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Para Ser Beef, 20 años son toda una vida

La familia Radici llegó con la intención de aprovechar el maíz para hacer fibras sintéticas. Pero con los años agregó ganadería y subió la apuesta agrícola.

Por Marcelo Dettoni
| 15 de abril de 2018
Ganadería. Ser Beef tiene un campo de cría (San Bernardo), dos para recría (Paso de la Carretas y La Cleides) y además un feedlot.

Para el turista desprevenido que viene por la Autopista de las Serranías Puntanas quizá ver el cartel que indica el desvío hacia Ser Beef no signifique nada. Pero para San Luis, la empresa de la familia Radici es uno de los íconos de su pujante agroindustria, que se vio reforzada por las políticas de Estado hacia el sector y toda la infraestructura puesta a disposición en materia de conectividad, agua, energía y obras viales. Ser Beef cumplió 20 años desde su radicación en la provincia y la revista El Campo visitó parte de sus instalaciones para charlar con su actual titular, Alessandro Radici, y los encargados de los tres sectores que empujan la economía de la firma: la ganadería de cría, el feedlot y la agricultura.

 

“Tenía 14 años cuando la empresa desembarcó en San Luis, por aquella época venir acá desde Italia significaban las vacaciones en el campo”, recuerda Alessandro con un dejo de nostalgia. Pero enseguida retoma la conversación: “Nació con una filosofía distinta a la que terminó teniendo. La familia Radici tradicionalmente se dedicó a la fabricación de nylon y fibra sintética en Italia y otros países. Pero a mediados de los ‘90 llegaron a San Luis con la idea de diversificar, de poner plata en un sector distinto, que sirviera de una especie de caja de ahorro. Detrás estaba la idea de desarrollar fibra sintética a partir del maíz, pero terminó apuntando a otras actividades”.

 

 

La compra de campos fue un verdadero rompecabezas inmobiliario que incluyó 25 operaciones distintas. Vieron que San Luis tenía un gran potencial de desarrollo.

 

 

Para la firma fue la primera inversión en la Argentina y en el campo. No había precedentes, tampoco en San Luis, porque en ese momento muchos italianos vinieron a invertir en el país, pero en zonas más tradicionales de Córdoba y Buenos Aires. “Vimos que la provincia tenía potencial para desarrollar. La agricultura recién empezaba acá, era una zona ganadera. Mi familia vio que había una infraestructura interesante, sobre todo en lo que hace a canales para riego”, completa el joven Radici, quien hace un par de años dejó la cosmopolita Nueva York para radicarse entre vacas y maíces, en Granville, en uno de los cinco campos de Ser Beef.

 

“Somos de Bérgamo, cerca de Milán. Terminé el secundario y me incliné por Economía en Italia y luego fui a trabajar a una consultora en Estados Unidos. Hice una maestría en Nueva York y seguí en esa empresa. Hasta que dije basta de trabajar para otros. Ojo que mi mamá Elena no incidió para nada, nadie me forzó a venir acá. Fui yo el que cambió Nueva York por Granville (risas). En realidad no se sintió tan shockeante porque ya conocía el lugar. Para un italiano, la cultura argentina es familiar. Yo lo manejo como un negocio”, define Alessandro, quien tiene una hermana, Vittoria: “Le gusta el campo, ella sí estudió agronomía. Vive en Italia, capaz que en algún momento se viene. En cambio a mi esposa no le quedó otra… nos da una mano con la parte de comunicación y organización de eventos”.

 

A su lado asiente Javier Digenaro, el gerente general de Ser Beef, un hombre de la primera hora, al punto que su legajo dice que es el empleado número dos. “Esto era todo chacra, no había desarrollo, hacían un manejo muy artesanal de la tierra. Cuando compramos, lo hicimos a varios productores a la vez, fue un rompecabezas con 25 operaciones inmobiliarias. Y luego se arrancó de cero, había que armar todo, yo entré en la parte administrativa. Soy contador y participé de una búsqueda de personal. La primera tarea fue comprar los muebles. De campo no sabía nada, en realidad había pocos expertos, porque de gestión agropecuaria, en esa época, no había especialistas para armar un modelo de negocios”, describe los comienzos.

