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Además de abusarlas, su padre les pegaba a ella y a su hermana

Los ataques sexuales eran solo una de las formas en las que el acusado expresaba la violencia que ejercía en su familia.

Por redacción
| 16 de agosto de 2019
Imputado. Tiene 43 años y fue arrestado en caseros al 2100. Foto: Dirección General de Investigaciones.

Los abusos sexuales eran solo una de las formas de manifestación de la violencia que M.I.A. ejercía sobre sus dos hijas, según surge de los relatos de las víctimas, uno de los elementos que la jueza Penal 3, Virginia Palacios, tomó en cuenta a la hora de ordenar el arresto del sonidista y músico de 43 años, quien no declaró y solicitó una prórroga de la detención. Por lo que hay asentado en el informe psicológico-psiquiátrico de una de las damnificadas, para el afuera, el acusado era sociable, amable, querido por sus amigos, compañeros de trabajo y vecinos; y en el trabajo, dedicado y perfeccionista. Pero, puertas adentro, agredía físicamente a su esposa y a sus hijas, y era tal la violencia que hasta la propia mujer quedaba paralizada por el temor, al punto de no poder hacer o decir nada para frenarlo.

 

Tres son las figuras que le imputan a M.I.A.: “Corrupción de menores agravada”, “Abuso sexual gravemente ultrajante” –en relación a la más grande de las víctimas, que actualmente tiene 22 años y reside en Buenos Aires, donde sigue una carrera artística– y “Abuso sexual con acceso carnal” –en relación a las violaciones sufridas por la más chica, que hoy tiene 17 años y cursa la secundaria en un centro educativo de San Luis Capital–. Los delitos están agravados por el vínculo y por el aprovechamiento de la convivencia preexistente siendo la víctima menor de edad.

 

El secreto que protegía al abusador se rompió en octubre de 2017, cuando la mayor de las chicas vino de visita a San Luis, para el cumpleaños de una pariente. Allí, durante una charla  en su casa, la joven le contó a su mamá lo que su papá le hacía cuando era niña.

 

Le dijo que cuando ella se iba a trabajar –en ese entonces, la mujer era empleada en una panadería del centro de San Luis y salía de su domicilio a la mañana muy temprano–, su padre la cruzaba dormida de su habitación a otra, en donde la desvestía y la manoseaba. Pero eso solo era el comienzo de los ultrajes, que incluía otras prácticas, aunque la chica indicó que, en su caso, no hubo acceso carnal.

 

Según lo que dijo la joven, estos hechos comenzaron cuando tenía 8 años, se extendieron durante unos cuatro años, y ocurrían al menos cinco veces al mes. Explicó, además, que ella se hacía la dormida, que no abría los ojos ni emitía palabras, porque sentía mucho miedo. Es que su papá era muy violento, y le pegaba a ella, a su hermana y a su mamá, narró.

 

Esa revelación determinó que la mujer del acusado lo enfrentara (de hecho, se separaron) y que empezara a indagar a su hija menor, para saber si ella también había vivido hechos similares.

 

Según lo que declaró, su hija más chica se lo negó, inicialmente. Diez meses después, es decir, en agosto del año pasado, le confirmó que su papá también había abusado de ella. La mujer hizo la denuncia por el caso de ella; y su hija mayor vino en setiembre pasado desde Buenos Aires e hizo la denuncia por el suyo, dado que ya era mayor de edad.

 

Cuando la causa ya estaba en trámite, a la adolescente la citaron para que la examinara la pediatra Vanina Ferroni, del Cuerpo Profesional Forense del Poder Judicial. También para que le tomaran  declaración a través del sistema de la Cámara Gesell. La pediatra y la psicóloga Marisa Samper concluyeron que la adolescente presenta signos de abuso sexual, tanto en la plano físico como en el psicológico.

 

Según lo que contó, los ataques iniciaron cuando ella tenía 7 años y ocurrieron hasta los 10 u 11 años, cuando todavía estaba en la primaria. Empezaron a tan temprana edad que ella no sabía qué sucedía, ni que eso que su padre le hacía estaba mal. Pero, a medida que creció, entendió exactamente lo que pasaba.

 

Basta leer los informes de la Cámara Gesell hecha a la menor y el informe psicológico-psiquiátrico forense de la más grande para dimensionar el daño que generan estos delitos en la psiquis de las víctimas, y cuán difícil es reparar y poder continuar con la vida.

 

Está “muy angustiada y con importantes sentimientos de impotencia, culpa y desánimo”, informó la psicóloga sobre la adolescente, quien ha tenido conductas de autolesión. La mayor también expresa angustia y culpa por lo vivido por su hermana menor (ya que siente que no la pudo cuidar) y su autoestima está muy afectada. En ambos casos, la recomendación fue que continúen con tratamiento psicológico para poder elaborar el trauma.

 

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