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De amor y de muerte

La cabeza rapada, las manos esposadas y los dedos mayores en alto conforman la imagen más conocida de María Soledad Rosas, la adolescente porteña de clase media alta que arribó a Italia en un viaje obsequiado por sus padres y encontró las vacaciones que cambiaron para siempre la historia de un espíritu rebelde que buscaba su camino.

Por Noelia Barroso
| 08 de octubre de 2018

Una niña de clase media alta juega por los pasillos de su escuela, tan despreocupada como cualquiera a su edad. El colegio es privado y su familia, instalada en el coqueto Barrio Norte, de Buenos Aires, predecía estructuras firmes y estudios completos. Pero no para Sole, a ella le costaba estudiar y se esforzaba al máximo para igualar el nivel de su hermana Gabriela, para quien no era difícil aprobar las materias. Sole terminó el secundario y en esa edad donde hay más preguntas que respuestas, comenzó a pasear perros y a juntarse con gente que no era aceptada por sus padres.

 

Marta y Luis estaban preocupados porque la vida de su hija menor parecía no tener rumbo. Los acercamientos a sus colegas paseadores de perros no eran bien vistos, sobre todo porque involucraban drogas, alcohol y mucho tiempo de ocio en espacios públicos. En esa época, Sole comenzó a salir con Gabriel Zoppi, una relación turbulenta, de idas y vueltas que preocupaba a sus padres aún más. Para dejarlos conformes, se inscribió en Administración Hotelera, una carrera que terminó antes de llegar a Europa.

 

La joven que escuchaba a Los Redondos, arribó al viejo continente el 22 de junio de 1997, con sed de aventuras, de conocer gente y compartir ideologías en un viaje regalado por sus padres. Turín recibió a Sole y a su amiga Silvia Gramático, quienes por casualidad se instalaron en un edificio ocupado por squatters, participantes de movimiento nacido hacía más de tres décadas, cuyos integrantes tomaron ideas del anarquismo. Viven prácticamente en tribu, fuera del control familiar, del estilo de vida burgués y ocupan casas abandonadas. Por primera vez Sole empezó a sentir que pertenecía a un grupo, sus ideas la seducían y fueron conquistándola rápidamente hasta que se comprometió de lleno. Se unió a protestas, despotricó contra la Policía y practicó otras actividades que realizaba esa comunidad.

 



Martín Caparrós contó en detalle su vida.

 

 

Esas primeras semanas estuvieron en El Asilo, pero más tarde se trasladaron a una morgue abandona - da, un lugar al que nadie quería acercarse. El edificio tenía dos pisos y en la planta baja un enorme salón donde se solían disponer los cadáveres. Allí, Edoardo Massari era “Baleno” (rayo en italiano), líder del grupo y quien acercaría a Sole al amor, al veganismo, a la urinoterapia y al yoga.

 

Edo había nacido en abril de 1963 y en 1987 ingresó al movimiento libertario de Turín. A los 28 años fue encarcelado por primera vez por su militancia y, luego de algunos arrestos, recuperó la libertad, a los 34 se encontró con Sole.

 

A la historia de Soledad la inmortalizó Martín Ca - parrós en su libro “Amor y anarquía”, porque como afirma al principio de su escrito, le llamó la atención la forma en que ella había muerto. De ese ejemplar donde se rescata más la historia de amor y tuvo un exhaustivo trabajo de investigación, adquirieron los derechos los realizadores de la película “Soledad”, que se estrenó a fines del mes pasado y que tiene a Agustina Macri, hija del Presidente de la Nación, como directora; y a Vera Spinetta, hija del “Flaco”, como protagonista.

 

En retrospectiva, según cuenta su hermana Gabriela, podría decirse que Soledad sólo tuvo un breve acercamiento a los movimientos libertarios: un texto de Eduardo Galeano. Pero que nunca le había interesado la política. “La veía bien, comprometida con algo, con un grupo que tenía objetivos, programas, acciones. La escuchaba coherente con ella misma. Estoy segura de que se sentía bien, que estaba contenta, que no extrañaba y no quería volver. Y si lo que acá teníamos para ofrecerle era una vida medianamente cómoda y elegía aquello, es porque aquello le hacía mejor. Creo que estaba feliz”, afirma, en el libro, Gabriela. En Italia era Sole (Sol) y a ella le encantaba. En una pequeña reunión con sus nuevos compañeros, se casó con un amigo de Edo para obtener la doble ciudadanía. Mientras tanto en Argentina, su familia se preguntaba cuánto más duraría ese viaje.