 

Alessandro agrega que “mi padre (Fausto) tampoco sabía nada de campo, mandó directivos italianos de negocios y con conocimientos agrícolas. Mi familia estaba en la estrategia pero no en la operatividad. La empresa fue parte del grupo Radici hasta 2002, cuando falleció mi papá hubo una separación de activos, con mi mamá y mi hermana nos quedamos con esto. Ahí empezamos a operar de manera separada”, recuerda el actual responsable de Ser Beef, un nombre con reminiscencias italianas, ya que SER significa "Societá Eléctrica Radici". Lo de beef está claro que es por la carne...

 

Con mucho coraje, Elena tomó el timón de la empresa y armó una revolución en la dirección. Los primeros italianos se fueron y tomó protagonismo el equipo gerencial actual. “Ella venía cada dos o tres meses a ver la parte estratégica, el día a día fue siempre autónomo. Había un comité de gestión y después quedó Javier”, dice Radici, responsable del trabajo de 135 empleados permanentes. “La mayoría con muchos años en la empresa. Acá los puestos jerárquicos se cubren con promoción interna, porque ya es gente formada y adaptada a la filosofía de Ser Beef. Tenemos más de 40 empleados con 10 años o más de antigüedad, eso es bueno. Habla bien de nosotros y de ellos por su fidelidad”.

 

Ser Beef tiene cinco campos en total. San Bernardo (cría), La Cleides (recría), Paso de las Carretas (feedlot y recría), Villa Mercedes y Fraga, ambos agrícolas. El único campo que Ser Beef compró con vacas adentro fue San Bernardo, sobre la 146, a la salida de las Salinas del Bebedero. Era de unos españoles y fueron 15 mil hectáreas juntas que rápidamente se convirtieron en un centro de cría y recría con buenos rendimientos. “Primero la ganadería estaba integrada a la agricultura, que quisimos ponerla bajo riego. Después montamos el feedlot y finalmente pusimos en marcha la máquina productiva. Queríamos producir alimento para el ganado del feedlot y por entonces teníamos un frigorífico, que después cerramos. Hacíamos cultivos de verano y alfalfa, básicamente para ganado propio”, cuenta Digenaro.

 

Después de 2002 se transformó la producción agrícola y empezaron a cosechar granos para comercializar, un año después el feedlot agregó servicio de hotelería y la cabaña recién arrancó en 2007 con la compra de vacas de cría. “Fue con un lote especial de vaquillonas, muy buenas, que se trajo a La Cleides en lugar de que vayan a San Bernardo”, recuerda el gerente, quien asegura que se dedicaron a la raza Angus “por su proyección, aún en una zona muy de Hereford como San Luis”.

 

 

El universo agrícola

 

Ser Beef tiene 43 mil hectáreas totales, de las cuales 15 mil son agrícolas, con el 50% bajo riego. Rotan soja y maíz en partes iguales y años atrás tuvieron producción de semillas con las empresas top. “Hicimos girasol, sorgo y maíz, pero en la época de la 125 las grandes semilleras se fueron a la provincia de Buenos Aires. Y además la paloma ahuyentó el girasol”, relata Digenaro, quien está entusiasmado con un nuevo proyecto: “En invierno tenemos alfalfa porque siempre estamos buscando nuevos modelos agrícolas, ya que la rentabilidad está muy ajustada”. Días atrás enviaron un cargamento de megafardos a Arabia, por tren desde la ZAL hasta el puerto de Bahía Blanca, un hecho que reflejaron las páginas de la revista El Campo.

 

El maíz antes lo vendían en grandes cantidades, pero el crecimiento del feedlot los llevó a conservarlo para la ganadería propia y la que tienen para engorde de otros clientes. Con Glucovil tienen un intercambio: les entregan maíz por gluten para las raciones. “La producción de maíz, con la carga de hoy del feedlot, está dirigida a la producción de carne. Y ya estamos comprando afuera”, agrega Alessandro.

