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Cuando la tierra da un respiro a la crisis

A falta de políticas económicas acertadas, muchos hogares optan por producir sus propios alimentos para ahorrar unos pesos en la compra de verduras y hortalizas. Hay diferentes organismos públicos que promueven estas parcelas domésticas y escolares que pueden traer beneficios al bolsillo, a la salud y a la vida de los barrios.

Por Juan Luna
| 30 de septiembre de 2018

Semillas, agua, una pequeña porción de terreno y muchas ganas. Con esos sencillos ingredientes se puede elaborar un remedio casero para aliviar, aunque sea un poco, los malestares que genera la crisis que atraviesa el país. A falta de políticas económicas certeras, de generación de nuevas fuentes de empleo y de un freno a la inflación, la tierra puede dar un pequeño auxilio.

 

Las huertas familiares han existido siempre. Pero en los duros tiempos que corren, han vuelto a cobrar fuerza como una estrategia doméstica para ahorrar unos pesos en la compra de hortalizas y verduras que se llevan a la mesa.

 

Desde hace varios años, diferentes organismos públicos vienen promoviendo la realización de pequeñas parcelas en las viviendas y en las escuelas, para aprovechar los múltiples beneficios que genera la producción de los propios alimentos, no solo para el bolsillo sino también para la salud. Pero desde que la realidad económica empezó a ser más complicada, la cantidad de personas que decidieron sembrar no ha dejado de crecer.

 

El Municipio de Villa Mercedes, por ejemplo, cuenta con un programa específico para promover el trabajo con la tierra desde el año 2012. Lleva el nombre de “Huertas de la ciudad” y, entre otros aspectos, busca recuperar el potencial hortícola que la localidad supo tener, cuando las quintas y las chacras eran algo habitual en los hogares mercedinos.

 

El área ha implementado diferentes acciones tras ese fin. En algún momento recorrieron los colegios armando pequeñas espacios de siembra, pero luego decidieron dar charlas formativas a los alumnos y enseñarles sobre alimentación saludable. También han buscado los saberes sobre semillas y cuidados entre los adultos mayores, al incentivar las parcelas o la producción de plantines en los geriátricos.

 

En el 2013 “nos focalizamos en que la gente pudiera tener un excedente de sus huertas, para poder comercializarlo”, explicó Carina Videla, responsable del programa. Así, le dieron vida a una serie de ferias itinerantes que fueron de barrio en barrio todas las semanas. Empezaron con apenas un puñado de productores y fueron ganando cada vez más adeptos.

 

Sin embargo, este año decidieron volcar los esfuerzos puertas adentro de los hogares. “Un poco nos motivó la difícil situación económica que atravesamos, especialmente en los barrios de la periferia que muchas veces tienen el lugar pero no saben o no se animan a sembrar”, explicó la funcionaria.

 

La Secretaría de Desarrollo y Promoción Social municipal es la que tiene un relevamiento de las familias con más necesidades materiales de la ciudad. Y son ellos quienes les proponen la realización de una huerta, ya sea para el propio consumo o para iniciar un emprendimiento comercial.

 

Videla explicó que para ello se basan en un principio básico de la economía social que dice que cada familia debe aprovechar los recursos que tiene a mano. “En este caso, ellos disponen de la tierra y la mayoría tiene mucho espacio. Lo que buscamos es que le puedan sacar su fruto”, aseguró.

 

“Para hacer una huerta no hace falta demasiado terreno, ni siquiera que sea cuadrado, puede ser vertical. Sólo se necesita un poco de ingenio y muchas ganas".

 

Así, desarrollaron un cronograma para visitar dos o tres casas por sábado y, en cada una, diagramar una huerta chica (de dos o tres metros cuadrados) pero que pueda ser ampliada por cada propietario. El Municipio lleva las herramientas, aporta las semillas y el asesoramiento técnico. Le piden a cada beneficiario que primero riegue la zona elegida. Cuando llega, si el terreno es el propicio, lo desmalezan, le quitan la gramilla, muchas veces también le ayudan a limpiarlo, y preparan los surcos. “Lo hacemos en conjunto. Invitamos a los dueños a que ellos también se animen a agarrar la pala y el azadón, para que aprendan cómo hacer los cultivos y después mantenerlos”, aclaró.

