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Enviaron a la cárcel a los dos sospechosos por el homicidio del puestero

César Romero y Florencio Ramos fueron procesados por “Homicidio calificado por alevosía”.

Por redacción
| 25 de enero de 2018
Foto: Unidad Regional II.

La Justicia confirmó esta mañana el procesamiento y la prisión preventiva para los dos imputados por el homicidio del puestero en el campo “Villa Luján”, al sur de Arizona. Consideró que César Romero (de 22 años y de Santa Fe) y Florencio Ramos (33 y de La Pampa) fueron culpables y abrió la investigación por “Homicidio calificado por alevosía”.

 

Los acusados serán trasladados este viernes a la penitenciaria provincial, aseguró el interventor de la Unidad Regional II, el comisario retirado Vicente Videla.

 

César Crispín Etchart, de 73 años, habría discutido con Romero en la noche del sábado 13. El puestero fue hallado muerto con su cuerpo maniatado en una camioneta a la orilla de la banquina en el ingreso del establecimiento “Villa Luján”, ubicado a unos 25 kilómetros del sur de Arizona.

 

Según Ramos, su compañero le reconoció el crimen ese mismo día.

 

Ayer, a la mañana, cuando el juez instructor estaba a punto de redactar la resolución en la que plasmaría el destino de Florencio Ramos y César Romero, es decir si los procesaría o les dictaría la falta de mérito por el homicidio de César Crispín Etchart, uno de ellos decidió contar lo que sabía sobre el asesinato de su patrón. Romero declaró que la noche del sábado 13, Ramos y la víctima discutieron como otras tantas veces. Aunque hacía unos días que trabajaba con ellos en el campo “Villa Luján”, al sur de Arizona, ya había presenciado varios enfrentamientos de ese tipo. Sucedían a diario, dos o tres veces al día. Pero ese sábado, en particular, según él, se hartó y apenas vio que su compañero y su empleador empezaron una nueva pelea, en silencio y con disimulo, los dejó solos y se fue a dormir. Unas horas después, a mitad de la noche, el otro acusado lo despertó y le dijo: “Lo maté al viejo hijo de p… me cansó de tanto hacerme renegar”. 

 

Quizás esa posibilidad, de perder su libertad, hizo mella en la cabeza de Romero ayer, en el último de los ocho días de prórroga de la detención que había solicitado su defensor. Eso y el hecho de que decidiera cambiar de abogado, a último momento, lo convencieron para hablar en la indagatoria, a la que en un principio se había abstenido. 

 

En presencia del fiscal Maximiliano Bazla y Leandro Contreras Baldovino, el abogado que contrató su padre, el joven le contó al juez que hacía apenas once días que trabajaba para el hombre de 73 años. Recordó que dos años atrás había ido a “Villa Luján”, a limpiar un tanque. En esa ocasión, conoció a Etchart, a quien todos en Arizona llamaban “El Vasco”. Dijo que, desde entonces, el anciano siempre quiso que trabajara para él. 

 

Recordó que antes de fin de año, se lo cruzó en el pueblo y le insistió: “Tocayo ¿cuándo vas a ir a trabajar conmigo?”. Quedaron en que arrancaría el 2018 con él, “trabajando firme” en la estancia. Así fue. 

 

En “Villa Luján” conoció a Ramos, que hacía dos meses trabajaba ahí, y con quien compartiría casa en el campo. Apenas terminó de presentarse, su compañero le advirtió que “ya lo iba a conocer al viejo, que no lo iba a aguantar”, que seguro entre ese día o el siguiente se pelearían. 
Pero los días trascurrieron, al parecer, sin problemas para Romero. No sucedía lo mismo entre Ramos y su patrón. Peleaban día y noche, aseguró el acusado de 22 años. 

 

Narró que el sábado del homicidio, él y el otro peón se levantaron temprano. Salieron a recorrer el campo y volvieron cerca de las once y cuarto. “Él se puso a cocinar y yo me puse a barrer y lavar la ropa”, recordó y, en eso, llegó su empleador. “El Vasco” les preguntó cómo andaba todo en el campo y le consultó a Ramos si había encerrado los toros como le había encomendado. El hombre le contestó que sí. 

 

“Le avisamos que íbamos a comer y nos dijo que comiéramos tranquilos, que no lo esperáramos, porque iban a venir los compradores de toros a compartir un asado”, declaró. Cuando escucharon eso ambos respiraron aliviados, pues cada vez que ellos hacían el asado el anciano se quejaba de que estaba crudo.  

