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La hora de las infancias libres: sin género y respetuosas

La mamá de la primera niña trans del país ahonda en conceptos que rompen estereotipos para repensar la crianza. Además una especialista brinda herramientas para deconstruir en casa los mandatos que impone la sociedad.

Por Raquel Wolansky
| 15 de agosto de 2020
Foto: Internet

Este año, por primera vez en la historia, el Estado nacional recomendó renombrar el Día del Niño como el Día de las Infancias para visibilizar este domingo las diferentes maneras de vivir esa etapa. “Queremos celebrar la diversidad de toda la niñez. Decir niño no alcanza para representar las experiencias heterogéneas y múltiples de la niñez”, indicaron.

 

Pero, ¿de qué hablamos cuando decimos “la diversidad de la niñez”? La pionera en transitar este camino es Gabriela Mansilla, ya que junto a su hija Luana —la primera niña trans argentina en obtener su DNI tras la sanción de la Ley de Identidad de Género, el 9 de mayo de 2012—, nos explica: “Una crianza libre tiene que ver con repensarse, con otorgar una libertad que las personas adultas no tenemos, con cuestionarse un montón de cosas que terminan siendo egoístas, con reforzar el amor que tenemos por nuestros hijos, hijas e hijes y habilitar otros espacios, habilitar una escucha. Yo creo que lo más importante es poder dejar este centro que ocupa la persona adulta y empezar a escuchar qué es lo que esa niñez tiene para decirnos, bajando nuestros prejuicios, nuestras creencias, cuestionándonos nuestra propia educación y formación atravesadas por una cultura binaria, biologicista, patriarcal y, por supuesto, machista”.

 

La historia de Gabriela y Luana es una historia de amor, pero también de lucha infinita, que empezó a los dos años de su hija, en el momento que entre sus primeras palabras pudo decir con claridad: “Yo nena”.

 

 


Gabriela y Luana, un equipo que hace historia y abre caminos. 

 

 

Hoy Luana tiene 13 años, y ha ce 11 que Gabriela recorre la vida luchando por los derechos de las infancias travestis trans. Es la referente de más de 250 familias del país, nucleadas en la Asociación Civil Infancias Libres, que batallan por visibilizar a sus hijos e hijas en ese camino de libertad, de la no discriminación por identidad de género y de la inserción en la sociedad, la comunidad educativa y el sistema de salud.

 

“La historia de Luana es la historia de un montón de otras niñeces y adolescencias que hoy son personas adultas y que han sido expulsadas de sus hogares, del sistema educativo y del de salud, en los que un Estado no les pensó, donde una sociedad no les respeta ni les desea. La historia de Luana lo que tiene es muchísimo amor de su familia y de una mamá que ha cuestionado todo, porque me interpeló su voz y el egoísmo con el que me movía. Me di cuenta que amar es otra cosa, es dejarla ser libre sin que yo tenga que estar ahí interrumpiéndola con mis propios deseos y expectativas; eso es lo más difícil, porque ni siquiera yo tuve la libertad de ser quien soy, porque fui siendo en un sistema opresor que me fue diciendo cómo y qué lugar iba a ocupar en esta sociedad”, comenta.

 

En ese recorrido, Gabriela escribió dos libros: “Yo nena, yo princesa” (en 2014) y “Mariposas libres: el derecho a vivir una infancia trans”, de 2018. Pero, a pesar del camino andado y de los cambios en las leyes, considera que a la sociedad le falta décadas de deconstrucción, que no existen políticas inclusivas para las niñeces travestis trans, y que en la actualidad son menores y adolescentes en permanente peligro: “Tengo un trabajo realizado y una experiencia de muchísimos años; en este camino he aprendido a sacar la mirada de las infancias y adolescencias trans y ponerla en el lugar del Estado y en la sociedad violenta, llena de prejuicios. Ahí te das cuenta cuál es la realidad de nuestras niñeces, que no son visibles en ningún lugar, la escuela no les abraza, la educación no les muestra ni legitima sus cuerpos, no se habla de las niñas con pene ni de los niños con vulva. Hay una Ley de Identidad de Género vigente, la Ley 26.743, y más del 90% de las escuelas no la conoce. Me atrevo a decir que más del 90% de la población no la conoce, y quienes la conocen en la misma proporción no la respetan. Entonces están en peligro porque las infancias y adolescencias trans travestis tienen una expectativa de vida de 35 años, con una tasa de suicidio que supera el 40%. Con una expectativa de vida tan baja y con una tasa de suicidio tan alto, ¿cómo pueden estar las niñeces y adolescencias trans si no es en peligro?”.

