Gabriela Farías
Periodista
Cuando la cercanía no es abrigo
Por estos días de encierro obligado circula en las redes sociales una angustiante estadística de Latfem: una de cada cinco niñas hacen aislamiento con su abusador. Y aquí, en San Luis, ese número se hizo vívido, palpable, cercano. Días atrás, una jueza recibió una denuncia y de la investigación que lleva adelante surge que la última violación que sufrió una nena fue entre el 18 y el 19 de marzo, es decir, cuando las clases ya habían sido suspendidas, la medida previa al decreto de aislamiento social obligatorio. Tiene 9 años y el acusado, que ya está detenido, es su propio papá, y es policía.
Este último caso, por algunas similitudes, recuerda a otro que nos marcó profundamente hace exactamente tres años: el de Florencia Di Marco.
Un hombre que cumple el rol paterno, o una figura que se supone debía cuidarla, es detenido por hacer totalmente lo contrario, por someter a su hija, una niña. Una maestra a quien la propia víctima le cuenta de los abusos y que convoca a la madre para decirle lo que sucede, para que se movilice, para que denuncie. Y del otro lado se encuentra con una mujer que dice "la nena es mentirosa", violentando una vez más a su hija en ese descrédito. Una mamá que está sospechada de saber y de no haber hecho algo para evitar esas violaciones que se han extendido en el tiempo, que se han convertido en habituales bajo el techo familiar. Y es entonces cuando la cercanía y la cotidianidad del hogar se hacen cómplices de los perversos.
Es una historia que se repite, salvo por el final. Florencia ya no está: la mataron, y aún nos duele. Tanto como pensar cuán difícil debe ser sentir, a los 9 años, que quienes debían ser abrigo y refugio solo desamparan y causan dolor.
Más Noticias