejó sus impresiones sobre lo que está pasando con el nitrógeno, el azufre y el zinc.

 


"Sobre el nitrógeno, preocupa la pérdida en la atmósfera, que se puede solucionar con agregado de urea. También la lixiviación, sobre la cual se puede hacer una liberación controlada, y la desnitrificación, para la cual existe la conversión de amonio en nitrato", detalló el especialista, quien se refirió a los nuevos materiales que existen para una liberación lenta: "Hay nanocompuestos, marcos metabólicos orgánicos (el oxalato tiene más hierro y fósforo); hidrogeles, que son más económicos que el poliuretano y además se degradan mejor en el suelo; y grafenos con estructura de carbono, que capturan cationes  aniones". Todos están en etapa de laboratorio y "muchos no serán lanzados comercialmente porque son muy caros", aseguró.

 


El azufre tiene su mayor pérdida por lixiviación y también por inmovilización de materia orgánica. "La eficiencia es del 10% con lixiviación y llega al 100% sin ella", definió, para agregar que "no es complicada la liberación lenta".

 


Finalmente, sobre el zinc dijo que "reacciona fuerte en los suelos, más que el fósforo. Debe ir con nitrógeno y fósforo y, como el calcio, se va con el fósforo; pero el problema es que es bastante insoluble a pesar de su buen valor residual". Cree que la tecnología traerá una solución pronto: "Estamos en la última etapa de estudio de un spray post granulación que mejorará la solubilidad del zinc hasta un 90%. Pero en seis meses se los cuento", dejó la inquietud.

 


En resumen, McLaughlin cree que hay oportunidades de mejorar en nitrógeno y azufre, pero en fósforo no es tan amplio el margen. Y dejó un consejo: "En suelos no calcáreos en mantenimiento no compren fertilizantes con fósforo porque no van a mejorar".

 


"Debemos entender mejor el transporte de fertilizantes a través de membranas vegetales y asegurarnos ante cualquier nuevo producto que funcione primero en las pruebas de campo", cerró.

 



El fósforo y los suelos alcalinos

 


En la segunda parte de la charla, el experto comenzó definiendo qué suelos son alcalinos, y los puso en el rango entre 7 y 9,5 en cuanto a valores de PH. "Son ambientes con baja precipitación; con alta concentración de bicarbonato (tóxicos), de fósforo en formas orgánicas y de calcio, magnesio y sodio; en cambio es baja la de cationes (como el zinc) y tienen toxicidad por exceso de boro". Dijo que las soluciones de fósforo cambian con el PH, que las plantas prefieren el ácido fosfórico (H2PO4) y que el mineral tiene un vínculo fuerte con el óxido de hierro.

 


Sobre los estudios en nuestro país, pidió "saber cuánto fósforo se debe recuperar para volver al nivel de mantenimiento. El fósforo se pierde por erosión, lixiviación y retiro de cosecha. A veces es bueno 'jugar' con el precio y bajar las reservas mientras está caro. No pasa lo mismo con el nitrógeno", reflexionó.

 


En el final, enumeró una serie de motivos que hacen que el fósforo pierda eficiencia en este tipo de suelos: "La erosión es clave, el viento se lo lleva al vecino; además el sistema de pastoreo provoca un transporte horizontal de nutrientes y también influyen la lixiviación y el lavado en los suelos arenosos".

 



Baja de a poco el nivel de fósforo

 


Juan Cruz Colazo es uno de los principales referentes de San Luis en materia de suelos. Junto con sus colegas Juan de Dios Herrero, Sergio Sayavedra y Santiago Lorenzo, de la Experimental del INTA, tuvo a cargo durante la semana que pasó una presentación sobre los suelos de la provincia en el Simposio de Fertilidad que se llevó a cabo en Rosario.

 


Allí, Colazo dijo, tras exponer una serie de investigaciones, que "el análisis temporal de muestras de suelo en la provincia de San Luis indica que los niveles de fósforo disponible han disminuido; y algunos valores de carbono y PH han aumentado. Con relación al fósforo, estos resultados coinciden con los reportados para otras regiones del país. La probabilidad de respuesta a la fertilización fosforada aumentó del 10 al 26% entre los años 1997 y 2013. Pero de todas maneras son necesarios más estudios debido a las limitaciones y sesgos del enfoque utilizado".

 


Los suelos agrícolas de San Luis son bastante alcalinos de acuerdo a los últimos estudios que desarrolló Colazo, lo que implica que deben afrontar desafíos especiales. Vale aclarar que con un PH por encima de 7 ya se consideran de esa manera. Pasa en San Martín (7,5), Comandante Granville (7,6), Naschel (7,6) y La Toma (7,7).

 



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