 

"Por ahora respiramos"

 

"Por ahora estamos respirando porque mi marido tiene trabajo, pero hasta hace poco no conseguía y estaba muy difícil", describió su realidad Claudia Orellano, una mujer de 37 años que vive en el Ciudad Jardín, un barrio ubicado a doce kilómetros del centro de Villa Mercedes al margen de la Autopista de las Serranías Puntanas.

 

Su esposo es albañil, pero la vivienda en la que habitan con sus dos hijos, tiene paredes hechas con tablas y el suelo sin contrapiso. A pesar de todas las carencias que sufren, siempre tuvieron la visión de producir verduras y hortalizas para aliviar su castigada economía familiar.

 

"En el frente de nuestra casa siempre tenemos algo sembrado, sobre todo en verano. Solemos tener tomate, zapallito verde, zapallo anco, y así nos ahorramos bastante. Ahora vamos a ver si podemos agregarle algo de melón y sandía", contó la vecina.

 

Como el precio de las semillas también se disparó, Orellano quiso aprovechar el beneficio del Municipio y armaron un nuevo cuadro en el patio. Ahí sembraron especies anuales, principalmente aquellas verduras de hojas como lechuga y acelga.

 

Marcelo, su marido, es mendocino y desde su tierra natal trajo la experiencia de haber estado en diferentes chacras. Con lo que ya tenía cultivado y las nuevas plantaciones, Claudia espera poder sacar una buena cosecha para tener la base de la comida diaria de sus hijos, a quienes acostumbró a consumir mucha verdura desde chicos.

 

Es que otro de los beneficios que tienen estas producciones domésticas, es que permiten una alimentación sana en los hogares. "Al saber cómo cuidaron su propio alimento, lo consumen con más ganas. Además, son verduras frescas y sin productos químicos, a diferencia de las que venden en la mayoría de las verdulerías que las traen de otras provincias y por eso vienen sin madurar”, explicó Videla.

 

"Todo lo que hacemos nosotros es para autoconsumo. No es mucho lo que sacamos, pero el año pasado pudimos tener siete plantas de tomate redondo y dos de perita. Si las tuviéramos que comprar, sería mucha plata. Es una ayuda pequeña y grande al mismo tiempo", valoró Orellano.

 

En el mismo barrio pero bien recostada sobre la ruta está la casa de Gisela Casia, una mendocina que se instaló en Villa Mercedes a los 18 años. “Siempre me gustaron las huertas, pero no sabía cómo hacerlas. Una vez lo intenté, pero los gansos y las gallinas que tengo como mascotas, me la rompieron toda", admitió, entre risas.

 

Hace unas semanas leyó en internet que el Municipio repartía semillas. Se acercó y en pocos días ya tenía en el patio de su casa, un cuadro de tres metros por tres, plantado con zanahoria, remolacha, lechuga y acelga.

 

Más allá de su curiosidad por la jardinería, la mujer trabaja en un plan social y reconoce que cuando lleguen las cosechas significarán un ahorro importante en la compra de verduras. "Sobre todo porque soy diabética y necesito comer siempre sano", agregó.

 

Gisela no tenía  ningún tipo de conocimiento sobre cultivos ni suelos. Pero para hacer una huerta está al alcance de todos, y con algunos consejos sobre sus cuidados bastan para empezar. "Lo bueno es que los técnicos van a hacer un seguimiento, Entonces no te dejan sola, y al mismo tiempo te motiva a cuidarla bien", expresó.

 

Tampoco se requieren extensiones demasiado grandes de terreno. "Ni siquiera tiene que ser una porción cuadrada, puede estar en vertical. Lo que se necesita es un poco de ingenio y muchas ganas", incentivó Videla.

 

Carina Soto vive en el barrio Eva Perón II, otra de las barriadas periféricas y más humildes de la ciudad, y fue la primera de su zona en tener una siembra propia. “Queremos que todos los vecinos tengan la suya, porque tenemos terreno y nos gustan las plantas y las verduras", sostuvo.

