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Más testimonios en el juicio a un acusado de abusar de sus hijas

Declararon una psiquiatra y psicólogos ante la Cámara del Crimen 1 de San Luis. Todos los especialistas se refirieron a las secuelas psíquicas y físicas que presentan las dos hermanas.

Por redacción
| 21 de diciembre de 2019
Jueces. Silvia Aizpeolea, Jorge Sabaini Zapata y José Luis Flores. La próxima audiencia será el jueves 26. Foto: Martín Gómez.

Una psiquiatra que atendió en 2010 a Tamara M. en el Hospital Escuela de Salud Mental recordó que la paciente llegó a la consulta pidiendo ayuda, porque había tenido intentos de suicidio y otros episodios de autoagresión. El diagnóstico presuntivo que el equipo interdisciplinario del hospital elaboró, en función de los síntomas y de las manifestaciones de la propia paciente, fue que la víctima presentaba un cuadro de angustia originado en un abuso sexual. La médica Analía Lucero Pomiro declaró ayer, en una nueva audiencia del juicio oral contra Javier M., el padre de la joven, acusado de abusar de ella y de su hermana menor.

 

Cuando le consultaron acerca del origen de la mención de los abusos en el diagnóstico, la profesional declaró que “la paciente lo refirió como antecedente”.

 

La psiquiatra Lucero Pomiro recordó que cuando entrevistó a Tamara la notó “impulsiva, irritable”, y, además de recomendar que fuera atendida por psicólogos, le recetó un medicamento estabilizador, antiimpulsivo. Le prescribió poca medicación, hasta evaluar su evolución en la próxima consulta, a los quince días, pero no fue para tratar una crisis, sino para un tratamiento, indicó, ante una pregunta del juez José Luis Flores, vocal de la Cámara del Crimen 1.

 

En el Hospital Escuela de Salud Mental también asistieron a Anabel, la hermana menor de Tamara. Repasando su historia clínica, la especialista recordó que resolvieron dejar internada a la adolescente, de 14 años entonces, porque advirtieron que estaba en situación de riesgo, ya que “sufría crisis de nervios, estaba desbordada y refería intentos de suicidio”.

 

“Llevo siete intentos, he tomado veneno…”, mencionó la paciente en aquella oportunidad. Ante una pregunta de los jueces, acerca de si tantas tentativas no consumadas de quitarse la vida no se podrían identificar como llamados de atención de la adolescente sobre el drama que la atravesaba, Lucero Pomiro dijo que en su ciencia todos los intentos de suicidio, tengan las características que tengan, son tomados como un riesgo para la vida de esa persona.

 

A Anabel también le indicaron continuar tratamiento psiquiátrico y recibir asistencia psicológica.

 

Tiempo antes, de junio a noviembre de 2007, Anabel fue atendida por la psicóloga Marcela Alicia Saber, por disposición de su madre, que buscaba que la entonces niña recibiera tratamiento por dificultades que tenía en la escuela, ya que “no trabajaba en clases, se dispersaba”. En esa oportunidad, la madre de la chica le contó a Saber que “su hija más grande había sido abusada por el padre”, recordó la psicóloga ayer, cuando declaró como testigo en el juicio.

 

 

Revelación y una larga espera
 

 

La revelación de los abusos estalló en el seno familiar en 2006. Fue un día cuando la madre de Tamara y Anabel volvió a la casa y su hijo, de casi 4 años, estaba llorando. Al preguntarle qué le pasaba, el nene le dijo que el padre le hacía doler “el pitito”. Ella interpeló a su esposo por el comentario de su hijo y Javier M. estalló en cólera. Hubo una discusión, golpeó cosas y se fue de la casa. 

 

Tamara se acercó a preguntarle a su mamá “¿y ahora qué le pasa a este loco?”. Cuando la madre le contó, la adolescente no soportó más. “Yo puedo tolerar que me haga cosas a mí, pero no voy a permitir que se las haga a mi hermanito”, dijo. Y le reveló que su papá abusaba de ella desde el día que cumplió 8 años.

 

Eso motivó la intervención de la Justicia de Familia y Menores, primero, y que al año siguiente la madre instara la acción penal en un juzgado de ese fuero.

 

Pasaron trece años desde que Tamara dio a conocer lo que había sufrido hasta que su padre fue sentado ante un tribunal que lo juzgue. Recién en 2016 Javier M. fue detenido, llamado a declaración indagatoria, procesado y encarcelado. Está con prisión preventiva desde entonces.

 

El año pasado la causa llegó a juicio oral. Pero en la apertura el entonces defensor del acusado planteó que la acusación que había hecho la fiscal de instrucción estaba mal hecha. La Cámara del Crimen 1 tuvo que darle la razón, la causa bajó para que un nuevo fiscal hiciera una nueva requisitoria y recién entonces el expediente volvió al tribunal.

 

Este año la Cámara se las vio en figurillas para sortear nuevos intentos del acusado por frenar el juzgamiento. 

 

Durante 2016 y parte de 2017, Tamara, la mayor de las hermanas, recibió contención de la doctora en psicología Graciela Vuanello, que trabaja en un proyecto de extensión de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de San Luis. Luego, en conjunto con el psicólogo José Recabarren, atendieron al grupo familiar: Tamara, su mamá Carina y Anabel. Menos al hijo menor, que no quiso asistir.

 

Vuanello dijo ayer que el propósito era brindarles apoyo, desde su profesión, para que afrontaran la última etapa del proceso judicial, que en teoría iba a terminar en 2018. Recordó que Tamara “refirió haber sufrido abusos a manos de su padre biológico desde los 8 años hasta los 14” y atravesaba un cuadro de estrés postraumático por esos hechos, que significan “una experiencia devastadora, sobre todo para una niña”.

 

Expuso que Tamara presentaba alteraciones en su salud mental, traducidas en estados de depresión, agresividad, intentos de suicidio y dificultades en su vida íntima de pareja y en su alimentación. Dijo que “las alteraciones en la esfera sexual de la joven estaban directa y manifiestamente vinculadas con episodios de abuso sexual sufridos en la infancia”.
 

 

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