 

Y agrega: “Negar esta realidad es falta de información, es no tener conciencia de que ni aun abrazadas en su casa estas niñeces no van a dejar de tener esta expectativa de vida, que se sostiene hace más de 13 años y que es la misma expectativa que tenía una mujer cis género en 1914”.

 

 


La caja de herramientas de Bárbara Duhau. Gentileza: Tamara Kostetsky / Tam Visual - Grow

 

 

 

Una caja de herramientas con visión de género

 

Ante esta realidad, las familias que anhelan infancias libres pueden empezar a deconstruir los mandatos que impone la sociedad desde su casa, “desautomatizándolos y derribándolos”, indica Bárbara Duhau, especialista en comunicación y género.

 

“Si viviera en un iglú en la Antártida y mi hija no saliera a la calle ni sociabilizara con nadie, podría hablar de una crianza neutra, pero no; crecen en una sociedad con los estereotipos muy solidificados en la adultez, pero que se construyen desde la pequeñez”. Por ese motivo, el trabajo que se realice en la casa es fundamental para empezar a cambiar el afuera. Para esta tarea, proporciona herramientas para incorporar en la crianza de los niños y niñas.

 

“Reconocer” es el primer paso que marca Duhau en esta tarea. “Cuando vas a comprar ropa para tu hije o a la juguetería, la mayoría de veces te preguntan: ¿de nena o de varón? Desde comprar un chupete hasta una remera o un juguete cualquiera, ya vienen 'divididos' binariamente por género. Para ejercer una crianza no binaria y libre de estereotipos de género, primero tenés que darte cuenta de los estereotipos que hay, de la división en género que ya existe”.

 

El segundo de los pasos es “registrar nuestros propios estereotipos de género”. Todas las personas los tienen y vivimos regidos por ellos. Lo importante es tomar conciencia e identificarlos. “Entonces ahí te podés responder qué le comprás, a qué actividades le proponés que asista o qué contenidos le planteás que vea o lea”.

 

La siguiente recomendación es crear en el hogar un “espacio diverso”. Bárbara propone un lugar con opciones, donde niñas y niños puedan decidir por su cuenta.

 

“Tener un espacio diverso en tu casa no se trata de los colores amarillo, verde o marrón, se trata de que tu hije se sienta libre de jugar y explorar una diversidad de juegos, roles y situaciones sin sentir que algo es de nene o nena. Eso no significa no tener muñecas o no darle camiones a tu hijo, se trata de darles alternativas para que puedan elegir sin restricciones. La crianza libre de estereotipos no se trata de limitar opciones, sino de amplificarlas”.

 

Otra opción es no establecer roles tradicionales en casa, ya que mucho de lo que se aprende entra a través de los roles y rutinas domésticas, más allá de los juegos o lo que se diga. “Los varones pueden lavar el baño, cuidar, ser sensibles, charlar, cocinar. Las mujeres pueden jugar físicamente, salir a trabajar. Lo mismo aplica para las tareas que se les puedan dar a les hijes”.

 

El cuarto es para Bárbara uno de los ítems más importantes: abrir el diálogo sobre género. “Empezá un diálogo sobre género y estereotipos con tus hijes. La idea no es hacer que vivan en un mundo que no existe, sino construir un pensamiento crítico para que elles mismes puedan ver los estereotipos y tomar decisiones conscientes, ahora y en el futuro, y que se sientan libres de elegir lo que les haga bien sin restricciones”.

 

Y, finalmente, la gran herramienta con que cuentan las familias, ya en el contexto de instituciones y escuelas, es la Educación Sexual Integral (ESI). “Madres y padres debemos exigir que se aplique no solo en las clases de educación sexual, sino institucionalizada en todos los contenidos que participan nuestres hijes”, concluyó.

 

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