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Entre la vocación y el sacrificio

Los jóvenes médicos que realizan la especialización en los hospitales puntanos cumplen muchas horas de trabajo y pasan días sin ver a su familia, pero el gran motor es la pasión por la profesión. En una charla con Cooltura contaron cómo viven esta etapa, con entusiasmo y siempre aspirando a más.

Por Florencia Espinosa
| 03 de julio de 2018
Gisella Leotta, jefa de Residentes del Hospital San Luis. Fotos; Martín Gómez

Romina Zimmino Yotti va y viene entre las habitaciones del ala de mujeres del Hospital San Luis. Es una de las diez residentes que se está especializando en clínica médica. Ingresa a una, donde se encuentra la paciente Gladys Muñoz, le toma la presión y la ausculta. “Está internada hace tres días por una trombosis venosa”, contó. Sólo tres días, pero ya es tiempo suficiente para conocer a la paciente, saludarla con un cálido abrazo, intercambiar sonrisas cómplices y saber de memoria su nombre y patología. No lleva carpeta ni cuaderno, todo está en su cabeza. Aunque también ocupa parte de su corazón, ese que entrega todos los días y que es empujado por una profunda vocación de servicio.

 

Los residentes ingresan a las 8 de la mañana y salen, con suerte, cerca de las 18. A veces, en los días complicados, la jornada suele extenderse varias horas más. Y seis días al mes hacen guardia de 24 horas. “Sí, es muy exigente. A veces las guardias se extienden y terminamos treinta horas acá. Es todo por vocación. Decidí estudiar Medicina siempre pensando en ayudar a la gente y porque me parece que es una carrera hermosa, desde la ciencia y desde lo humano”, indicó la médica de 30 años, quien nació en San Luis y decidió volver después de formarse en Córdoba. Durante el día revisan y les hacen el seguimiento a los sesenta pacientes que suelen estar internados, ya que la gran mayoría del tiempo las camas están completas. Allí ven de todo, las patologías más diversas y, según explicaron, es el mejor aprendizaje. “La idea de la residencia es poder ir hasta el final; y al subespecialista se lo consulta cuando ya nosotros no tenemos medios para seguir diagnosticando al paciente”, indicó Romina.

 

 

En San Luis hay residencia de clínica médica, traumatología, cirugía general, pediatría, terapia intensiva, medicina general, ginecología y obstetricia.

 

 


Ellos atienden a los internados junto con un grupo de médicos y especialistas, además de estar en pleno contacto con residentes de otros servicios como traumatología, cirugía general, pediatría o terapia intensiva. En el Hospital de Juana Koslay funciona la residencia de medicina general y en la Maternidad Provincial Teresita Baigorria, la de ginecología y obstetricia.

 

Por el pasillo largo del área internaciones deambulan decenas de profesionales: médicos, enfermeras y más residentes. “Doctor, doctor, le hago una consulta”, se escucha a cada rato durante la entrevista. Es que la incertidumbre es moneda corriente en esas habitaciones; y la confianza en esos médicos, también. Fabio Yuñez, también residente de 2º año, destacó como motor principal el cariño de los pacientes. “Tenemos muy buena recepción, nos terminamos encariñando, ellos con nosotros y nosotros con ellos. Cuando se descompensan y los derivamos, al volver, nos dicen que nos extrañan. A veces le dan el alta a algún paciente y cuando vuelven piden por nosotros. El trabajo en equipo es fundamental, trabajamos todos juntos, cada uno tiene sus pacientes pero conocemos los pacientes de todos. Nos consultamos, ayudamos y apoyamos”, detalló el joven. Afuera, los familiares esperan el parte médico y los horarios de visita, entre reposeras y mate. Las horas son largas, el tiempo apremia y las dudas y la tristeza están a la orden del día.

 


Los médicos hacen guardia de 24 horas para poder darle una atención continuada a sus pacientes.

