13°SAN LUIS - Miércoles 24 de Abril de 2024

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Los colores convertidos de un alma sensible

El escritor volvió a la provincia para leer pasajes de sus obras y recuperar el sentido primitivo del arte.

Por redacción
| 18 de abril de 2021
Lo que la escritura hace visible. Solá, guitarra, noche y proyecciones. Un micrófono que se volvió popular. Foto: Casa Azul.

Con mantas en el piso, lucecitas colgadas y sillas distribuidas anárquicamente, el patio de Casa Azul recibió a las almas sensibles que estaban dispuestas a escuchar al invitado de la noche. Juan Solá, el escritor que endulza el espíritu con la retórica de las historias trágicas, se paró en el escenario y las palabras y el raspado de las páginas de los libros, los suspiros y hasta las lágrimas protagonizaron un atardecer de la semana pasada —cuando las reuniones culturales todavía eran posibles— en San Luis.

 

El notable escritor entrerriano leyó algunos cuentos de "Épica urbana" y "Microalmas", dos de sus obras más exitosas y, en una actitud que demuestra su desapego al circuito comercial, omitió los pasajes de "Invisible", su novela más reciente, que ni siquiera estaba disponible para la venta en el encuentro puntano.

 

Como buen provinciano, Juan recalcó la importancia de los espacios de encuentro y desmitificó el dicho de "Dios atiende en Buenos Aires", en una apuesta a la revalorización de la cultura local. De hecho, permitió que algunos presentes expresen su arte en el pequeño escenario montado en el espacio cultural.

 

La luz tenue, la lectura apacible, una guitarra de fondo y las imágenes en pantalla conformaron un ambiente que configuró la velada en un encuentro especial, única como el instante de conexión entre el que escucha y el que habla, en la comprensión de un sentido que se multiplica.

 

Única también como la complicidad que surge de cada pensamiento y reflexión que evoca el recuerdo, la vivencia y el planteo definitivo que Solá hace en sus escritos, sea en relatos breves o en novelas más trabajadas.

 

Por supuesto que el espacio no era de espectáculo, como aquel espectador que mira inmóvil cómo alguien despliega su voz. Se podría decir que en ese momento de mitad de semana todos los presentes fueron arte. Y el arte recuperó su sentido primitivo: la crítica social compartida y expuesta sin dobleces en los escritos de un autor que supo ver el dolor aún en las infancias.

 

La Casa Azul, ese ambiente tan castigado últimamente por las intolerancias incomprensibles, se apoderó nuevamente de la ruptura de esa agenda que demanda el mercado. Hace poco más de un mes el escritor había estado allí con la misma propuesta y la misma forma de acercarse a sus lectores.

 

El espacio de construcción fue ciudadano, de artistas y de personas. Uno de esos lugares donde no importa si se puede o no pagar la entrada, donde no hay códigos de vestimentas ni una forma correcta de actuar, un ambiente que se transita y se construye al mismo tiempo en que el micrófono es popular. No hay muchos lugares así en la provincia.

 

Al final de su presentación, como quien reafirma sus pensamientos, Solá se dedicó a firmar libros y abrirse a una charla descontracturada con quien quisiera acercarse. Y logró aquello a lo que apela el escritor en su obra, pero también en su vida: "La emoción como herramienta y como puente".

 

Y así, lo azul se transformó en colores.

 

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