 

La Justicia italiana buscaba culpables y el 5 de marzo de 1998, Soledad, Edoardo y Silvano Pelissari, otro squatter, fueron arrestados acusados de formar parte de un grupo terrorista que combina la lucha ecológica con actos criminales, los Lobos Grises, a quienes se les había atribuido una serie de atentados en las obras del tren de alta velocidad cerca de Turín. Lo cierto es que Sole ni siquiera estaba en Europa en el momento de los crímenes. Veintitrés días después del arresto, un rayo le atravesó el corazón: Edoardo Massari, su Edo, su “Baleno”, se había suicidado en su celda. María Soledad entró en crisis.



Las pintadas de Italia en apoyo a Sole y Edo.

 

“Nos veo juntos en aquella playa, desnudos, tan juntos. Logro sentir el perfume del mar, el sonido de las olas que golpean en las piedras, el viento suave ligero, el sol caliente en nuestra cara. Agarro tu cara con mis manos y después las paso por tu espalda. Vos me agarrás fuerte, me apretás, nos besamos, somos felices, mi amor”, escribió Soledad, en esa oscura cárcel en una de las tantas cartas que escribió para Edo. Sole escribía todo lo que sentía, esa quizás, era una sutil forma de mantenerse en pie.

 

Mientras medios argentinos siguieron el caso y sus padres intentaban que la extraditaran, pero ella no aceptaba que su amado Edo la haya abandonado. En una carta que puede encontrarse en internet, acusa al Estado, a los jueces, abogados, a la prensa y a la policía de matarlo. Meses más tarde, y cumpliendo arresto domiciliario en una granja, ella haría lo mismo y así se convertiría en un emblema de diversos grupos anarquistas que, veinte años después de aquellos episodios trágicos, es recordado y venerado.

 

Ella, María Soledad, Sole, la bella niña que creció en Barrio Norte, pariente lejana de Juan Manuel de Rosas, con comodidades, con su propio caballo, con coloridas vacaciones y los pequeños lujos que podían darse los Rosas, acusada de ecoterrorismo, convertida en un símbolo de lucha y resistencia en Italia. La cabeza rapada, los labios agrietados y la belleza cambiada era una imagen impensada, sobre todo para su hermana Gabriela quien afirma sentir un poco de celos de aquellos italianos que lograron conocerla íntegramente.

 

El 11 de julio de 1998, con 24 años, María Soledad dejó este mundo. Aunque algunos vestigios resuenan en ciertos acordes de canciones como “¡Esto es to-to-todo, amigos!” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota; en la canción que le dedicó She-Devils “L'ultimo gesto di liberazione”, cuya letra se trata de una carta que ella escribió. O también en “La Soledad de las Rosas”, del grupo de rock alternativo Ragazzas o “La Sole”, de Mavirock, que relata los padecimientos que sufrió durante su encarcelamiento.

 

En 2002, increíblemente tarde, una corte de Casación absolvió a los tres acusados. Sólo Silvano cumplió arresto por un delito menor.
 

 


 

Las hijas de dos influyentes

 

Según afirmó Agustina Macri, la directora de la película “Soledad”, encontró el libro de Caparrós de casualidad. Llegó a sus manos como un préstamo, no pudo parar de leerlo y decidió contar su historia. La película que se estrenó el jueves 20 de setiembre es una producción italoargentina donde el relato empieza por el final.

 

Las cenizas de Soledad son arrojadas al mar por su familia quienes la despiden con lágrimas en los ojos. La actuación de Vera Spinetta como protagonista es impecable y en cada acción denota autenticidad. La impactante escena cuando Soledad se entera de la muerte de su Baleno, en el libro es cruel, en la película no la enfocan pero es igual de impresionante.

 

Se eriza la piel cuando, en la sala de visitas de la cárcel italiana ella grita su nombre y la cámara se aleja para no mostrar el desgarrador momento. Hay escenas oscuras y otras, a modo de viodeoclip con música argentina.

 

La directora se tomó unas cuantas licencias y muestra la historia bien cuidada. Aunque exhibe la relación tirante con sus padres, no se enfoca nunca en la infancia. Al elenco lo completan Giulio Corso, Marco Leonardi, Marco Cocci, Luis Luque, Silvia Kutika, Fabiana García Lago, Flor Dyszel y Julián Tello.

 

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