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Nicolás Tolentino Suárez, rescatista de Cruz de Piedra

El nadador, conocido como "El Mudo", se destacó por su valentía y audacia para sumergirse en las profundas aguas de los diques de San Luis. Como bombero voluntario, hizo un trabajo que nadie quería hacer. Vivencias y anécdotas en el relato de su familia.

Por Johnny Díaz
| 12 de octubre de 2019
Los Suárez. Algunos de los hijos, nueras, nietos y bisnietos de Nicolás Suárez, "El Mudo". Un excelente nadador que toda su vida vivió en Cruz de Piedra.

Nicolás Tolentino Suárez fue uno de los más grandes rescatistas de las profundidades de los diques Cruz de Piedra (de donde era nativo), Potrero de Los Funes y La Florida. Su habilidad para sumergirse en las oscuras y quietas aguas de esos espejos era innata. Contaba con una capacidad pulmonar asombrosa y gran habilidad para nadar diferentes estilos.

 

Le decían "El Mudo", tal vez porque le costaba mucho hilvanar frases o porque se hacía entender por señas cuando se le dificultaba hablar. Sus hijos contaron que cuando era chico sufrió la pérdida de uno de sus oídos producto de una pedrada.

 

Ingresó a Bomberos Voluntarios después de hacer el Servicio Militar y, gracias a la gestión de su abuela que era una reconocida lavandera de la zona, cumplía esas funciones en la casa militar que el cuerpo tiene en Cruz de Piedra.

 

Su incorporación a esa entidad fue como un escape para su humilde condición de nadador. Rápidamente sus superiores se dieron cuenta de las aptitudes de Nicolás Tolentino y pasó a ser indispensable en cuanto a rescates en aguas profundas se refería.

 

Al poco tiempo lo incorporaron al Cuerpo de Bomberos de la Policía de la provincia donde estuvo muchos años, para jubilarse en la Dirección de Investigaciones, como sereno. "'El Mudo' sacó a muchos ahogados de los diques de San Luis. Era tremendo ver cómo se  sumergía y salir al rato con la noticia de haber dado con lo buscado", dice hoy un ex compañero de trabajo.

 

Su hija Nicolasa contó que eran tan pobres y tan humildes que su padre se arrojaba a las aguas de los diques sin ningún tipo de protección, solo atado a una soga y vestido con un pantalón corto. "Ésa era toda la vestimenta que usaba. Creemos que nunca recibió el reconocimiento que se merecía", agregó.

 

Las actuaciones de este rescatista-nadador se repitieron cada vez que ocurría una desgracia o imprudencia. Sus superiores solicitaban periódicamente su presencia en cualquiera de los tres diques más famosos que por esos años tenía la provincia.

 

Uno de sus ex compañeros en el Cuerpo de Bomberos no deja de alabar sus condiciones: "No solo era buen nadador sino también buena persona, muy humilde y contaba que en su infancia había sufrido mucho, siempre estaba atento a lo que pudiera pasar".

 

 

 

Santiago, uno de sus nietos, contó que su abuelo -en su media lengua- le relataba algunas experiencias. "Una vez llamaron a los bomberos porque se había caído en La Florida una persona. Al llegar todos estaban expectantes, él se sumergió atado a una cuerda en la zona de las turbinas  y, después de dos o tres intentos, lo ubicó a unos 40 metros de profundidad haciendo señas, tirando de esa cuerda. Habían pasado más de 10 minutos entre una y otra acción. ¡Ese era mi abuelo!", dijo con orgullo.

 

Sus descendientes relataron  que en una oportunidad su abuelo y unos amigos, entre los que se encontraban "Coco" González de El Volcán y Víctor y "Tetelo" Olguín, se habían juntado a comer un asado y jugar al truco. Recibieron ese día la visita de un señor que quería hablar con el experimentado nadador. A aquel hombre, cuando estaba pescando, se le había caído un reloj Rolex al agua, cerca del murallón del dique, por lo que solicitaba los servicios de Suárez. "El Mudo" aceptó y después de recibir las indicaciones de dónde había ocurrido el percance se lanzó al agua. Tardó cinco días para encontrarlo, se fue al centro y se lo entregó sin siquiera recibir una propina. "Se portaron mal con él,  mi abuelo vivía en condiciones muy humildes y al tener una familia numerosa, necesitaba más que nadie ", relató su nieto.

