29°SAN LUIS - Jueves 28 de Marzo de 2024

29°SAN LUIS - Jueves 28 de Marzo de 2024

EN VIVO

Una "fábrica" de verduras en el suelo villamercedino

La quinta de Adrián Frattari es un ejemplo de perseverancia en un sector complicado. Desde hace 25 años produce hortalizas que, ahora, vende en sus propias verdulerías.

Por Juan Luna
| 28 de abril de 2019
Emprendedor. Adrián es un Ingeniero Agrónomo de 36 años que empezó desde chico.

Apenas cinco kilómetros son los que separan al punto de origen del lugar de destino. En ese corto trayecto, la verdura que produce Adrián Frattari apenas debe recorrer un camino de tierra, con algunos pozos y charcos, ingresar a través de una rotonda a la comodidad de una avenida, para desviarse luego hacia el centro de Villa Mercedes. En no más de quince minutos, las hortalizas recién arrancadas del suelo ya están listas y acomodadas en los cajones a la espera de los clientes, quienes más adelante la llevarán a su plato.

 

No es un dato menor el de la cercanía entre los dos extremos de esa cadena que va desde la producción al consumo. Porque probablemente esa sea la principal virtud de lo que el horticultor y su familia ofrecen en su propio local y en el nuevo negocio que abrirán por estos días, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los comercios que importan sus hortalizas desde otras provincias, principalmente de Mendoza.

 

Y aunque en los últimos años hay una serie de cruzadas e intentos por volver a promover la producción hortícola en el territorio sanluiseño, el hombre lleva más de dos décadas de perseverancia en un rubro en el que ha derramado sudor y lágrimas, pero que le deja como recompensa la satisfacción de hacer lo que le gusta.

 

Por eso, la historia de "Los quinteros", (ese es el nombre de la firma) es más que el anecdotario de un emprendimiento que creció muchísimo, es también la muestra palpable de que el cultivo de alimentos es posible en el suelo puntano, aunque a veces requiera el doble de  esfuerzo.

 

 

 

Una "fábrica" verde

 

Para llegar a la quinta que Adrián tiene en el extremo sur de la ciudad cabecera del departamento Pedernera, hay que ir primero hasta la rotonda conocida como el Monumento del Indio, al final de la avenida 25 de mayo, y después tomar una de esas salidas de tierra que para muchos pasan desapercibidas, pero que conduce a una zona amplia de predios y estancias en las que viven y trabajan una gran cantidad personas.

 

El camino es bastante recto y sencillo, salvo por los pozos, guadales y charcos que dejan los días de lluvia. Cuando la revista El Campo fue hasta el lugar, una camioneta había quedado empantanada en un bache repleto de agua y  barro. Pero esos son sucesos habituales en esa región de quintas y campos que atraviesan sus días en silencio, sin el ensordecedor movimiento que a pocos metros aturde a la ciudad.

 

La primera imagen del establecimiento habla por sí sola. Por entre las tranqueras y el alambrado que delimitan la propiedad, se adivinan unas enormes estructuras formadas por postes, mallas antigranizos y polietileno que forman a esa pequeña "fábrica" de verduras y hortalizas, y en la que también tienen algunos animales para el consumo doméstico.

 

Alrededor del perímetro, otra lona negra rodea el campo. “Es para detener el viento y que no voltee los cultivos”, explicará el productor después.

 

La mayoría de las instalaciones son nuevas, no tienen más de un año. Luego de alquilar un terreno durante varias cosechas, Adrián pudo por fin comprar sus propias tierras y armar un escudo para proteger sus cultivos del riesgo permanente del granizo, la lluvia y las temperaturas extremas.

 

“Arrancamos con las quintas hace 25 años con mi papá Jorge, pero desde hace 18 seguí solo”, reveló. Si ahora tiene 36 años de edad, la cuenta indica que se inició en el rubro cuando era solo un niño y que, por lo tanto, pasó más de la mitad de su vida en una huerta.

 

Por ende, aunque se recibió de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Nacional de San Luis, su formación comenzó al lado de su padre mientras cosechaban entre cuarenta y sesenta hectáreas de batata para la reconocida planta de Arcor.

 

Sin embargo, "todos los años salíamos perdiendo, porque a pesar de que firmábamos un contrato y todo, siempre nos pagaban menos de lo que acordábamos, por una u otra excusa”, recordó con dolor.

 

Eso los llevó a tomar la determinación de comercializar su producción de otra forma. Armaron una lavadora casera para darle una mejor presentación a sus batatas y las empezaron a ofrecer directamente a los clientes. Pero un solo tipo de producto no era suficiente para subsistir en un mercado que de por sí es difícil y que les hace "pagar el derecho de piso" a los que recién comienzan, según contó Adrián.

