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La tecnología, un arma de doble filo que puede generar adicción

A los adultos cada vez les cuesta más poder desconectarse. Advierten que en los niños pueden crearse patologías. 

Por Leonardo Kram
| 05 de agosto de 2018
Los psicólogos admiten que es una herramienta vital, pero alertan que no hay que caer en los usos abusivos. Foto: Archivo

Las conductas adictivas en relación a la tecnología son cada vez más comunes, y las estadísticas así lo certifican. Un estudio realizado por Motorola, fabricante de celulares, indicó que la mitad de los argentinos aseguró usar su teléfono celular de manera consciente. Sin embargo el mismo estudio indica que un 72% lo lleva al baño para chequearlo y un 66% lo revisa antes de levantarse de la cama. De la encuesta participaron 46 mil argentinos. Un estudio previo, de 2017, de la consultora global GfK, arrojaba también un preocupante apego de los argentinos a la tecnología. De un sondeo entre 22 mil personas de 17 países, los argentinos ocupaban el tercer lugar entre los menos desconectados del mundo, solo superados por chinos y brasileños. De los argentinos encuestados, un 40% contestó que les cuesta cortar contacto con sus dispositivos. De esa misma muestra el 44% de adolescentes entre los 15 y 19 años marcó sus dificultades para despegarse del celular y un 41% de jóvenes entre los 20 y 29 años también reconoció problemas para hacerlo. A partir de los 50, aseguraron no tener dificultades. En San Luis, según una encuesta de El Diario de la República, los usos del celular se reparten equitativamente. Un 35,81% reconoció emplearlo para “ocio y entretenimiento”, un 31,44% para buscar información, un 29,26% para sus tareas laborales y solo un 3,49% para comprar online. 

 

Sin embargo la cercanía de las pantallas ya genera sus primeros problemas y sobre todo, en la niñez y adolescencia, como indicó Yesica Franzi, psicóloga que se desempeña en la capital provincial. “La Organización Mundial de la Salud recomienda un uso apropiado de pantallas, que incluye no solo a celulares, sino también a computadoras y tablets. De 0 a 2 años no deben tener ningún tipo de contacto, de 3 a 5 debe ser de una hora por día y de 6 a 18, 2 horas por día, siempre que el contenido sea acorde a su edad. Esto no sucede en la realidad”, admitió. 

 

“Vemos que en el jardín, a los 3 o 4 años, los chicos tienen una dificultad para utilizar las plastilinas, en la que ya no le es tan fácil lograr la figura humana. Las pantallas se han convertido en niñeras electrónicas. En esta vorágine donde los papás siempre están trabajando, no hay mucho lugar para aburrirse, no hay un espacio para la imaginación, para crear, para hacer algo nuevo. Le dan esto como un chupete para que el niño no moleste. Y en realidad esto puede tener sus consecuencias negativas”, remarcó

 

Entre los efectos adversos la psicóloga enumeró el sedentarismo, el poco desarrollo en la motricidad fina, dificultades en el aprendizaje del lenguaje, deterioro del músculo ocular, baja tolerancia a la frustración y disminución en la lectocomprensión. 

 

Para Franzi de todas maneras puede ser aún peor. “Lo más grave es la falta de diferenciación entre lo que es la imaginación y la realidad. Tenía un pacientito que se creía 'Ben 10'. El psicólogo tiene que ver si hay una psicosis, si hay una falla en la constitución del aparato psíquico, o es que está todo el tiempo en la pantalla y comienza a creerse ese personaje. Hay una dificultad y eso se ve mucho en poder distinguir entre lo que es la fantasía y la realidad”, dio como ejemplo. 

 

Esto también ocurre en los adolescentes. “Se ve que les cuesta diferenciar lo que es el mundo virtual con la realidad. Tienen amigos en el mundo virtual, tienen toda una vida social y en la realidad, no tienen con quien compartir, con quien conversar”, apuntó. 

 

El uso de las redes sociales también genera cuestiones relacionadas a la imagen y Franzi notó que no solo incluye a los chicos de la secundaria, sino también a algunos adultos. “En las redes sociales, tanto adolescentes como adultos, hacen un recorte de su vida. Muestran una parte, por lo general lo más lindo. Y hay gente que descarga su agresividad y su vida gira en torno a las redes sociales”, describió.

 

Aquí el rol de los padres es fundamental, junto con la imposición de límites en torno a los dispositivos. “Necesitamos adultos que estén atentos y que puedan contener, acompañar y tener límites tanto en la niñez como en la adolescencia. Uno necesita un niño que se aburra, porque solamente en el aburrimiento surge el deseo, las ganas de crear y de imaginar. Y de los adolescentes lo mismo, si se les da todo servido y está lleno de estímulos cuando le presentó un libro, cuando le presentó un pizarrón con tizas eso se torna aburrido y cuando habló de una carrera universitaria, no quieren saber nada. A los papás les cuesta tomar conciencia de que la tecnología es una herramienta valiosa, pero que también que si se utiliza de forma extrema, les cuesta tomar conciencia de las lo negativo que tiene”, concluyó. 

 

El peligro de la adicción
Hace unas semanas la OMS reconoció la adicción a los videojuegos como una enfermedad. A ello se sumó la noticia, de impacto mundial, de una niña de 9 años de Reino Unido que debió ser internada por su compulsión al Fortnite (juego online gratuito con cerca de 125 millones de usuarios en el mundo) y que llegó a jugar 16 horas seguidas, al punto de orinarse encima.