 

Suárez nació donde hoy es la famosa "cola del dique", ahí vivía con su madre Antolina y su abuela Bernarda. Tenían una chacra donde nunca faltaban las verduras frescas, además de melones y sandías que él se encargaba de custodiar. "Un día -dijo una de sus hijas-, un grupo de niños fue a robar sandías. Él los vio y los sacó corriendo, pero uno le arrojó una piedra que le impactó en la cabeza, más precisamente en el oído, causándole la pérdida total auditiva".

 

 

 

Para Nicolás Tolentino esa época no fue buena, perdió a su madre muy temprano producto de un accidente doméstico: murió al inhalar monóxido de carbono.

 

"Una tía, 'Chola' Pérez, cuenta que la abuela Bernarda lo llevó a Buenos Aires pero nada se pudo hacer, por eso tenía muchas dificultades para desenvolverse normalmente, incluso tuvo algunos contratiempos en la escuela de San Roque donde concurría y donde aprendió a leer y escribir", contó la familia.

 

"Mi abuela Bernarda era muy conocida en la zona, era una buena lavandera , y arriba de un sulky entregaba sus trabajos. Mi padre salía a buscar leña o cuidar la chacra", relataron sus hijos. Y agregaron: "Había aprendido a nadar sin recibir ninguna instrucción, se sumergía en el dique sin miedo ni temor, su habilidad era natural, además conocía la zona como nadie".

 

Nicolasa y María, las hijas más locuaces de "El Mudo", cuentan que nunca la tuvieron fácil y que sus vidas transcurrieron llenas de privaciones, porque la situación económica no era de las mejores. "En esta casa no teníamos energía eléctrica ni agua corriente. Solo agua potable cuando mi padre tenía plata para comprar un camión con agua. Muchas veces teníamos que ir a un canal a unos 600 metros de acá, para lavar y traer agua para la casa. Volvíamos con las manos lastimadas por el peso de los tachos", dijeron.

 

"Le cuento otra anécdota -agregó María-. Mi padre tenía devoción con el Santo de Villa de la Quebrada, nunca faltábamos para las fiestas. Había comprado un Ford V8 modelo '42 y estaba muy entusiasmado porque se avecinaba la festividad. El día 29, partimos todos, más mi tío Miguel. Esas eran nuestras vacaciones. No había más, éramos pobres y humildes, pero muy unidos". Nicolasa acotó que para ellos nunca existieron los Reyes Magos: "Mis padres no tenían para regalos, pese a que cumplían con la tradición,  nunca llegaban. Mi madre nos decía, 'No vienen porque nosotros tenemos muchos perros'. Era la manera de frenar nuestra ansiedad".

 

Nicolás Suárez tenía pasión por una moto Puma 98cc, con la que recorría diariamente la distancia entre su casa y su lugar de trabajo. Cuando se jubiló en 1983, hizo de peluquero y de mecánico de motos y autos, a cambio de eso recibía de regalo tabaco y cigarrillos, nunca dinero. También mostró cualidades de zapatero, guía por las sierras o ayudaba a los pescadores que pasaban por su casa. Sin rencores, la familia Suárez dice que nunca recibieron un reconocimiento oficial al eximio nadador. "Esperamos que alguien lo haga, queremos que no quede en el olvido. Creemos que nuestro padre fue merecedor de eso, pese a que se hizo famoso con las desgracias ajenas. Solo un canal de cable una vez le entregó una plaqueta.", dijeron.

 

 

 

"El Mudo" Suárez, tal como se lo conocía y respetaba, murió a los 89 años, dicen que de tristeza tras perder a su esposa Esther Mercedes Arias. Sufrió un infarto, tenía EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) y contrajo neumonía, de la que no pudo salir. Sus nueve hijos, Adriana, Nicolasa, Horacio, Mario, Nicolás, María, Luis, Elena y Valeria, 35 nietos y 15 bisnietos aún lo lloran.

 

Con su desaparición se fue parte de la alegría de los Suárez: le gustaba hacer las compras, lavar y planchar su ropa, coser en la máquina de su amigo Jacinto. Disfrutaba escuchar fuerte la música y sus fiestas preferidas eran Navidad y Año Nuevo porque aprovechaba de "tirar cohetes y petardos", como decía. Amigos y vecinos extrañan sus chistes y bromas: "Tal vez sea tiempo de reconocer a este abnegado servidor público que dio buena parte de su vida por el prójimo", dijeron sin poder olvidar al amigo que se fue.

 

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