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Una paleta multicolor para mejorar los rindes

Con la mira en una agricultura más sustentable, Syngenta, AGD y el Conicet trabajan para imponer la polinización como método de desarrollo en los campos. Requiere de flores silvestres y sitios de nidificación para que las abejas y otros insectos hagan su tarea.

Por Marcelo Dettoni
| 25 de noviembre de 2018
Epígrafe: Polinización. Es la clave de los Paisajes Multifuncionales, que llegaron para cambiar para siempre la fisonomía de los campos.

Si usted, amigo lector, comienza a ver que los campos productivos se llenan de colores en los próximos meses, que agregan una paleta que puede incluir sobre todo el amarillo y el violeta al verde monótono de la soja, no se alarme. No se trata de lotes abandonados a la buena de Dios, atacados por plantas silvestres por falta de cuidados. Todo lo contrario, esos contornos coloridos forman parte de una nueva y revolucionaria experiencia en el ámbito rural: los Paisajes Multifuncionales.

 

El proyecto, que busca mejorar los rindes de la manera más natural que existe y que apunta a una agricultura sustentable, está comandado por las empresas Syngenta y Aceitera General Deheza (AGD), y cuenta con la apoyatura técnica del Conicet. La revista El Campo viajó a La Carlota, en el sur de Córdoba, donde AGD tiene varias explotaciones agrícolas en las que viene desarrollando, todavía en un estado embrionario de prueba piloto, los Paisajes Multifuncionales en busca de datos certeros a partir de los cuales poder sacar conclusiones sobre el verdadero rendimiento de sus investigaciones.

 

“Cuando comenzamos en la Argentina a vivir un proceso de intensificación de la agricultura fue porque se incrementaron los rendimientos mediante la adopción de nuevas tecnologías y un mayor uso de insumos. Pero este crecimiento tuvo un costo: la disminución en la biodiversidad circundante, en los agro-ecosistemas a nivel mundial”, explicó Julio Priotti durante una exposición teórica que precedió a la visita al campo. Es un ingeniero agrónomo encargado de la producción en la zona centro de AGD, una multinacional con sede en Córdoba, campos en varias regiones del país (incluido San Luis, donde siembran algodón en la zona de Candelaria) y ramificaciones comerciales en todo el mundo a partir de la elaboración de aceites, maní y un sinfín de productos con diversas marcas.

 

La región pampeana sufrió como pocas este reemplazo de las pasturas naturales por cultivos anuales. Eso llevó a que los paisajes rurales se homogeneizaran, por lo que la vida silvestre perdió sus hábitats históricos y la biodiversidad se redujo a niveles mínimos. “A menos diversidad, menos estabilidad y duración de los sistemas biológicos, por lo que baja la cantidad de servicios ecosistémicos, que son los beneficios que la naturaleza brinda a la sociedad”, agregó Priotti. Hay servicios de provisión (alimentos, agua, fibra, combustibles), de regulación (clima, purificación del aire y el agua, polinización y control natural de plagas y enfermedades), de soporte de vida (formación del suelo, ciclos de nutrientes) y culturales (son los intangibles, de carácter estético y espiritual).

 

“El modelo que perseguimos es el de ganar-ganar, para que se vean beneficiadas tanto las empresas que invierten en la agricultura como la sociedad. Ése es el nuevo paradigma. Antes se dependía de la filantropía, de la buena voluntad de las empresas para poder mantener los ecosistemas”, agregó Celina Kaseta, encargada del área de Negocios Sustentables de Syngenta, un gigante mundial en la venta de semillas y agroquímicos, que ahora es de capitales chinos pero tiene fuertes inversiones en todo el planeta. También es líder en la investigación genética y biotecnológica. La firma comenzó en 2014 con los Paisajes Multifuncionales, con la colaboración del Conicet y la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), en agosto de este año se firmó el convenio para sumar a AGD, que facilita sus tierras para los ensayos.

 

Contrariamente a la creencia general, la presencia de animales y plantas silvestres en los agro-ecosistemas provee servicios tanto al ambiente como a los productores. La polinización es uno de ellos. Muchos cultivos de importancia para la vida humana como frutas y hortalizas, girasol, colza y alfalfa dependen de la polinización por insectos para la fertilización y la producción de semillas.

