14°SAN LUIS - Miércoles 24 de Abril de 2024

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Una guerra que se libra en todos los frentes

Alianzas impensadas, crisis de liderazgo, de integración, energéticas y económicas. La guerra entre Rusia y Ucrania no se limita a las fronteras de estos países: sus consecuencias son internacionales.

 

En los seis meses de este nuevo conflicto, que no es más que la extensión del que comenzó en 2014 tras la anexión rusa de Crimea, más de 11 millones de ucranianos dejaron su país, eso sin contar los que huyeron dentro de las fronteras. En definitiva, millones de personas con nombre, apellido e historias personales a cuestas, deberán reinventar sus vidas. De todas ellas, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, el 90% son mujeres, niñas y niños.

 

Pero la guerra no solamente tuvo este impacto directo en estas personas —que representan el mayor éxodo europeo desde la Segunda Guerra Mundial—. También obligó a Europa a repensar su dependencia energética y acelerar su transición hacia las energías renovables, llevó a los Estados Unidos a intentar un acercamiento con Venezuela en búsqueda de nuevos proveedores, profundizó crisis dentro de gobiernos que llegaron a su fin (como el de Boris Johnson en Reino Unido), incrementó el descontento que derivó en protestas en Panamá y Ecuador, y se convirtió en tema de campaña electoral en países como Colombia y Brasil

 

—aunque de manera indirecta por la inflación causada, en parte, por el aumento del precio de los combustibles—.

 

Aunque parezca una frivolidad en medio de tantos desplazamientos y desgracias particulares, también hay que decir que muchos líderes mundiales midieron sus fuerzas durante el transcurso de estos seis meses: desde los intentos del presidente francés Emmanuel Macron por oficiar de mediador y ocupar un papel privilegiado en la Unión Europea (que dejó vacío Angela Merkel, excanciller alemana), hasta el rol del mandatario estadounidense Joe Biden como aliado de Europa y de la OTAN, pasando por la popularidad que el ucraniano Volodimir Zelenski había perdido y recuperó durante los primeros meses de conflicto.

 

Recuperarse de los efectos aún desconocidos será lo más difícil. El primero es la certeza de que, a estas alturas de la historia de la humanidad, un conflicto de este tipo no es una posibilidad remota, anacrónica e imposible.

 

La guerra en Ucrania, por su dimensión internacional, llegó para recordar que algunos asuntos de la Guerra Fría parecían estar pendientes. En su libro “Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo” (2020), Michael Ignatieff afirma: “Con una ingenua ligereza, asumimos que el mundo dejaba atrás el nacionalismo irrevocablemente, el tribalismo, los límites provincianos de las identidades marcadas por nuestros pasaportes, de camino a una cultura global de mercado que  iba a ser nuestro nuevo hogar. Visto ahora, silbábamos en la oscuridad”.

 

Los verdaderos efectos de la guerra serán más evidentes cuando las luces se enciendan.

 

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