 

Es que las huertas producen un efecto contagio. No solo generan a otros las ganas de plantar, sino que también contribuyen con la economía de otros hogares. "Los que tienen excedentes y no los llevan a la feria, terminan por regalar un poco a sus vecinos o a otros familiares", sostuvo la funcionaria.

 

De la escuela al hogar

 

El Gobierno de San Luis también ha hecho de las huertas una política de Estado. Así, por ejemplo, implementó el conocido plan "Parcelas Hortícolas" como parte de una lucha para erradicar la pobreza en toda la provincia, tanto en las ciudades principales como en los parajes más alejados.

 

En esa cruzada, le cedió a lotes de una hectárea a varias familias criollas y de la colectividad boliviana para que produzcan hortalizas y las puedan comercializar. Las explotaciones están en el predio de Sol Puntano en la ciudad de San Luis, y en el terreno de Escuela Agraria en Villa Mercedes. En ambos lugares, los nuevos productores ya están vendiendo sus cosechas.

 

Pero otra de las acciones que la Provincia viene realizando desde hace varios años es  incentivar la producción en las escuelas, como una forma de llegar a los adultos a través de las ganas y empuje de los más chicos.

 

Así, desde hace al menos una década, el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción lleva adelante el plan "Cultivando Nuestra Tierra", que supone la realización de charlas en los diferentes establecimientos y la concreción de un pequeño lote hortícola.

 

"El objetivo principal es fomentar el regreso de las huertas a la casa y fomentar la cultura de trabajo en los más chicos", explicó María Rodríguez, la ingeniera agrónoma encargada de dictar las capacitaciones.

 

Cada año recorren en promedio unas 150 escuelas de diferentes localidades de la provincia. Cuando llegan a los colegios, les brindan algunos datos con videos y recursos didácticos, y rápidamente se ponen manos a la obra. "Les enseñamos como generar los plantines, en qué momento tienen que hacer los trasplantes y los cuidados básicos que hay que tener en cuenta, como el riego y el desmalezado", explicó.

 

Pero un aspecto clave en el que ponen atención es que las huertas escolares sean agroecológicas, es decir que en todo el manejo y en la cosecha no se utilicen productos químicos. "Tratamos de utilizar los mismos recursos que aporta el suelo. Aconsejamos el buen uso de la tierra, la rotación de los espacios (si hacés una verdura de raíz después tenés que hacer una de hoja), no hacer siembra continua de un mismo cultivo sino ir salteando líneas para evitar las plagas, incorporar las aromáticas, entre otras cosas", enumeró Rodríguez.

 

De esa manera, también se incentiva el consumo de hortalizas en los niños, que trae un beneficio nutricional importante. Al hacerlas con sus propias manos, los chicos que suelen tener reticencia a comer vegetales, tienen una mejor aceptación. Al mismo tiempo, "es una gran ayuda económica para las casas de ellos, porque disminuye los costos de cada familia", aseguró.

 

El objetivo que se plantearon a partir de este año, a través de un Ministerio de Educación, es visitar 149 parajes y llevar la producción a cada uno de esos lugares. "Intentamos llegar a los chicos, para que ellos lleven a sus casas la importancia de una vida sana. Además, en los pueblos muchas veces no tienen una verdulería cerca para ir a comprar, argumentó Cristina Ratto, jefa del Subprograma Calidad de Vida Rural.

 

Para lograr ese fin, ya empezaron a hacer viajes a cada uno de los poblados y observar las condiciones que tienen. Es que una de las grandes limitantes para empezar una siembra hortícola es la disponibilidad del agua para regar las semillas.

 

Al igual que el Ejecutivo provincial y el Municipio mercedino, hay otras instituciones que apuestan a la producción hortícola familiar. Otras intendencias han iniciado, incluso, una producción propia en sus dependencias.

 

Más allá de que crece la tendencia de sembrar para llevar alimentos más frescos, sanos y baratos a la mesa propia, también están aquellos que se han animado a cultivar como un nuevo emprendimiento.

 

Pero una de las mayores dificultades con las que se encontraban, era tener canal de venta de sus frutas y verduras. Por eso, también las ferias de productores y emprendedores han ido aumentando y creciendo, como otra alternativa para enfrentar la crisis.

 

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