15°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

15°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

EN VIVO

La Carolina: radiografía de un pueblo con vidriera al mundo

La localidad del Departamento Pringles despierta misterios y paisajes inigualables. Tras la premiación que la coronó entre los lugares más lindos del planeta, crece la afluencia de turistas de distintas provincias y países.

Por redacción
| 29 de octubre de 2023
Recorrido. Mina de oro, Museo de la Poesía, Río Amarillo, Monumento al Minero.

La intuición que guía las musas de todo poeta llama en voces seductoras a los viajeros para que conozcan los encantos de La Carolina. Los vestigios de oro que resuenan en el infinito pululan cada rincón de piedra. En todos los espacios se respira el aire de una comunidad atravesada por lo que fue la minería, por lo que es el don de buena gente, por lo que implica el halo cultural de mentores como Juan Crisóstomo Lafinur. En definitiva, una localidad llena de misterios por descubrir.

 

Desde que fue elegido como uno de los pueblos más lindos del mundo, a instancias del reconocimiento Best Tourism Villages de la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas, se potenció un camino en el que la vidriera internacional muestra a la provincia en lo más alto. Belleza paisajística, compromiso con los recursos naturales, sostenibilidad y desarrollo son las cualidades con las que la localidad teje puentes.

 

 

 

 

Para adentrarse en todos los encantos, El Diario de la República concretó un recorrido, registró imágenes y dialogó con los principales protagonistas: vecinos, comerciantes, turistas.

 

De antemano, en los kilómetros previos a La Carolina, la ruta 9 regala postales únicas, entrelazadas por las históricas pircas que guardan los secretos de las sierras. Ya en el pórtico de ingreso, una escultura de mineros —de grandes dimensiones, que se estrenó en agosto gracias a la inversión provincial— obnubila a los turistas vírgenes y renueva sensaciones de aquellos que repiten el paso a diario.

 

El pueblo mantiene en cada rincón la mística y el anclaje cultural de antaño.

El viaje, al llegar, parecía frenarse por el clima. La neblina y una suerte de llovizna tenue escondían por momentos la vista a las icónicas alturas como el Tomolasta. Pero paulatinamente el escenario se abrió al sol para que nada quedara oculto. Mientras el equipo periodístico tomaba imágenes, dos moteros frenaron para inmortalizar su recorrido en selfies. Eduardo Almada y Carlos Pedraza pasaron a conocer el pueblo.

 

“La verdad es que para nosotros es muy lindo. Estamos recorriendo todo lo que podemos de San Luis y llegamos a La Carolina. Vinimos con un objetivo: representar a nuestra bandera, que es Ayacucho, provincia de Buenos Aires, de donde somos. Y a invitarlos a nuestra fiesta del ternero, que se hace los primeros días de marzo. No pudimos encontrar mejor lugar que este, recientemente premiado. No pensaba encontrarme con esto, me gusta mucho; las motos nos han dado satisfacciones grandes que llevamos en nuestro corazón”, manifestó Almada.

 

“Nunca anduvimos por acá, nos quedaba visitar esto. Hemos ido a La Quiaca, Santiago de Chile y Viña del Mar, entre tantos otros lugares. Pero nos dijeron que no podíamos perdernos La Carolina y acá estamos. Vamos a quedarnos para hacer noche y después iremos a Villa de Merlo. Una cosa muy buena es que acá, para ir de una localidad a otra, hay que hacer distancias cortas”, aportó Pedraza.

 

 

Sobre La Carolina

 

La localidad se encuentra a unos 80 kilómetros al norte de la capital puntana. El pueblo en sí tiene estimativamente 300 habitantes, que se amplía a 1.000 si se suman las zonas aledañas. Está a 1.600 metros de altitud sobre el nivel del mar, lo que lo corona como el más alto del territorio puntano.

 

Su historia se remonta a 1784, cuando un portugués explorador de nombre Gerónimo descubrió que había oro y provocó el puntapié inicial de la fiebre por ese metal precioso. Cuando la noticia llegó al Marqués de Sobremonte, decidió fundar La Carolina el 16 de septiembre de 1792 y lo llamó así en honor al rey Carlos III.

 

Hubo tres etapas extractivas del oro. Un primer período de vida español, una segunda fase de compañías inglesas y un tercer momento de compañías argentinas. En su momento, la actividad minera fue furor. Hoy se aprovecha el espacio para el desarrollo turístico; también se vive de la ganadería y producción de papa.

 

Desde que el pueblo fue nominado y luego, galardonado con el premio internacional, aseguran que se acercaron personas de diferentes provincias como San Juan, Mendoza, Buenos Aires y hasta viajeros de otros países como Paraguay y Chile. Si bien todo el año recepcionan visitas, ahora llegan incluso en los días de semana. Con lo cual, en el lugar hay amplias expectativas por lo que será el verano. Esperan que sea masivo.