 

Con 31 años y una hija de dos y medio, Fabio sabe que lo que pierde al estar tantos días allí es irrecuperable; pero la satisfacción de hacerlo por un futuro mejor para su familia y para seguir su vocación, no tiene precio. “Eso es lo que yo más resigné. Ver crecer a mi hija día a día. Sé que cuando termine la residencia ella ya va a estar en la escuela y que quizás me perdí un montón de cosas, no es lo mismo el tiempo que le da mi señora del que le puedo dar yo y eso me duele un montón. Además, el resto de mi familia vive en San Juan y no tengo tiempo de viajar a verlos. Hace muchos meses que no los veo. Pero sé que en el futuro esto va a ser diferente. Lo hago por eso”, contó. Su compañera fue determinante: su vida es el hospital. Tanto, que a veces pasa un mes entero sin ver a sus padres, producto de tantas horas de trabajo y cansancio. “Es un sacrificio en pos de un crecimiento y un cambio que quiero lograr”, admitió.

 

A veces la angustia aparece. “Llorás, llorás un montón. De sueño, de hambre, de cansancio. Hay días que se hacen difíciles. Actualmente estamos en una etapa de transición. Buscamos la excelencia y somos muy autoexigentes. Hace un tiempo las guardias eran de menos horas, de 12. Pero decidimos cambiarlas porque nos parecía que era poco tiempo y queríamos darle un buen seguimiento al paciente. El crecimiento en la práctica diaria la tenés en la residencia, la relación médico paciente la aprendés acá, ningún posgrado te da esto. Es sacrificado pero lo que aprendés en estos tres años es invaluable”, indicó Romina. “Es un régimen sacrificado que dura poco tiempo, comparado con nuestro ejercicio de la medicina que es durante toda la vida. Adquirís un montón de conocimiento. Lo que aprendemos acá es muy valioso”, destacó su compañero.

 

Ellos representan la quinta camada de residentes que se especializa en la provincia. Y, aseguran, muchas veces la población no está acostumbrada a verlos en los hospitales públicos. “Nos duele cuando hablan despectivamente como que somos ‘practicantes’. Somos médicos, todos, no somos estudiantes. La gente no diferencia entre el estudiante y el residente. Muchas veces nos ha pasado. Pero no nos enojamos ni nos molesta porque la gente no sabe. No hay información sobre lo que es una residencia”, dijo la joven. Fabio, comentó que el gran beneficio de un paciente que es atendido por un residente es que no solamente está visto por él, sino que hay otros médicos detrás, y por lo menos cuatro profesionales lo van a seguir.

 

 

El “beneficio” de la residencia sin duda es intangible, ya que la beca que reciben no tiene relación directa con el trabajo que hacen. Pero en San Luis, los médicos tienen un incentivo por parte del Gobierno que hace su sueldo un poco más aceptable. “Nuestra beca de Nación es de $7600. Nosotros tenemos la suerte de que acá en San Luis la provincia sin ningún tipo de compromiso nos da una beca suplementaria que duplica el sueldo de Nación, y con eso llegamos a 22 mil pesos, y no nos exige nada. Como pasa en otras provincias, a veces el residente no tiene un suplemento provincial”, explicó Romina.

 

Frente a las críticas que escuchan sobre la salud pública, los profesionales se pusieron la camiseta. “Rabiás con muchas cosas en salud pública, como en todos lados. Porque tengo amigos trabajando en diversas provincias. No por falta de recursos, sino por demoras, somos una provincia chica aún. Pero creo en los cambios y para generar cosas en la sociedad hay que sacrificar algunas otras. Yo le meto muchas pilas cuando busco cambios. Soy muy idealista. Soy de acá y sé que tenemos todo, somos una provincia con capital para invertir en salud pública, y lo que se ve del hospital es lo externo, no nos visibilizan a los profesionales que damos todo”, agregó la joven.

 

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