 

“Entonces, nosotros comimos, limpiamos y nos acostamos, como hacíamos siempre”, siguió. Cerca de las cuatro de la tarde se levantaron. En la estancia, ya no estaban ni Etchart ni los compradores de toros. Si bien no los habían visto, sí los habían escuchado hablar. 

 

Al parecer, habían almorzado debajo de la parra, que está frente a la casa del puestero. Ahí habían dejado una mesa, con restos de asado y botellas de vino. “Aproveché, agarré el caballo y me fui a controlar la aguada, que no tenía agua”, contó. Luego le dio de comer a los toros y bañó a su caballo, mientras limpiaba el animal, llegó su compañero. 

 

“Vamos a picar un poco de la carne que sobró”, le dijo. Mientras comían, Ramos se reía porque su patrón había quemado el asado. En medio de eso, alrededor de las ocho de la noche, apareció Etchart. Enojado. 

 

“¿Cómo no me esperan para comer, si todos los días comemos juntos?”, gritó y golpeó la mesa. Ahí nomás, Ramos se puso de pie. “El Vasco” siguió y le reclamó: “¿Por qué me mentiste? Me dijiste que habían encerrado todos los toros y faltaron dos”. 

 

Ahí empezó una discusión de la que Romero, declaró, no quiso ser testigo. Contó que se fue a su dormitorio y se encerró. Escuchó que, en un momento, la víctima mandó a su empleado a apilar las varillas para alambrados con la leña. Al rato oyó unos golpes, como los de alguien partiendo madera.

 

La discusión seguía. 

 

“Yo sentí alrededor de diez o quince golpes”, indicó. A los cinco minutos, oyó a alguien arrancar una camioneta. Eran como las nueve de la noche. Pensó que su compañero y su patrón se iban a verificar la aguada. “Yo me quedé. Tenía una calentura porque (la víctima) me tenía que llevar al mediodía al pueblo y no me llevó”, comentó. 

 

Como a la una de la madrugada, escuchó a alguien abrir la puerta de su dormitorio. Era Ramos. “Me tocó las piernas con las manos húmedas y me dijo lo que había hecho”, afirmó.

 

“Quedate tranquilo, que no va a pasar nada. Yo ya hice un caso de estos y nunca supieron nada”, aseguró que le dijo el otro peón. “Ni te conviene que hables, porque estábamos los dos solos acá y si vienen a preguntar decí lo que yo te diga o decí que nunca vine, que (la víctima) se fue tres, tres y  media de la tarde y que no volvió más”, le sugirió después. 

 

Al día siguiente, cerca de las diez de la mañana, vieron a un grupo de policías llegar en una camioneta. “Hacete el b…., como que le estás dando de comer a los chanchos, que yo salgo a recibirlos. Si me preguntan por vos, veníte haciendo el distraído, como que no sabés nada”, le habría aconsejado el hombre de 33 años. 

 

“‘¿Pasó algo?’, le preguntó con voz de inocente, y los milicos le dijeron que no encontraban al encargado del campo”, relató. Ambos le respondieron que la última vez que lo vieron había sido a las tres o tres y media del día anterior. 

 

A los policías de la división Homicidios, que habían viajado de Villa Mercedes a Arizona, en realidad, les llevó apenas un par de horas presumir que el administrador rural había sido asesinado en el campo y, muy posiblemente, por sus empleados. Pues eso indicaba la varilla con sangre que encontraron fuera de la casa del anciano, ubicada frente a lo de los imputados, las bolsas de consorcio que habían en su domicilio, idénticas a la que tenía el cadáver en la cabeza, el hallazgo en la vivienda del mismo tipo de soga con la que maniataron al jubilado y el hecho de que una bombacha de campo de los acusados tuviera gotas de sangre. 

 

Según aclaró Romero, su ropa tenía sangre porque su compañero se la había manchado cuando le avisó que había matado a su patrón. “Cuando me despertó, no se me dio por preguntarle por las manos húmedas. Al otro día vi que tenía sangre en la bombacha, en las piernas, donde me había tocado él y yo siempre duermo vestido”, indicó.

 

Contó que no se había animado a confesar nada hasta entonces porque, en el calabozo, el otro acusado le recordaba una y otra vez: “Ojo con lo que vas a hablar”. “Yo tenía mucho miedo. Nunca estuve en un caso de estos”, expresó. 

 

Dijo que en los pocos días que estuvo en “Villa Luján” llegó a conocer lo peor del carácter de Ramos. “Lo vi cuando discutía con 'El Vasco'. Me decía que lo tenía cansado y que, en cualquier momento, lo iba a hacer c…”, remarcó. 

 

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