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Ramiro González, el poeta bendito de la chaya, toca en Merlo

El cantautor riojano cuenta su vida en las sierras cordobesas y las razones de una carrera sin concesiones.

Por redacción
| 20 de enero de 2023
Manos argentinas. Ramiro, con las cajas que confecciona. "La música es un arte que se puede contemplar con los ojos cerrados, por más que la industria quiera otra cosa". Foto: Gentileza

En medio de una mudanza hacia Unquillo, el pueblo cordobés donde vivirá con su compañera, el riojano Ramiro González ultimó muchas actividades: la grabación de uno de los tres discos que editará en el año, la composición siempre presente y un viaje a Merlo, para tocar, este viernes, en un recital que mezclará música y poesía.

 

Con su guitarra y sus canciones, Ramiro compartirá escenario este viernes a las 21 en Fermín Arte de Autor con Jorge "Puchi" García Petrino, poeta local que continúa en la presentación de su libro, y "Pocho" Bertora, su suegro. "Es un capo —dijo González—, de esa gente que me encuentro y pienso lo impresionante que es lo que hace y cómo está tapado, desconocido".

 

Conforme a su pensamiento de que lo mejor que tiene el arte es compartirlo, el riojano está entusiasmado ante la posibilidad de ser parte de una noche con amigos.

 

La relación entre González y el poeta merlino surgió en El Tono, la peña que García Petrino tenía en Merlo y donde tocaron casi todos los folcloristas nacionales de la nueva generación, a la que Ramiro sostiene con base en su poesía lugareña y su insobornable manera de ver y vivir la música.

 

De sus muchas visitas a Merlo, el riojano recuerda aquellos recitales y lamenta el hecho de que nunca tocó en San Luis, aunque su anécdota más recordada con la ciudad fue una vez que vino a dedo con un amigo poeta para ver a León Gieco en un festival para el recordado Colectivo Transhumante, un proyecto del docente "Tato" Iglesias, al que Ramiro considera un referente.

 

Hace 25 años que González se radicó en Córdoba capital para iniciar su carrera musical y 18 que se instaló en las sierras de esa provincia. "En el interior se hace difícil transitar este camino cuando uno es artista independiente, pero yo puedo decir que vivo de la música", dijo el compositor que siente un enorme al placer al estar en contacto con la naturaleza, observar los animales que rondan por el campo y comprender, gracias a esos ciclos, "que la vida es muy diferente a la que nos planteamos los seres humanos con las ciudades y las redes virtuales".

 

En las sierras cordobesas, Ramiro encontró además el silencio ideal para la abstracción, para los pensamientos, para la composición y, curiosamente, para transitar la pandemia sin tanto miedo. "Venía de 25 años de viajes, recitales y mucho trajín, estaba un poco saturado, así que me tomé un tiempo para descansar y cuando me puse a componer gané una beca del Fondo Nacional de las Artes".

 

Ese trabajo se verá traducido en "Danza con fundamento", el primero de los discos que editará este año, en el que trató de incorporar muchos de los ritmos bailables del interior argentino con un cuarteto de cuerdas y una poesía de fuerte carácter social en la que describió los sacrificios de algunos oficios. Los otros dos trabajos serán la segunda parte de "El ojo de la tormenta", grabado en vivo en La Rioja, y "Entre casa", canciones compartidas en su vivienda con invitados especiales, que podría tener también un registro audiovisual.

 

Parte de una camada de impresionantes músicos riojanos que hacen ruido en el ambiente folclórico nacional, González considera que en gran parte esa generación se debe al calor y la harina de la fiesta de La Chaya, una celebración ancestral en donde las vidalas y los cantos impregnan a grandes y chicos. "La Rioja siempre tuvo una característica musical muy fuerte; cada vez que voy me encuentro con colegas que la descosen, que tocan todos los instrumentos y todos los géneros", agregó.

 

Su presencia constante en el festival chayero encuentra un contrapunto en su ausencia en los otros encuentros musicales que se hacen en el país, espacios en los que su actuación tendría una segura cálida recepción. Como para casi todo lo relacionado a su profesión, González tiene una respuesta a esa situación: "Para mí los festivales son un espacio de trabajo, son importantes en la medida en que sea fácil acceder, pero hay una ristra de artistas que se repiten y hacen que la programación sea la misma en casi todos".

 

Los organizadores, la falta de una elección democrática de la grilla, el ninguneo al que se vio sometido y otras circunstancias empujaron al riojano a priorizar sus presentaciones en bares, museos y otros pequeños lugares, donde —dice— se siente feliz. Como hoy en Merlo.

 

Redacción/MGE

 

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