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Elecciones en EE.UU.: el número mágico del próximo presidente

El martes se define quién gobernará el país del norte durante los próximos cuatro años. Cómo es el sistema electoral que depende, paradójicamente, de los estados indecisos.

Por Agustina Bordigoni
| 02 de noviembre de 2020
Foto: Internet.

El 3 de noviembre no necesariamente ganará en los Estados Unidos el candidato a la presidencia que tenga más apoyo popular. Sucedió en la elección del año 2000, cuando Bush a pesar de haber perdido en voto general le ganó a Al Gore, o más recientemente, cuando Trump aún con menor cantidad de sufragios derrotó a Hillary Clinton en 2016 (el republicano obtuvo 3 millones de votos menos que la demócrata).

 

Para comprender los resultados de las elecciones debemos tener en cuenta las características del sistema electoral y el papel de los estados péndulo o indecisos, que son claves en cada votación.

 

Tanto Donald Trump como Joe Biden deben aspirar a conseguir el voto de 270 electores del Colegio Electoral, cosa que podrían lograr incluso si en términos absolutos reciben un menor número de votos.

 

 

Un sistema indirecto

 

La metodología del proceso electoral en EE.UU. es tan antigua como el país. Sus padres fundadores decidieron que la manera más democrática de elegir a un mandatario sería si ningún Estado, por más grande que fuera, determinara por sí solo el destino de la nación.

 

Así, se pensó en un sistema indirecto en el que cada Estado independiente contara con un número de electores que lo representarían para elegir al presidente.

 

Desde el año 1845, además, la elección se realiza el primer martes de noviembre. El proceso está dominado por dos partidos principales: el Demócrata y el Republicano. El primero más identificado con las ideas progresistas, y el segundo, como el partido conservador

 

En términos sencillos podríamos decir que desde entonces los estadounidenses no eligen a su mandatario (aunque sí voten por uno u otro) sino que eligen a los 538 electores que designarán al presidente en el Colegio Electoral. Cada Estado, de acuerdo a su cantidad de población y a sus congresistas, cuenta con un número determinado de electores: así, por ejemplo, California cuenta con 55 votos electorales; Nueva York y Florida, con 29; Illinois y Pensilvania, con 20; mientras otros estados pequeños cuentan con 6 o 3. Otro dato importante: allí la participación del electorado no es obligatoria.

 

En general (salvo las excepciones de Maine y Nebraska), quien gana en el Estado, por más que la diferencia sea mínima, se lleva el total de votos de los electores de ese territorio, por tanto, esa cantidad de votos en el Colegio Electoral.

 

 

 

Cada partido elabora su lista de potenciales electores, que son quienes, en caso de ganar, los representarán ante el Colegio Electoral. En términos generales, los electores respetan la decisión de la población y respaldan al candidato que prometieron respaldar, es decir, votan por el partido que ganó en su Estado. En la historia del país solo hubo 9 electores que se consideran “disidentes”, esto es, que cambiaron su voto ante el Colegio Electoral (lo que es posible porque algunos estados dan independencia a sus representantes).

 

Por lo demás, y en términos menos precisos pero sí más generales, podemos afirmar que quien consigue la mayoría de electores (al menos 270) es quien se convertirá en el próximo presidente del país.

 

 

Los estados claves

 

Así como las opiniones de los candidatos están divididas, lo está el país. Hay estados en los que el voto por uno u otro partido es casi seguro (y a los que se denomina rojo o azul, según sean republicanos o demócratas), por lo que la atención se centra en los denominados péndulo o indecisos, es decir, aquellos que cambian de color político en cada elección (y quienes, además, cuentan con un importante número de electores).

 

Por ejemplo, Idaho, Alaska, Wyoming y Alabama son considerados tradicionalmente estados republicanos, mientras otros como California, Massachusetts, Vermont o Illinois, demócratas.

 

Hay otros, sin embargo, cuyo voto cambia según el candidato, y es ahí donde particularmente se centran las campañas. Entre estos estados se encuentran Ohio o Florida, pero también, en esta elección particular, se considera dentro de este grupo a otros como Carolina del Norte y Arizona (que tradicionalmente votaron por los republicanos, salvo en las elecciones de 1996 o 2008) o Pensilvania, Michigan y Wisconsin (de tradición demócrata pero que en la última elección le dieron la victoria a Trump).

 

Es en esos siete estados que se dirime la elección: el número mágico llegará no solamente para quien mayor cantidad de voluntades consiga, sino también para el candidato que más capacidad demuestre para animar a sus seguidores a votar.

 

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