Guay Curú: rondan los 50 y tienen "maxipasión" por la naranja
Son unas veinte basquetbolistas que se sumaron al club hace dos meses. Muchas jugaron durante la adolescencia y volvieron a la cancha hace cuatro o cinco años.
Andan con la pelota anaranjada bajo el brazo y con las mismas ganas que a los 15, aunque la mayoría ronda o supera los 50 años. La actitud no se negocia para las jugadoras de maxibásquet de Guay Curú. Y la pasión se mezcla con la sangre para dejar todo en cada segundo de juego. Tal vez por eso, de las veinte que entrenan dos veces por semana, son menos de diez las que fueron a las últimas prácticas. “Sacale el jugo a la naranja”, un torneo que jugaron en Carlos Paz, dejó varias lesionadas.
Hace dos meses que representan al club puntano con sede en calle General Paz. Antes de ser cobijadas por "Los Indios”, se juntaban donde encontraban un aro desocupado. La adversidad las hizo fuertes y logró unirlas como grupo.
“Somos un grupo de base que empezó hace seis años en otro club, pero siempre nos mantuvimos unidas más allá del lugar de entrenamiento”, contó Miryam Recolons, el buque que impulsa cada travesía de esta tripulación.
El equipo dirigido por Cintia Rosales, jugadora de la primera división en Guay Curú, está formado por unas 20 basquetbolistas de entre 35 y 60 años. “Cuando vinieron a hablar con 'Jota' Gómez, el presidente, eran diez. Pero se fueron sumando mamás de los chicos del club”, recordó la joven de 24 años que estudia Educación Física.
Como niñas a las que les basta algún rincón libre para divertirse, “las maxi” botan la pelota donde sea. “Cuando no teníamos cancha nos juntábamos a jugar en el Parque de las Naciones dos veces por semana y una en Potrero de los Funes”, revivió Beatriz Garro. La cordobesa vive hace dos años en San Luis, tiene 55 y decidió celebrar medio siglo compitiendo en el triatlón Ironman. Lo hizo y volvió al universo de las redes y los aros.
Vuelta al primer amor
Muchas de las jugadoras que hoy transpiran la camiseta del club fundado en 1934 conocieron el básquet alrededor de los 12 años, se casaron muy jóvenes o empezaron a trabajar en la adolescencia y dejaron. Pero, unos años antes o después de los 50, volvieron a su primer amor: la naranja. Silvia Astorga es un claro ejemplo: “A los 16 años me casé y tuve ocho hijos. Fueron ellos los que me incentivaron a practicar otra vez”.
Otras integrantes del plantel dan sus primeros piques en la cancha. “A todas nos une la misma pasión: escuchamos el ruido de la pelota contra el piso y nos empieza a palpitar el corazón”. La que habla es Mónica Sosa, una atlética mujer que combina el básquet con la monta de caballos y parece tener baterías inagotables. Aunque prefiere ocultar su edad, aparenta menos de cincuenta. Probablemente los supere.
La entrenadora subraya la actitud del grupo. “Tienen mucha vitalidad y energía; son ellas la que me empujan a mí. A pesar de las molestias físicas que pueden tener, siempre dejan todo. Son muy positivas”, aseguró Rosales.
El amor por el básquet las transforma. “En la cancha sentimos que resurgimos, como el Ave Fénix, somos libres”, explicó Recolons.
Aunque en la provincia no hay competencia oficial para ellas, se las rebuscan para jugar. A partir del 18 de mayo participarán con cuatro equipos en un torneo 3x3 en Juana Koslay. Y, en julio, tienen planeado viajar a Rosario para jugar en el Campeonato Argentino de Maxibásquet Femenino. “Queremos llevar un equipo de +50 y uno de +55”, adelantó la DT.
Para afrontar esos y otros desafíos buscan incorporar más jugadoras, con o sin experiencia, al plantel. Solo deben tener más de 30 años y acercarse los miércoles a las 17 o los sábados a las 10:30, días de entrenamiento en Guay Curú.
Una pelota en el baúl del auto “por si encuentro algún aro en el camino”, sentir que “soy otra vez joven” y “olvidarme de los problemas”. Algunos sentimientos y la lógica de mujeres que a los 50 eligen calzarse las zapatillas y disputar el balón bajo un aro.


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