 

La soja, en tanto, se vendía en su totalidad. Pero desde 2013, año en el que armaron la planta de producción de aceite y harina de soja, la mitad queda en Ser Beef. El poroto se lo venden a AGD y el aceite va a las fábricas de biodiésel  que tiene Diaser en Villa Mercedes, mientras que el resto se vende para raciones para cerdos. En tanto que la harina va a clientes regionales, de San Luis y Mendoza, también para producción de cerdos y pollos. “La planta fue una gran alternativa de agregado de valor. Hoy procesamos 1.400 toneladas mensuales de soja, que son 1.100 de expeller y otro 10% de aceite (unas 200 toneladas)”, reconoce el gerente.

 

 

Un hotel para vacunos

 

El engorde a corral está a tope en la empresa puntana. Hoy hay  40 mil cabezas, de las cuales siete mil son propias y el resto usa el servicio de hotelería. Como no dan abasto, están ampliando el feedlot para meter 10 mil cabezas más. Tienen clientes locales y regionales, la mayoría son abasteros. No cobran por kilo de ganancia, el servicio es como una pensión: día de alojamiento, alimento y sanidad. En determinadas épocas del año abastecen a Marfrig, el resto va a consumo en todo el país.

 

Además del feedlot, el otro gran capital ganadero es la cría en San Bernardo, a la que agregan una recría intermedia en La Cleides o en Paso de las Carretas, donde ya está decidido que este año harán una recría bajo riego de invierno. “Es un negocio que tiene altos y bajos. Cuando subió el maíz fue un golpe fuerte, porque acá convertimos maíz en carne. Algunos dicen que en la sequía hay más demanda para engorde, pero los costos son otros, tampoco estamos muy interesados en comprar. Lo que tenemos claro es que en este negocio no podés entrar y salir a cada rato, hay que bancar las épocas malas porque hay una lógica en todo”, analiza Alessandro.

 

Ser Beef es uno de los "tanques" industriales de San Luis, por lo que era interesante conocer la relación que tienen con el gobierno provincial. “Siempre fue buena. La concesión de agua fue el primer contacto, pero aprovechamos también las leyes de fomento. El Plan de Desarrollo Ganadero fue uno de los puntales del crecimiento y la Ley de Fomento a las Inversiones nos sirvió para levantar la planta de aceite y harina. Siempre tuvimos una relación fluida y cordial”, asegura Digenaro.

 

Otro símbolo de la empresa es el remate anual de reproductores, que ambos definen como “un trabajo de años”. “Instalar una cabaña y ganarse un nombre lleva tiempo, nosotros recién llevamos 9 años de desarrollo y 5 de remates. Lo que más cuesta es instalarse en el mercado, pero ya estamos bien en el universo de los Angus a nivel nacional. La verdad que no es difícil vender esta raza”, dice el dueño de Ser Beef, un profesional práctico y concreto, que cuenta los nuevos proyectos que se vienen en breve: “Vamos a ampliar un 30% el feedlot con todo lo que viene detrás, como la cocina, los nuevos métodos de comercialización y el agregado de una docena de empleados más”.

 

Esas 20 hectáreas se las van a quitar a la parte agrícola, aún se puede ver la soja creciendo entre las obras de armado de los corrales. Otro objetivo es lograr más eficiencia en ganadería a campo y convertir, en San Bernardo, algunos lotes en pasturas para esa hacienda, mientras que por otro lado van a liberar algunas hectáreas para no perder cultivos.

 

La alfalfa es un desafío en sí mismo. “Producir bajo riego soja y maíz es antieconómico, por eso estamos mejorando lo que tenemos, bajando los costos y con otro cultivo intentar sacar alguna diferencia. Los costos se bajan con más eficiencia en las horas de riego, cuidando la energía, con los tableros apagados en invierno y maximizando la capacidad de agua. Un círculo al lado de un canal no requiere tanta agua como otro en una loma a cinco kilómetros. Acá se usan entre 280 y 350 mm por hectárea por campaña, dependiendo del cultivo”, describe con precisión.

 

 

 

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