 

Por eso, empezaron a diversificar sus cultivos de a poco hasta darle forma a una potente quinta que cosechaba todo tipo de hortalizas.

 

Llevaron adelante esa producción durante décadas, aunque siempre con un mismo inconveniente, que justamente es el principal obstáculo con el que chocan los horticultores de la provincia: cómo vender sus productos y cómo competir contra los que vienen desde otras provincias a precios más económicos al ser cosechados en grandes cantidades.

 

"Si no tenemos donde vender, no sirve nada de lo que hacemos. Es muy apasionante, lindo y es redituable, pero lo importante es tener el lugar donde poder comercializarlo. Todas las verdulerías y negocios quieren comprar, pero te ponen el mínimo del precio”, lamentó.

 

En una siesta que se empieza a hacer calurosa, entre los surcos sembrados pintados con el verde de las especies de hoja, Frattari se explaya sobre los sinsabores que le ha tocado experimentar en el rubro. Mientras habla transita del enojo al cansancio, pero la sonrisa se le dibuja cuando vuelve la mirada a su alrededor y nota lo que ha logrado: un emprendimiento hortícola profesional, de calidad, que sigue de pie a pesar de todos esos obstáculos.

 

La solución la encontraron hace unos cinco años, cuando abrieron una verdulería propia en Villa Mercedes, en la esquina de Pedernera y Betbeder. De esa manera, si no logran colocar su mercadería en otros comercios, se la ofrecen ellos directamente al público, sin intermediarios. El buen resultado de la ecuación está a la vista porque dentro de poco abrirán un segundo local, en plena avenida 25 de Mayo, una de las principales de la ciudad, y porque también abastecen a otro negocio.

 

Otra de las claves para estabilizar su producción y reducir al mínimo posible el riesgo constante con el que convive la actividad, fue hacer una gran inversión en infraestructura que marcó un antes y un después en la quinta.

 

“Acá es todo a pulmón, con mucho esfuerzo y mucho sacrificio, y sin ayuda. Entonces vamos paso a paso, a los ponchazos como suele decirse. La pequeña financiación que hemos podido conseguir es por la buena reputación de que siempre uno ha pagado y nada más”, insistió.

 

 

 

El reino hortícola

 

Como quien sabe que no puede guardar todo sus ahorros abajo del colchón o en una alcancía en forma de chanchito, Adrián sabe que tiene que cuidar de la mejor manera su producción, que en definitiva es su principal capital. Por eso, armó su propia "caja fuerte".

 

“Acá se pone mucho y se saca mucho, entonces hay que protegerlo muy bien porque estás a la deriva del tiempo: en enero no viene nada porque hay temperaturas de cuarenta grados, o si viene el mínimo granizo te agujerea la verdura de hoja y ya no sirve, no la compra nadie. Las semillas y los plantines son todos importados, es un gasto que hay que cuidar”, explicó sobre los motivos que lo llevaron a invertir tanto en la estructura de mallas antigranizo e invernaderos, que hoy le han dado una mejora sustancial a sus cultivos.

 

Aunque ya había comenzado a incorporar ese material en el terreno que antes alquilaba, el trabajo fuerte de armado en su nuevo campo comenzó en agosto del año pasado y todavía restan algunos pequeños detalles por terminar, como completar todo el perímetro con la malla que sirve para atajar un poco el viento y que no impacte tan fuerte en los cultivos.

 

Luego de esa primera barrera, Frattari tiene casi cinco hectáreas protegidas para hacer sus siembras: tres están cubiertas con mallas antigranizo que se sostienen sobre una armazón de postes de madera. “Te protege contra la piedra, contra la lluvia, contra el sol. Tiene un montón de beneficios que lo hacen indispensable. Sin esto, este rubro ya no se puede hacer”, planteó.

 

Luego, hay casi dos hectáreas que están ocupadas por cinco invernaderos, tres que miden 85 por 33 metros, y otros dos de 12 por 50. En cada uno de esos compartimentos, los techos van en caída: la parte central llega a los cuatro metros de altura. "Lo que uno necesita es volumen de aire para que los cambios de temperatura no sean tan bruscos, sino más leves", explicó. De hecho, tienen una doble protección. La lona logra amortiguar 3 grados, mientas que el polietileno protege de unos 4,5.

 

En los dos tipos de superficie cuenta con un sistema de riego por goteo, con mangueras que recorren los surcos y que además de hidratar los cultivos, sirven para realizar la fertilización.