 

Para quienes nunca fueron, el clima normalmente es fresco todo el año. En verano, las temperaturas llegan a los 28º y 29º, con picos de 30º (siempre hay que tener una campera liviana a disposición, especialmente para la noche). En invierno el frío es crudo, con temperaturas que van entre los -10º y -15º. Entre mayo y octubre suele haber nevadas.

 

“Somos de Venado Tuerto, sur de Santa Fe. Estamos en la provincia desde el lunes por la mañana. Llegamos porque anoche (por el miércoles) estábamos comiendo en un restaurante y la gente comentaba que La Carolina había salido como uno de los lugares más hermosos del mundo. Estábamos en Merlo, hicimos un viaje de dos horas y media. La ruta es espectacular, nada que ver a la provincia de Santa Fe; una maravilla. El paisaje es divino, vamos a recorrer la localidad”, expresó Silvina Di Benedetto, una turista que pasaba por la tradicional parada del Monumento al Minero, en el casco histórico.

 

Servicios

 

El pueblo tiene al menos 19 alojamientos, distribuidos en toda la extensión. Posee cerca de diez espacios gastronómicos que van desde propuestas conocidas y que ya forman parte de la cultura del lugar, como el Bodegón de Oro, hasta otras que varían sus menús de acuerdo a diferentes necesidades: minutas, comidas elaboradas, empanadas, desayunos, meriendas, etcétera. También hay una cervecería y en distintos locales abundan los alfajores.

 

Hay un autoservicio y un par de kioscos. Nada en abundancia, ya que es un pueblo pequeño. Y en sí, es lo que lo hace aún más atractivo. Lo cierto es que más allá de los servicios, hay una variable que se repite en todos los rincones: el don de buena gente. Todos saludan con una sonrisa. No falta el “buen día”, “buenas tardes”, “por favor”, “disculpe”, referencias que muchas veces se pierden con el tiempo y que La Carolina las guarda y protege. En el diálogo con los turistas, es uno de los detalles que más conformes los dejan.

 

“Tenemos necesidades que hay que arreglar, pero es muy lindo para vivir. Incluso cuando hubo hechos de inseguridad, se resolvieron rápido; no hay mucho problema. Acá no falta el saludo, siempre se saluda, es cotidiano”, indicó Diego Fernández, quien atiende un negocio en el casco histórico.

 

“Estamos para sostener el caudal de gente que llega y llegará a raíz del certamen internacional. Tratamos de mejorar los servicios. Acá, por ejemplo, recaudamos mercadería para lo que será la próxima temporada. La Carolina es el lugar más placentero que van a encontrar. Invito a todos a que vengan, que pasen una tarde, que tomen unos mates; los vamos a estar esperando”, agregó.

 

Lo único a tener en cuenta es que si bien hay espacios que funcionan de lunes a lunes, otros abren en días especiales. Con lo cual, es importante consultar en redes sociales la posibilidad de acceder a los servicios según los días de visita.

 

La estación de servicio más cercana está en El Trapiche.

 

 

Qué hacer

 

Son innumerables las actividades para realizar. Pero no pueden faltar las visitas por el Monumento al Minero, una figura inspirada en Don Victorio Miranda, que rinde homenaje a quienes dieron identidad al pueblo.

 

La iglesia Nuestra Señora del Carmen es otro icónico espacio para ver e inmortalizar en fotos. Cuenta la historia que en 1732, antes de que el Marqués de Sobremonte ordenara trazar la zona, los primeros jesuitas registran la existencia de una capilla, que fue edificada varias veces pero siempre en el mismo lugar. En los primeros años de la década del 50 (siglo XX), se manifestó la necesidad de construir una capilla; para 1957 ya estaba techada. Hoy por hoy, su color y edificación inspiran a los viajeros.

 

Destaca también el paso por el museo minerológico El Cóndor, que tiene una muestra amplia e intrigante. En la misma zona, metros más adelante, se encuentra también el Museo de la Poesía.

 

Este último sitio posee un carácter clave. Y es que es en homenaje a Juan Crisóstomo Lafinur, el primer filósofo argentino, filántropo, librepensador, poeta, patriota, educador que nació en La Carolina. El predio se compone por una suerte de triángulo. De un lado está el sector de muestras artísticas y poemas. Hay escritos de Lafinur y también se encuentra un archivo de miles de textos de diferentes autores que van hasta la actualidad.

 

En ese mismo punto de referencia pero en una estructura aparte, tipo octogonal, está una sala audiovisual donde un video inmersivo muestra la biografía de Lafinur. Unos pilares transparentes, que dan la sensación de un templo del saber, guardan algunas pertenencias originales. Enfrente, están las ruinas de la casa natal.

 

Cruzando la calle, completando otro punto del triángulo imaginario, se encuentra el monumento fúnebre que guarda los restos mortales que fueron repatriados de Chile. Un obelisco y la forma de tablero de ajedrez, directa o indirectamente, recuerdan su filiación masónica.

