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El progreso le llegó de la mano de las mermeladas

Es una emprendedora que descubrió su vocación de grande, luego de una vida de trabajo limpiando hoteles y casas. Ella le agradece todo a la Feria de Pequeños Productores.

Por Marcelo Dettoni
| 23 de enero de 2022
Julia Villegas, una mujer que apuesta a superarse. Fotos: Silvia Kalczynski.

Julia Villegas condensa todo lo que busca la Feria de Pequeños y Medianos Productores de sus expositores a la hora de intentar ayudarlos en la comercialización. Una mujer sola, que arrancó con la producción de dulces ya de grande, luego de una vida de trabajo en otros rubros y que los hace en su casa de barrio en Villa Larca, a escasos metros del "eterno" semáforo (si se pone rojo, hay que esperar más de un minuto) del cruce con la ruta 1.

 

Una típica emprendedora, que se propuso aprender un oficio que le permitiera ganarse su sustento con las propias manos, gracias a que la provincia le ofreció un canal de comercialización, que siempre es el cuello de botella que tienen los pequeños productores para hacer llegar sus creaciones a los consumidores.

 

 

En la cocina. Julia revuelve la olla con dulce de duraznos, uno de sus favoritos.

 

 

Para llegar a la vivienda de Julia hay que internarse en un barrio de casitas todas iguales, con calles de tierra, en un paisaje bien custodiado por el cordón serrano de los Comechingones. Villa Larca tiene poco movimiento en un mediodía de sábado de calor bochornoso. Las puertas suelen estar abiertas y los niños chapotean en piletas de lona de todos los tamaños, pero son escasos los vecinos que se animan a transitar por el pueblo, lo mejor es mantenerse bajo alguna sombra de esas que brindan las añosas arboledas urbanas de una zona con pequeñas chacritas y emprendimientos familiares.

 

 

 Cosecha las frutas del fondo de su casa y de un campito de su papá, que también queda en Villa Larca. Se la ve feliz cocinando los dulces.

 

La casa de Julia también tiene la puerta abierta, lo que deja al descubierto una repisa de madera con tarros de mermelada que confirman que estamos en la dirección correcta. Unos golpes haciendo chocar las manos y de adentro asoma ella con un delantal de cocina y una sonrisa de buena anfitriona que va a conservar durante toda la visita del equipo de la revista El Campo.

 

“Me agarran justo cocinando un dulce de duraznos…”, confiesa mientras se quita el delantal y se lava las manos. La casita es como todas las de barrio de esas construidas hace unos 20 años atrás, pequeña y confortable, alegre en el caso de esta productora, que la revistió con fotos y cuadritos hechos por artesanos amigos, con paredes de colores saltones.

 

La Feria. Fue el disparador para que Julia Villegas se entusiasmara con la producción de dulces, ya que puede venderlos bien.

 

 

Invita a tomar unos mates en la parte "nueva", un quincho que le adosó en la parte trasera y que da a un fondo lleno de árboles frutales diseminados en un terreno no demasiado grande, delimitado por un alambrado de pocos hilos que no impide el paso de perros vecinos. Pero a ella no le importa, está feliz con su vida en Larca y con su nueva actividad como pequeña productora.

 

A los 64 años, Julia sabe cómo arreglárselas sola. Quedó viuda a los 25 con dos hijos. Jorge es el mayor y vive en San Francisco del Monte de Oro, mientras que Mónica se quedó en Villa Larca y cuando puede le da una mano con los dulces, sobre todo trayendo materia prima e insumos como los tarros, para evitar que su mamá cargue más de lo que puede su cuerpo cansado.

 

 

Me cambió todo esta actividad que empezó gracias a la Feria. Me embalé, porque enseguida vi que me daba muy buenos resultados. 

