SAN LUIS - Martes 16 de Abril de 2024

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Ricardo Alfonsín: "No está la luna de miel que existía cuando asumió el PRO"

El "heredero" de la democracia afirmó que si el radicalismo muta a ideas liberales, se iría del partido para refundarlo. Lo dijo en su visita a la provincia para acompañar candidaturas y estrechar lazos con la UCR local.

Por Anibal Lorea Guyot
| 22 de octubre de 2018
Según una encuesta de la Universidad de San Andrés, Alfonsín tiene un 66% de imagen positiva. Foto: Martín Gómez

Portavoz de la fracción del radicalismo crítico del gobierno de Cambiemos, Ricardo Alfonsín visitó la provincia para respaldar las candidaturas y consolidar lazos con sus pares puntanos, entre los que están Jorge "Pupa" Agúndez, el ex funcionario nacional, Walter Ceballos y el intendente de Santa Rosa del Conlara, Miguel Postiguillo, quienes también mantienen diferencias con las políticas implementadas por la gestión de Macri. Luego de cumplir una ajustada gira de un día, tierra adentro por el interior puntano, el dirigente de la UCR y heredero de las concepciones de su padre, brindó una entrevista exclusiva a El Diario de la República, en la que afirmó que ya "no está más la luna de miel que existía cuando asumió el PRO", al que le adjudicó allanar el camino al mercado para que se hiciera cargo de las decisiones que, por naturaleza, son inherentes a la política.

 

 

—¿Cómo ve el escenario al interior de la UCR para 2019?

 

—Si tuviera que simplificar y decir en pocas palabras qué es lo que está en juego en la elección interna, es con la respuesta a una pregunta: ¿a quién debe servir el partido, a sí mismo o a la gente? Nosotros creemos que no se puede servir a sí mismo y si fuera así no tiene sentido, sino que debe estar a disposición de los sectores de la clase media, del trabajo, los jubilados, los docentes, los medianos y pequeños comerciantes y productores. Su obligación es evitar que se tomen decisiones que afecten negativamente a estos sectores y aunar iniciativas para resolver los problemas que padecen.

 

 

—En una ocasión dijo que si el Gobierno continuaba con las políticas actuales, iba a tomar distancia de Cambiemos ¿Sigue pensando de la misma manera?

 

—No dije eso exactamente, si uno lee con detenimiento mis declaraciones verá que manifesté algo parecido, porque estaba haciendo consideraciones o hipótesis acerca de lo que podría ser la evolución de la Unión Cívica Radical. Fue en un reportaje que duró cerca de dos horas y en el que me preguntaron si la UCR evolucionaba hacia posiciones liberales que sucedería, si se transformaba en una expresión de la derecha argentina, dije que en ese caso sí me iría de la Unión Cívica Radical porque solo un esquizofrénico podría adherir a concepciones progresistas y militar en un partido liberal o conservador. En ese caso yo me iría del partido, pero para refundarlo.

 

 

—En la década del noventa, su padre afirmó que no creía que la sociedad argentina fuera rumbo hacia un proceso de "derechización". ¿Creé que actualmente hay un avance en esa dirección?

 

—Alfonsín lo que decía es que uno no debería "derechizarse" en los programas e iniciativas de gobierno. Creo que terminamos acompañando durante estos dos años y medio, con la mejor intención probablemente creyendo que oponerse era un remedio peor que la enfermedad, decisiones que no tienen nada que ver con la Unión Cívica Radical o con las posiciones asumidas hasta 2015. Deberán explicar los dirigentes que han acompañado las decisiones del Ejecutivo nacional o proyectos de ley aprobados en el Congreso, por qué lo hicieron. Me han dicho a veces que me he diferenciado de decisiones de este gobierno, lo que es una verdad a medias porque si se plantea así, la disidencia parecería fundarse en una ocurrencia personal, sin embargo yo no he hecho otra cosa que reproducir lo que eran las posiciones del partido hasta antes de que perdiera las PASO, hasta 2015.

 

 

—¿Cuáles son las críticas hacia el propio radicalismo?