 

 

¿De qué se trata este proceso?

 

“Del transporte del polen desde los estambres hacia los estigmas de las flores, lo que permite la fecundación de los óvulos y la producción de semillas”, enseña con gran capacidad de síntesis Leonardo Galetto, un experto del Conicet involucrado en el desarrollo de los Paisajes Multifuncionales, que fue una fuente de consulta permanente durante el recorrido, que se hizo con camionetas porque algunos caminos eran verdaderos guadales tras las últimas (y benditas) lluvias que alejaron el fantasma de una nueva sequía como la que sufrió Córdoba a principios de este año.

 

Es común asociar a la abeja melífera con la polinización, pero no es el único animal, otras especies de abejas también son útiles, al igual que las mariposas diurnas y nocturnas, las moscas, los escarabajos, las avispas, los colibríes y, en regiones del norte del país, incluso los murciélagos pueden cumplir esa función. “Polinizan tanto las especies cultivadas como la flora espontánea, en estos hábitats forrajean, anidan y se reproducen, e incluso hibernan durante la temporada de frío”, agrega Galetto.

 

Estos polinizadores requieren de recursos florales durante toda la estación de crecimiento para completar sus ciclos vitales, anidar, comer y prosperar. Por eso AGD y Syngenta están experimentando en El Manantial, uno de los campos de la aceitera, con "parches" de plantas silvestres insertados en medio de su producción agrícola. En esas 7.900 hectáreas estuvo la revista El Campo, para presenciar diversos ensayos y conocer los primeros resultados, que aún son muy primitivos pero ya están indicando que los rindes mejoran con la polinización favorecida por la presencia de plantas silvestres.

 

Es importante la utilización de siembra directa para no remover los suelos y permitir que todo tipo de polinizadores puedan hacer sus nidos en la superficie.

 

“Conocimos el proyecto de Syngenta y nos interesó el programa, ya que AGD apuesta continuamente a la sustentabilidad de los sistemas productivos. Somos una empresa agroexportadora y como tal cuidamos y nos proponemos trabajar en un ambiente con alta biodiversidad para poder producir más, pero cuidando los ecosistemas. Además tenemos un compromiso con nuestra sociedad para abastecer con alimentos más saludables, por ejemplo somos proveedores sustentables de maní para Unilever, una categoría difícil de conseguir”, cuenta Priotti durante el viaje por un camino de tierra que nos aleja 25 kilómetros del pueblo, entre algunas irregularidades llenas de agua y custodiados por campos muy productivos en ambas márgenes, en los que se divisan rastrojos a un lado y del otro maíces que sorprenden por su altura en esta época del año, pero fueron sembrados muy temprano, en setiembre.

 

En El Manantial tienen 2.900 hectáreas sembradas con cultivos de cobertura, que ellos llaman "de servicio" para evitar la erosión y mejorar la infiltración. “Las coberturas son vitales, siempre tenemos todo cultivado, hasta en barbecho”, aclara el ingeniero agrónomo, quien cuenta que parte de la siembra del maíz la hacen vía aérea y como antecesor usan vicia para fijar nitrógeno, un cultivo que como veremos más adelante juega un papel clave en los Paisajes Multifuncionales por su atrayente colorido.

 

Con los cultivos de cobertura también controlan mejor las malezas y consiguen hasta 8.000 kilos de materia seca y 150 de nitrógeno. “Consociamos las leguminosas con las gramíneas y nuestros campos siempre se verán verdes, porque eso favorece a los polinizadores”, asegura Priotti, quien recuerda el compromiso de AGD de usar la menor cantidad posible de fitosanitarios y cada vez menos tóxicos.

 

La primera parada es un campo que aún conserva un trigo y al lado otro lote tiene cultivos de cobertura. Pero lo que sobresale es un parche de alrededor de una hectárea en la que crecen cardos con sus flores violetas, margaritas bien amarillas y nabos también coloridos. Es una parcela en la que aplican las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA), por lo que cuidan de que haya poca deriva tras la aplicación de fitosanitarios, justamente para no dañar esos cultivos silvestres que parecen desentonar ante una vista acostumbrada a la uniformidad.