 

Porque tuvo una vida de trabajo, casi siempre ligada a tareas de limpieza. Pasó por hoteles en temporadas estivales cargadas de turismo gracias al atractivo que representa la Villa de Merlo, y también por casas de familia. Una vida detrás del "mango" que le permitiera criar a sus hijos y tener un pasar digno. Pero todo eso quedó atrás, porque ahora la fabricación de mermeladas ocupa el centro de su universo, y bien contenta que está. Su otra pasión es su nieta, Tessa, que con un año y ocho meses le tiene la casa revolucionada y llena de juguetes tirados por todos lados.

 

En los últimos meses estuvo algo complicada con problemas de salud. Debió someterse a una operación y en febrero la espera otra vez el quirófano debido a una enfermedad en los intestinos que la frenó bastante durante 2021. Pero ella no se rinde, ahora está a "media máquina", esperando que todo salga bien para volver al ruedo. Y sobre todo a las ferias, porque las extraña.

 

Materia prima. Tiene frutales en su casa y también en un campo que es del papá.

 

 

Al comienzo, cuando todavía vivía su marido, llegaron a cosechar papas en la zona, también sembraban maíz y ella mantenía una pequeña huerta para autoconsumo. “La casa era de adobe, hicimos todo a pulmón. Pero ahora ya no estoy para esos trotes, por eso mantengo los árboles frutales nomás, la huerta ya no, lleva mucho trabajo y muchas horas de estar agachada. Ya me agota hasta revolver los dulces, porque si no estás encima, se pegan”, asegura entre la resignación por la edad y las ganas de seguir metiéndole para adelante.

 

 

 Una amiga de Cortaderas la inició en el fascinante mundo de la producción a baja escala. Y Julia siguió con cursos y recetas de internet.

 

“Me cambió el panorama esta actividad, que empezó para mí gracias a la Feria de Pequeños y Medianos Productores. Fue una motivación, un volver a empezar; y como enseguida empecé a ver los resultados, me embalé”, reconoce mientras muestra los resultados de ese "embale": pisos nuevos de cerámica en el comedor y las piezas, las paredes y las aberturas del quincho, un bañito flamante y muchos proyectos para seguir mejorando la casa y las condiciones de producción.

 

“Sin la feria no tendría nada de esto, fue mi gran sostén para despegar. Además el Ministerio me ayudó siempre a llegar a cada encuentro, me vienen a buscar con una camioneta a las 7 de la mañana y me devuelven a mi casa a las 23. Es agotador, pero yo no podría hacerlo sola porque no tengo movilidad, ni posibilidades económicas de pagar un flete”, reconoce con gratitud.

 

Al principio, hace ya seis años, ofrecía los dulces casa por casa, pero ahora la realidad cambió, sobre todo en los últimos tres, cuando su producto se hizo más conocido y comenzó a ganar adeptos en el pueblo y sus alrededores.

 

 

Inversión y capacitaciones

 

“A través de la feria comencé a hacer cursos, fui a muchas charlas de capacitación, me enseñaron cómo producir en buenas condiciones bromatológicas, qué cuidados hay que tener, cómo conservar la mercadería perecedera. Así fue que me compré también ollas especiales en las que el dulce no se pega, y frascos que no tengan conserva, a los que ahora sé cómo lavarlos con alcohol y someterlos a un proceso de pasteurización”, agrega Villegas mientras los mates dulces (cada uno con el suyo) van y vienen en una mesita a resguardo del sol, que de todas maneras ilumina todo el espacio en el que también hay una churrasquera y cajas con implementos de cocina.

 

Julia nació en Villa Larca y nunca se fue de su lugar en el mundo. Tiene en el fondo una higuera que ya cuenta 40 primaveras, que da más higos de los que ella puede sacar y por eso el suelo se tiñe de negro cada verano; una tuna, tres durazneros y un buen espacio dedicado a los zapallos, una planta rastrera que amenaza con ocuparlo todo y que le permite obtener unas piezas enormes de cáscara gruesa de color plomo, carnosos y bien anaranjados. El calor hizo de las suyas el verano pasado y por eso no salieron tan grandes como siempre, algo que teme que vuelva a ocurrir tras este enero inclemente.