 

Al mismo tiempo, cada carril está protegido con la técnica del mullching, que evita que las malezas crezcan al mismo ritmo que la planta principal.

 

Entre los cultivos que realizan se enumeran zapallos verdes, zucchini, coreano, inglés y plomo; lechugas rulito, manteca y repollada; espinaca, remolacha, acelga, cilantro, perejil, achicoria, tomate, berenjena, pimiento, papa y zanahoria, entre otras.

 

Además, alquilan otras seis hectáreas en un campo contiguo para hacen algunos otros cultivos a la intemperie, como los zapallos, zanahorias y papas, entre otros. Allí utilizan el sistema de riego por canal con el recurso que les abastece San Luis Agua. "La calidad del agua es excepcional y el servicio funciona muy bien, eso es algo que hay que destacar", valoró.

 

Adrián también resalta el resto de los recursos que hay en el lugar para la producción, aunque hay que saber manejar sus virtudes y defectos. El suelo, por ejemplo, "varía mucho dependiendo del lugar donde estés parado. De un tramo cambia mucho al otro. En una parte no podíamos hacer zapallo porque antes había lotes de soja, entonces había quedado mucha materia orgánica y se pudría la verdura", contó.

 

A nivel climático, principalmente en Villa Mercedes, hay complicaciones. "Es muy duro porque todos los veranos tenés granizo, los inviernos son muy fríos, hay mucha amplitud térmica, lo que no es buena para ningún cultivo de huerta", sostuvo.

 

Sin embargo, el calendario de siembra se extiende prácticamente durante todo el año para garantizar una disponibilidad de verduras constante en su comercio. "A mí me sirve la frecuencia, no tanto el volumen, porque yo sé la cantidad que podemos vender. Además ofrecemos todo fresco, se cosecha y se lleva a la verdulería", aclaró.

 

Entre las dificultades con las que convive, la del personal no es una menor. Adrián sostuvo que cuesta mucho encontrar obreros que estén dispuestos a hacer ese trabajo, que es manual y agotador. "Esto es mano de obra pura, para  todo hay que agacharse. Cuesta mucho formar a una persona en este oficio, porque es un trabajo sacrificado y no duran mucho, por más que los incentivés económicamente. Para hacer esto te tiene que gustar", contó.

 

Planteó, por ello, que lo ideal sería poder tecnificar todo el proceso de cosecha con máquinas y tecnología que existen en la actualidad, pero que están muy lejos de las posibilidades de los pequeños productores, por sus valores y por la accesibilidad. "Yo apunté a buscar cultivos más fáciles para poder ser más eficiente, porque todas las herramientas son de elevadísimo costo, todas son importadas, cotizadas en euros y hay mucha burocracia para poder traerlas", lamentó.

 

Al mismo tiempo, consideró, hay que buscar un equilibrio entre lo que se invierte y lo que se puede llegar a obtener como ganancia.

 

 

El futuro del sector

 

A pesar de los intentos para promover el regreso de la producción hortícola como un motor de las economías domésticas, Adrián cree que falta mucho para que las quintas que supieron colmar Villa Mercedes vuelvan a ser una realidad concreta.

 

"Yo creo que esa época no va a volver porque hemos perdido la cultura de trabajar en esto. Hoy se piensa que todo es fácil y no es fácil, hay que poner mucha inversión, tiempo y trabajo", expresó.

 

Sin embargo, confía en las condiciones que tiene la provincia para poder ser una potencia en el sector: "Estamos en el punto medio del país, tenemos rutas y autopistas en la puerta, podríamos aspirar a llegar a Buenos Aires, donde está la gran población", resaltó.

 

Más allá de todas las dificultades que ha debido sortear para establecerse en la actividad, Frattari continúa vigente en la producción de verduras y hortalizas, aún en los años en los que la tendencia era inversa: abandonar el sector.

 

"Seguimos con esto porque tenemos la posibilidad de vender en nuestro propio negocio. Antes siempre vendíamos mal, esa es la realidad. Pero esto es lo que me gusta, lo que aprendí. Y yo amo  mi ciudad y mi provincia, sino probablemente podría haberme mudado a otro lugar", planteó con una evidente mezcla de sensaciones en la garganta.

 

Mientras Adrián conversaba con la revista El Campo, dos de sus cinco hijos corrían por los lotes, observaban las plantas y hasta se animaban a cosechar lo que ya estaba listo. Al igual que él, que aprendió el oficio de su padre cuando era un niño, tal vez el futuro de la actividad hortícola está en el seno de las familias, en esa pasión que solo se puede transmitir con el propio ejemplo y que, casi siempre, contagia a los demás.

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo