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Discapacidad en San Luis: entre veredas rotas y la indiferencia

Desde dificultades para moverse a la poca atención de sus reclamos, los afectados contaron su experiencia.

Por Leonardo Kram
| 27 de enero de 2018
Foto: Alejandro Lorda

Según el último censo poblacional en la Argentina, cerca de 5 millones de habitantes sufren alguna discapacidad, lo que representa un 12,9% de la población. El Subprograma de Promoción y Protección a las Personas con Discapacidad de la provincia no posee estadísticas actualizadas, pero indicó que estiman que entre un 10% y un 14% de los puntanos tienen alguna discapacidad. En la ciudad no hay área específica, pero existe un consejo municipal, de la que también participan ONGS. En el día a día de los que viven la invalidez en primera persona, poco importan estos números. La exclusión que sufren, a pesar de las buenas intenciones de los vecinos, se hace palpable en cada rampa rota, colectivo que no para y trámite burocrático al que deben someterse.

 

Antonio Moreno sufrió un ACV hace un par de años, que le quitó movilidad en su brazo derecho y su pierna izquierda. “Me caí dos veces. Para entrar a la Municipalidad (en Belgrano y San Martín). Subiendo dos escalones, me enganché la zapatilla en el primero. La otra caída fue en Chacabuco entre Belgrano y Pringles. Venía caminando y había una baldosa que estaba mal pegada con cemento y me caí”, recordó. Los porrazos son algo común para los que tienen dificultades de movilidad. Pero no son los únicos.

 

Para los no videntes se trata de una carrera de obstáculos recorrer el centro. Aunque admiten los beneficios de la “senda de baja visión” -las baldosas de las nuevas veredas ensanchadas que les permiten guiarlos a través de las calles- los árboles de baja altura, canteros, plantas, motos estacionadas, mesitas de restaurantes y hasta carteles les impiden el paso. “Hay veces que vas rápido y lo sentís y los podés llegar a esquivar, pero hay veces que no. Si elegís por el centro de la peatonal se complica el paso, tiene unas macetas y unas pelotitas de cemento”, apuntó Jorge Lucero, que perdió la visión a los 11 años y estudia Profesorado en Ciencias Políticas.

 

“Las rampas están en muchos lugares destruidas y eso es sólo el microcentro”, apuntó Alicia “Chiqui” Lartigue, docente jubilada, que forma parte del Observatorio para Personas con Discapacidad  de San Luis y que tiene la movilidad reducida en una de sus piernas, por las que se vale de un bastón.

 

Accesibilidad en las calles

 

La accesibilidad en el edificio municipal funciona a medias. Aunque hay una rampa en el acceso principal de San Martín y Belgrano, el acceso lateral por San Martín tiene un escalón. Y en el caso de que un discapacitado deba hacer un trámite en la planta alta, el funcionario baja para atenderlo, según indicó el arquitecto Enrique Picco, secretario de Infraestructura de la Comuna.

 

Picco aseguró que se tiene en carpeta generar más accesibilidad y puso como ejemplo la adquisición de futuros juegos de discapacitados para los parques lineales. Consultado sobre el estacionamiento para los minusválidos, apuntó que tienen un pase libre. Pero existe un pequeño detalle. “Cuando en todo el centro no hay espacio para estacionar, simplemente no podés parar. Tenés que estar dependiendo de otra persona para que te bajen en la puerta del edificio al que querés ir”, explicó Lartigue. De hecho, la docente había logrado presentar un proyecto de ordenanza a fin de año, que había sido apoyado por todas las fuerzas políticas para su tratamiento y en el que incluía, entre otras cosas, la implementación de un lugar de estacionamiento para discapacitados en cada cuadra, algo aplicado en distintas ciudades del país y el mundo. Por ahora Lartigue, sólo observó lugares así en Walmart y plaza Pringles, y en este último caso, a veces está bloqueado por otros automovilistas. El proyecto todavía no es tratado.

 

Una encuesta online en el Facebook de El Diario coincidió con lo expresado por los entrevistados. De 179 comentarios, todos concordaron que la ciudad de San Luis no es accesible. A la falta de rampas fuera del centro, se le suma la mala predisposición de los conductores a bloquear los accesos y el mal estado de las veredas.

 

Transporte público

 

Ya en el andar cotidiano, subir un colectivo de Transpuntano requiere atención, rapidez y llegar a la parada. Y el trabajo es doble para un discapacitado. “Sólo la línea P tiene rampa. Una sola línea, de 120 colectivos”, dio como ejemplo Jorge. “En algún momento hubo señalización en braille. Pero hay lugares donde se ha dañado y nunca se repuso” , agregó Lartigue. “Subo un escalón con un pie, espero, pongo el otro pie y lo repito”, coincidió Antonio. Carlos Ponce, presidente de la empresa de transporte urbano, aseguró que funciona una traffic para los discapacitados, y que el servicio es coordinado por Sebastián Páez Segalá, administrador general del Municipio.