 

 

Conseguir buena fruta no es fácil en la zona. Compro algunos cajones en Merlo, pero si hace falta me voy hasta Villa Dolores a buscarla

 

Claro que con esa quinta pequeña no le alcanza, la producción alcanzó un segundo nivel y allí entra a jugar la quinta de su papá. De allí Julia trae más duraznos, higos y también uvas de las parras, aunque igual a veces no da abasto. “No hay quien coseche, parte de la fruta se pierde, es una lástima…”, dice y es el único momento en el que la sonrisa se transforma en una mueca.

 

Pero enseguida la despeja y pide un reconocimiento en estas páginas para Lili, su amiga de Cortaderas que es la que la introdujo en el fascinante mundo de la producción a baja escala, de subsistencia, y es quien la lleva a los cursos y la entusiasma con nuevas recetas sacadas de internet y de algunos libros de cocina viejos.

 

Otro apoyo fue su hermana, que trabaja en el Ministerio de Producción y también la ayudó con los trámites para llegar al registro de productores. “La primera vez llevé unos frascos para analizar y los aprobaron, entonces saqué la libreta sanitaria y comencé a participar de las ferias. En San Luis me va muy bien, Villa Mercedes es más irregular y también tengo mi puesto cada vez que se hace un encuentro en Villa Larca o cualquier otro lugar de esta zona”, cuenta.

 

 

 Reformas. Julia compartió unos mates en el quincho de material que hizo en su casa de Villa Larca gracias a las mermeladas.

 

Funciona el "boca a boca"

 

Pero no todo son las ferias, los vecinos conocen las virtudes del dulce y le compran todo el tiempo, y también deja sus tarros con la marca "Las Campanitas’"en Cortaderas, Carpintería, Los Molles y Merlo. “Los negocios los reciben a consignación, cuando se venden, me pagan”, aclara Julia, quien dice que el nombre no tiene ningún significado en especial: “Los muchachos que organizan la feria del gobierno provincial me pidieron uno, y a mí se me ocurrió ese, que es simpático…”.

 

Una de las claves para la productora es la búsqueda permanente para bajar los costos. Compra los frascos en Merlo, el azúcar donde haya mejor precio, sea el chino del pueblo o algún supermercado grande que tenga ofertas, y las etiquetas se las hace un vecino que tiene una pequeña imprenta. Así, puede ir mejorando el margen de ganancia sin subir los precios más allá de lo que indica la realidad, porque además sabe que en las ferias hay competencia y mucho control del Ministerio de Producción, que quiere que en ese espacio haya productos frescos, de calidad y a valores accesibles para los castigados bolsillos de los puntanos.

 

Julia hace dulce de leche de vaca y de chiva (cuando consigue, porque hay poca oferta), de higos, que también los vende en almíbar, de durazno, de damasco (también tiene una presentación en almíbar, al igual que el zapallo), alcayota, tuna, manzana, pera, tomate y naranja. “Para no hacerme líos, cobro todos los tarros lo mismo”, cuenta haciendo un ademán con las manos como queriéndose sacar un problema de encima, y enseguida reconoce que “conseguir buena fruta no es fácil, yo me voy hasta Villa Dolores si hace falta, aunque en Merlo también suelo comprar algunos cajones”.

 

Otra ayuda del gobierno provincial es a través del Programa Mosca de los Frutos, que la visita mensualmente y deja en cada árbol la botellita que oficia de "trampa" para atrapar a los bichos. Ella hace lo suyo, porque ya sabe que “es mejor comprar los duraznos algo verdes, para evitar que la mosca venga adentro y los pudra”. A un costado de la entrada al terreno se ve un cantero con flores que le aportan color a la casita, está delimitado con botellas plásticas con agua que espantan las moscas y los animales intrusos.

 

Todo en la vida de Julia está perfectamente en su lugar y ella, con su esfuerzo, aporta el resto. Lo demás lo hacen esos dulces tan ricos que pusieron a Villa Larca en boca de todos cada vez que la Feria prende las luces con sus aromas típicamente puntanos.

 

Redacción /NTV

 

 

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