 

—No tiene que ver con lo que dicen algunos que se hacen los zonzos y que quieren tergiversar o significar incorrectamente lo que cuestionamos muchos. No estamos cuestionando ni discutiendo Gualeguaychú (N de R: ciudad entrerriana donde el 14 de marzo de 2015 se realizó una convención en la que el radicalismo selló la coalición electoral Cambiemos con el PRO), porque eso ya ocurrió y eso sería como discutir el sexo de los ángeles. Nosotros estamos en Cambiemos, en todo caso lo que decimos es que hay dos maneras de estar. Una es la que eligió el partido después de perder las PASO y que actuó como un compilado de piedra, con dirigentes apocados como si creyeran que no tienen derecho a opinar y a manifestar discrepancias, como si gobernara la Unión Cívica Radical o como si no tuvieran diferencias, sin formular iniciativas y advertir errores. Esa no es la mejor manera de construir ni es como dijimos que íbamos a actuar cuando celebramos este acuerdo. La otra forma es la que dijimos al celebrar el acuerdo con el PRO, que si no nos tocaba ganar las PASO íbamos a influir en las decisiones y en el rumbo de la gestión, a evitar errores, a formular iniciativas, que no acompañaríamos decisiones no sean las mejores para el país. Esa es la manera correcta de estar, no es que estamos cuestionando, sino que le exigimos a los que tienen la obligación de cumplir con el mandato de ese acuerdo que lo hagan, porque después de esa instancia hemos hecho todo lo contrario. El que diga que no hemos incumplido con Gualeguaychú no está diciendo la verdad o no tiene la menor idea acerca de lo que eran las posiciones del partido.

 

 

—¿Cómo ve la agenda económica del Gobierno y hacia adónde se encamina el país?

 

—La situación económica lógicamente es complicada, los indicadores socioeconómicos que existían en el 2015 no han mejorado. Después de dos años y medio el panorama sigue siendo más o menos el mismo e inclusive algunas variables registraron agravamientos con la diferencia que no quedan cuatro años por delante como cuando asumió el PRO ni está la luna de miel que existía en el 2015. Creo que en menos del año y medio que queda de gestión, el Gobierno ya no puede resolver los problemas que a la fecha no solucionó, eso sería demagógico, pero sí se puede hacer algo. Hay que cambiar algunas políticas y acordar otros instrumentos con la fuerza de la oposición, para por lo menos llevarle tranquilidad a la sociedad de que las cosas no van a empeorar. Hay ciertos acuerdos a los que se podría arribar como es el caso de los precios, también con el empresariado de no despedir trabajadores, pedirle a las empresas concesionarias de servicios públicos que hagan un esfuerzo para bajar el precio de las tarifas y desdolarizarlas; habría que ampliar políticas sociales para paliar los efectos de la situación, al menos con los sectores más vulnerables; hacer un esfuerzo para que las altas tasas de interés impacten lo menos posible en el sector de las Pymes que no tienen espalda para soportar tasas de esta naturaleza. Son varios los instrumentos para aplicar en un plazo relativamente breve hasta el 2019 con el propósito de tranquilizar a la gente, que está muy preocupada y angustiada por la evolución de la economía.

 

 

—¿Por qué el país está sufriendo una inflación tan alta?

 

—Es uno de los problemas principales y habrán comprendido ahora en el PRO que no es tan fácil resolverlo, porque pensaban que era un tema relacionado a la incompetencia, la ineptitud y la ignorancia de los dirigentes de los partidos políticos tradicionales. Comprobarán ahora que las cosas no son tan fáciles, que no alcanza con decir "no quiero más inflación" para terminar con ella. Me parece una ingenuidad esa concepción como también la elevación de los precios de los servicios públicos, que era necesario hacerlo para corregir las distorsiones de las tarifas, pero no en la proporción en que lo hicieron.

 

 

—¿Cree que es un gobierno de improvisados?

 

—No lo creo, pero sí que las dificultades que tenemos se deben al menos a tres o cuatro razones. La primera es que a los problemas no los creó el Gobierno, eran heredados, pero las dificultades o la falta de resolución tiene que ver, en principio, con una cuestión de fundamentalismo ideológico de que los problemas se resuelven en el mercado, al igual que terminar con la inflación para que después el mercado automáticamente resuelva todo lo que tiene que ver con la economía. Saben que eso tendría consecuencias sociales importantes, de manera que se podía resolver esa variable En síntesis, esa concepción indica que lo mejor que pueden hacer los gobiernos con la economía es no meterse con ella, fue la idea que inspiró muchísimas decisiones y que haciendo eso se iban a empezar a solucionar los problemas porque comenzaría a operar el actor que realmente sabe de economía, es decir, el mercado. La otra razón es la falta de experiencia y de conocimiento sobre gobernar, algo que se están dando cuenta y que espero que también lo advierta la sociedad para que tenga mayor comprensión sobre las dificultades que existen en el proceso histórico. También tuvieron la creencia de que todo se resolvía simplemente con el cambio de gobierno.