 

La falta de braille en algunas paradas hacen que para Jorge subirse a un colectivo sea un acto de improvisación. “Antes cuando las paradas estaban en las esquinas era más fácil, ahora que están a mitad de cuadra, se complica un poco más. Siempre pregunto o especulo mientras voy a la parada, siempre escuchás el colectivo. Cuando no sé cuál es el que tengo que tomarme, paro a todos”, dijo con ironía Jorge.

 

A eso hay que sumarle que los cordones no suelen estar a la altura de los colectivos, por lo que los minusválidos deben sortear otra dificultad. Aumentar la cantidad de paradas con Braille y ajustar los cordones de las veredas, también eran parte del proyecto que presentó Lartigue junto a un grupo de vecinos al Concejo Deliberante. Piensan en febrero volver al órgano para lograr su aprobación. “Yo tengo una discapacidad, que a mí me importa un comino a esta altura de la vida. Pero en ciertas etapas de la vida se hace complicado. Estar peleando permanentemente por tu espacio”, reflexionó la jubilada.

 

En los barrios

 

Y a todo esto se suman los problemas que afrontan en los barrios. “Me he caído porque no hay buena iluminación o los propietarios no consideran a la persona con discapacidad, hacen rampas para sus vehículos y generan que los terrenos estén más altos que la calle. Creo que se puede resolver con concientización, si las personas supieran lo que sufre un discapacitado”, opinó Ariel Sosa, que sufre retinosis pigmentaria, una enfermedad que reduce ampliamente su visión.

 

Para Antonio, su vida diaria en el barrio San Luis XV “se hace en la calle”. “No hay manera de que la vereda esté pareja”, afirmó. Mientras, Jorge, que vivió en los barrios Amep y Cerro de la Cruz, debió convivir con la falta de rampas y las veredas irregulares.

 

Malestar gubernamental

 

A los problemas en el transporte de larga distancia y de acceso a locales privados  se suma que los consultados admitieron que muchas veces no reciben respuesta de los gobiernos, ya sea municipal, provincial y nacional. “Recibimos gente en riesgo social, que no saben cómo resolver sus problemas. Hacemos la milla extra”, admitió Ariel, que pertenece a una Asociación de Retinosis Pigmentaria y a la Asociación Civil Integración.

 

“Muchas veces no me ayudan. Siempre he tenido algún problema. Por ejemplo con la obra social, necesito un bastón blanco por año. Se genera todo un trámite y nunca puedo renovarlo”, afirmó Jorge.

 

“Nos llegan permanentemente pedidos de ayuda ”, dijo Lartigue, al Observatorio para Personas con Discapacidad al que pertenece. Recuerda el caso puntual de una mujer que vivía en el barrio San Luis XV, discapacitada y analfabeta, a la que debieron asistir con bolsones de comida y frazadas.

 

Un punto aparte merece el poco funcionamiento del Consejo Municipal de la Discapacidad. Lartigue, que forma parte en representación del observatorio, indicó que a pesar de unas primeras reuniones en 2015, de a poco, los encuentros fueron más contados y todavía no han realizado alguna acción concreta en favor de la población afectada. Cabe aclarar que se trata de un órgano de Gobierno que no toma decisiones, sino más bien, consulta, asesora y propone iniciativas con organizaciones relacionadas, que la Municipalidad puede tomar como propias. Y en cuanto el observatorio, de similares funciones, surgió de la Comisión Nacional de la Discapacidad, que fue disuelta hace poco por el gobierno nacional, por lo que admitió que "estamos un poco en el aire".

 

Consultados sobre qué trato esperan de la sociedad, tanto de los vecinos como de los órganos gubernamentales, cada uno dio distintos puntos de vista. “Se trata de respetar los derechos humanos”, se animó a decir Antonio. “La legislación existe, falta la intención de hacerla cumplir y creo que hay que pedir un poco más de humanidad”, indicó Lartigue.

 

“No es lo que nosotros queramos, es lo que nos corresponde. Vivimos en desventaja. Me gustaría pedirle a la sociedad y a los funcionarios que sean más sensibles con nosotros los discapacitados. Un pueblo que considera a los más vulnerables, va creciendo solo”, apuntó Ariel.

 

“La sociedad es solidaria. La gente es muy solidaria. La cuestión está en que los gobiernos garanticen derechos y que la articulación de esas políticas públicas sea para las personas con discapacidad y con las personas con discapacidad, porque si no se termina en la mera representación política”, concluyó Jorge. Con un sentimiento de desprotección, los discapacitados caminan por las calles de la ciudad como pueden. Continúan con sus vidas a pesar de los obstáculos burocráticos y físicos.

 

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