 

Priotti señala las flores y dice que “estas plantas se desarrollan en invierno y explotan con las primeras lluvias”. Pero no solo de plantas viven los polinizadores, también necesitan sitios de nidificación. Por eso a pocos metros se divisa un bosquecito y, un poco más allá, un cañaveral que se adivina lleno de vida silvestre.

 

Tratamos de que en los parches haya crucíferas (por ejemplo colza y coles silvestres), pero además hay que ordenar las parcelas para que tengan conectividad y la polinización sea efectiva, porque a más corredores vegetales, mucho mejor”, indica Priotti, quien aún está sorprendido por el cambio de paradigma que empuja esta iniciativa: “Estos eran campos ganaderos hace muchos años y las plantas con flores molestaban. En cambio ahora la polinización aporta a otros cultivos como la soja, el maní y el girasol. E incluso una cobertura como la vicia provee néctar y polen”.

 

El manejo es un aspecto clave. Que los caminos estén verdes y sin pulverizar, hacer extracción manual de malezas perjudiciales, elegir las plantas para armar el paisaje multifuncional correcto. “Comenzamos con plantas anuales, pero buscaremos otras que duren varias temporadas, incluso hay leñosas autóctonas que pueden resurgir. Nos motiva mejorar la producción y también respondemos a un reclamo social”, asegura el responsable de producción de AGD. Su colega del Conicet fue más allá y arriesgó un número: “Los primeros estudios nos dicen que las mejoras en los rindes están entre el 5 y el 7% gracias a la polinización, y ajustando ciertos aspectos podemos llegar al 15%”.

 

La segunda parada es en un centeno en el que brilla el color violeta al sol del mediodía cordobés. Es una hectárea de vicia florecida, rodeada de insectos que por momentos enloquecen a los visitantes, molestas por ver interrumpido su banquete polinizador. Por suerte un viento caluroso las espanta y entonces vuelven a su tarea. “Cuando hay más polen, más chances tienen de fertilizar los óvulos, eso dará como consecuencia más semillas y más grandes”, dice Galetto.

 

La vicia, quedó dicho, tiene una excelente tasa de fijación del nitrógeno, su antecesor fue un maíz y después vendrá una soja en el verano. Consociada con el centeno es un buen remedio contra la rama negra, una maleza resistente que es muy perjudicial en todo el centro del país. “Florece a fines de setiembre y dura hasta noviembre, es un buen agente polinizante”, la califica el técnico del Conicet, quien aclara que nada es gratis: “Consume mucha agua”. Pero igual en AGD están conformes con las coberturas, aunque se lleven el agua del suelo, “porque la estrategia de siembra área de cultivos de servicio es muy eficaz contra las malezas de todo tipo”, completa Priotti.

 

La vicia tiene un doble efecto positivo, porque es un efectivo cultivo de cobertura que ayuda a fijar el nitrógeno y, cuando está en flor, atrae a los polinizadores.

 

La recomendación es hacer buenas prácticas agrícolas con siembra directa, para no roturar el suelo, “porque las abejas nativas nidifican en la superficie”, explica Galetto, quien cuenta que “los polinizadores actúan de media mañana a media tarde, por lo que las aplicaciones hay que hacerlas fuera de ese horario. Si surgen plagas hay que aplicar algún herbicida”.

 

El último paisaje multifuncional está pegado a un campo de maní que se integra al parche sustentable. “Cada hectárea del campo debe tener una gramínea”, define el ingeniero, quien se apoya en el concepto de sustentabilidad a la hora de insertar el maní al sistema. En AGD no se remueven los suelos, todo es por siembra directa, y siempre hacen una cobertura como antecesor. El parche en este caso es más grande, 14 hectáreas con plantas autóctonas similares a las que se ven en los montes de San Luis, incluso hay un rincón con leñosas en el que sobresalen los chañares. “Hay nativas mezcladas con otras como los olmos y los paraísos”, describe Galetto, quien advierte que hay mucha nidificación en ese pequeño bosque, que provee de madera muerta para que se alojen los insectos polinizadores.

 

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