 

 

—¿Qué le parece el acuerdo con el FMI?

 

—Fuimos a negociar con el respirador en la boca y lo mejor hubiera sido no ir, es como ponerse contento cuando uno tiene que ir al médico. Son muy preocupantes las recetas que nos dan, que no son muy diferentes a las que conocimos en otros tiempos y creo que tenemos que ponernos de acuerdo desde la política para proponer alternativas para los acreedores, que no tengan que ver con producir más recesión.

 

 

—¿Qué opina sobre las denuncias de aprietes presentadas por algunos jueces?

 

—Tengo las mismas dudas que tenía la sociedad durante el anterior gobierno. Hay una gran desconfianza, lo que es muy grave porque cuando la gente desconfía del Poder Judicial desconfía de la política porque sabe que hay una relación muy estrecha entre la política y la calidad de funcionamiento de la Justicia. En términos institucionales, la verdad que no se ha modificado demasiado para suponer que hemos generado condiciones institucionales más adecuadas para que funcione de manera independiente, en todo caso sigue dependiendo de quienes sean los gobernantes. No creo que la sociedad haya modificado su opinión en relación a este tema, lamentablemente.

 

 

—Otro tema que causó polémica fue el Presupuesto 2019. ¿Qué críticas le haría y qué ventajas destacaría?

 

—El documento inicial, que era un presupuesto elaborado sobre la base de pautas que poco tenían que ver con algunas cuestiones de la realidad, era procíclico en lugar de ser una herramienta para revertir el ciclo recesivo y, en cambio lo profundizaba. Además contenía un fuerte ajuste para los sectores que viven de un salario. Es verdad que se han introducido muchas modificaciones, lo ha señalado la propia oposición y es algo sobre lo que no tengo mucho conocimiento porque es muy reciente, pero espero que se haya mejorado porque es importante que tengamos un presupuesto.

 

 

—¿Está pensando en una candidatura para el año que viene?

 

—Sinceramente no, porque uno puede ser más creíble en la propuesta y en la intención de lograr condiciones para el diálogo de acuerdos fundamentales. Creo que en el país hace falta hacer algo que nunca intentamos y que es poner en marcha una segunda transición. La primera fue de la dictadura a la democracia, tuvimos éxito porque la encaramos en conjunto, con sus más y sus menos, donde participó cada una de las fuerzas políticas y la sociedad sobre todo. Esta segunda transición es la del subdesarrollo, el estancamiento y el atraso. No es lo mismo crecer que desarrollarse, la diferencia es cualitativa porque el crecimiento económico no necesariamente resuelve los problemas de calidad de empleo, salario, educación, inclusión y ampliación de derechos. En la década del noventa nosotros crecíamos al ritmo que se perdían empleos, se precarizaba y flexibilizaba la relación laboral, se privatizaban los servicios esenciales del Estado, con lo cual, lo que era un derecho se transformó en una mercancía.

 

 

—¿Cómo se logra esa transición?

 

—No es una tarea fácil, los problemas que hay que resolver para desarrollarse son complejos. En primer lugar, hay que entender que no lo hace el mercado solo, porque no desarrolla a un país en términos de construcción de una sociedad económicamente más rica, pero también más justa. El mercado no se preocupa por la justicia social, por la distribución equitativa del ingreso y por el bienestar general, no porque sea malo, sino que no es su función. Eso es un rol que le corresponde a la política y no estoy hablando de un solo partido, sino de al menos los principales, que deben acordar entre sí ciertos instrumentos que nos permitirán sentar las bases para recorrer ese camino al desarrollo e incluir en la discusión esas condiciones que nos permitirán recorrer ese trayecto hacia los sectores del trabajo y del capital con metas al mediano y largo plazo. Es lo que se hizo en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, no hubieran podido salir adelante sin un acuerdo entre izquierda, derecha, capital y trabajo.

 

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