 

En San Luis aún no se reciben consultas por este tipo de adicción, según aseguraron desde la Fundación de Acción Social (FAS) y el Centro de Prevención y Asistencia de Adicciones en San Luis (CPAA). Especialistas de ambas entidades de todas maneras marcaron las características y consecuencias del uso compulsivo de celulares, computadoras y consolas. 

 

“Considero que hay un uso excesivo y adictivo de las nuevas tecnologías, pero se ha naturalizado tanto que se vuelve menos palpable”, apuntó Rafael Díaz Guiñazú, psicólogo y director terapéutico de FAS. “No podemos dejar de tener en cuenta los factores psicológicos particulares y que una dependencia es un vínculo que se establece con algún objeto. Sin embargo, podemos pensar que el avance tecnológico, facilita la vida cotidiana y se empieza a sustituir una realidad material por una realidad virtual”, argumentó.

 

“He visto en los videojuegos, cierto frenesí, se comienza y no se puede cortar con la conducta. El sujeto vive en una realidad en la que los errores tienen menos consecuencias que en la vida real, por otro lado lo que son las redes sociales, los celulares, comienzan a sustituir el vínculo concreto, el cara a cara”, agregó. 

 

Las razones por las que se generaría una adicción a la tecnología serían varias además de la situación particular de la persona, explicó Díaz Guiñazú: evadir el tiempo, el espacio y la soledad. “Si bien la persona está en soledad con un teléfono, esa persona no está en contacto consigo mismo. En el mundo actual hay una gran dificultad para estar en soledad. No por la soledad en sí, sino por lo que el silencio implica, que es el encuentro de uno, es el quedar solo frente a uno mismo. Uno es bastante intolerante ante una sociedad que fomenta la inmediatez y la imagen”, explicó.  

 

“Si hay un rasgo básico en las adicciones es que no hay tolerancia a la espera. Se consume una sustancia e inmediatamente tiene un efecto. La vida no es así, es esperar una temporada para lo que se siembre dé su fruto, es hacer una carrera universitaria que me va a llevar cinco años con suerte. Todo esto brinda está posibilidad, esta sensación de inmediatez, de la no espera”, detalló. “En cuanto al espacio, se busca una superficialidad permanente. Subo una imagen, y lo que vendo es esa imagen. Yo prefiero quedarme con la foto con mi mejor cara, que todos conozcan esa y me reconozco solamente a través de esa imagen”, agregó.  

 

¿Por qué esa necesidad de evasión? “En algún punto, todo se diluye. Esa sana angustia del tiempo, el espacio y la soledad, no se estaría tolerando demasiado. Las razones son muchas. Esto viene de muy temprano, del padre que no tolera la demanda del niño y que le da rápido algo para que se calle, para que se conforme y esto a su vez vinculado a cierta noción tal vez errónea, de que una vida menos angustiante, más fácil, hace más saludable al niño y a veces la vida no es así. Se necesita una cuota de sana frustración”, concluyó. 

 

Para Daniela Pollachi, médica psiquiatra que se desempeña en el CPAA los factores individuales, particulares de la persona influyen mucho en si adquiere una dependencia, ya sea las sustancias o a la tecnología. “Tiene que haber una persona, una circunstancia personal determinada que genere ese deseo de consumir y una sustancia o situación que produzca el placer. En eso es similar solamente que en este caso en vez de hablar de sustancias, el internet es el que puede proporcionar las sensaciones placenteras”, opinó. 

 

Algo que se repite en todo tipo de adictos es la falta de límites y la dificultad en el manejo de emociones. “En cada paciente es diferente. Tiene que ver con la crianza, la personalidad, hay cuestiones genéticas que también influyen, pero no hay algo puntual. Es muy personal e individual, pero si se puede decir que tiene que ver con las emociones, la niñez, la puesta de límites”, remarcó. 

 

Pollachi enumeró que algunos factores que pueden indicar una dependencia es el tiempo que se pasa frente a la computadora la persona y la dedicación de menos tiempo a obligaciones familiares y profesionales. A su vez tiene la diferencia que se da en un contexto individual y no social, como suele ocurrir con otras adicciones a sustancias psicoactivas. También genera trastornos en el sueño, cambios en el estado de ánimo y pérdida de apetito.  

 

Para tratarlo, primero debe realizarse una consulta para evaluar la gravedad del caso y la estrategia terapéutica dependerá de cada persona, aclaró Díaz Guiñazú. Para el psicólogo también es importante “que la persona se haga parte del proceso de recuperación, que se implique, que no vaya pasivo a decir ‘a ver cúreme’. Requiere de toda la voluntad y el esfuerzo”. 

 

Pollachi recomendó la puesta de límites a la hora del uso de las pantallas, y de acuerdo al caso, un tratamiento interdisciplinario, con medicación para controlar la ansiedad, psicólogos, psiquiatras y hasta el contacto con pares en la misma situación, para dar cuenta de la gravedad de los casos. “La idea de generar un estilo de vida más equilibrado, con cambios de hábito y, una vez que se controle, tratar de mantener estos logros terapéuticos, para evitar que esto vuelva a suceder”, dijo por último. 

 

“No es lo mismo cuando la tecnología tiene un uso adecuado, con una finalidad determinada, donde no hay un exceso. Creo que hay que hacer una toma de conciencia, de que no estamos frente a algo inocuo. Como todo depende del uso que se le dé, pero esa frase también sirve para seguir dilatando el problema”, concluyó Díaz Guiñazú.

 

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