 

En un último punto del triángulo está el Laberinto del Sol, que fue dispuesto en homenaje a Jorge Luis Borges; Lafinur era tío bisabuelo del escritor.

 

Y lo más llamativo tiene que ver con recorrer los pasos que hicieron los mineros en su momento: la visita a la mina de oro. La firma Huellas Turismo hace 26 años se encarga de remontar a los turistas a los albores de la fiebre del oro, en una experiencia inolvidable.

 

El Diario pudo acceder a un recorrido. Botas de agua y casco puestos, se emprende una caminata que dura, en total, una hora y media. Primero se recorren 600 metros hasta el ingreso a la mina, donde se dan detalles de aspectos geológicos e históricos, todo sobre el pie del Tomolasta.

 

Una vez adentro, donde todo el año hay 18º, se aprenden diferentes conceptos sobre la extracción del oro. El recorrido comprende unos 300 metros en el interior de la montaña. La experiencia no es para todos. Se siente el encierro. Pero es una vivencia inolvidable e imperdible. Totalmente recomendable.

 

Al ingresar, tardan unos minutos hasta que dilatan las pupilas y los ojos se amoldan a la oscuridad. Las luces de los cascos poco a poco amplían la visión, pero siempre queda un recoveco de penumbra que despierta intrigas y misterios. Se exploran distintos canales y es inevitable pensar en las condiciones de trabajo de los mineros, en medio de iluminación a fuego, combustión, agua en el piso, sin las herramientas ni accesorios de seguridad de la actualidad, rodeados del polvillo del trabajo, acarreando las pesadas zorras.

 

En un momento, el guía pide apagar las luces y cerrar los ojos. Al abrirlos, uno pierde noción de tiempo y espacio. Solo se ve una negrura infinita. Y el corazón palpita más rápido. Por instantes, algo recuerda que en la excursión todo está controlado, no como en aquellas épocas, donde cualquier movimiento en falso implicaba la misma muerte. En la profundidad del cerro, el silencio aturde. Pero es un paisaje sin igual.

 

“Tenemos gente todos los días, pero ahora con esto que pasó del certamen internacional, estamos potenciados. Se difunde en redes sociales y la gente viene por eso, más allá de que siempre se acercan a la localidad. Estas excursiones nacieron hace 26 años, cuando un grupo de técnicos en turismo armaron el proyecto. Fue prácticamente una experimentación la exploración de la mina y la puesta a punto para su habilitación”, contó Ariel Farber, quien es uno de los guías; trabaja hace 17 años y conoce los túneles como las palmas de sus manos.

 

Describió que más allá de la mina, también se hacen recorridos de búsqueda de oro en el Río Amarillo (un área soñada, llena de un color atípico). Lo hacen a la vieja usanza, con una especie de plato que opera como una suerte de tamiz. Hoy por hoy, hay gente que lo sigue haciendo como medio de vida.

 

Carina Altamirano, una de las dueñas de Huellas Turismo, referenció aspectos de la gastronomía. El predio también cuenta con un espacio para la comida: “Tenemos comidas rápidas porque tratamos de coordinar las actividades con el almuerzo, desayuno o merienda. Hacemos minutas, milanesas, bifes de pollo, de lomo. Lo que más buscan son las napolitanas. Son platos abundantes”.

 

“Tuvo mucha repercusión el premio. Ya solo con la nominación lo empezamos a notar. Calculamos que en verano habrá mucha gente”, dijo.

 

 

En la voz de la gente

 

Cornelio Pérez caminaba en la típica tranquilidad del pueblo junto a Elvira Ortega y Marta Giménez. Los tres remarcaron las bellezas del lugar y la sorpresa por la premiación.

 

“Es para mí una novedad que haya salido entre los pueblos más lindos del mundo. Me llena de orgullo. Vivo hace más de 50 años en Buenos Aires, pero soy de acá y una vez al año vengo a cumplir con la familia, que tengo en el cementerio. Hay muchas mejoras en el pueblo, supongo que será algo que va a crecer. Hace muchos años esto era prácticamente un pueblo fantasma, pero se fue levantando. Culturalmente es muy rico, ha crecido, hay que conocerlo”, apuntó Pérez. Al mismo tiempo, Giménez resaltó que como nativa de Buenos Aires, le encanta la tranquilidad de la localidad.

 

“Han venido turistas de otros países como Chile y nos enorgullece. Yo nací en Cañada Honda. En 1960 vine a San Román y en 1962 ya me instalé acá. Trabajé en las minas, conozco el trabajo del oro. He vivido una vida sacrificada, pero una linda vida. No cambio La Carolina por nada. Tengo hermanas en Buenos Aires que me quieren llevar, yo no me voy más”, dijo Ortega.

 

 

Preparados para recibir más turistas

 

El secretario de Turismo de San Luis, Luis “Piri” Macagno, celebró la premiación internacional y apuntó que con eso inicia una etapa en la que habrá que generar obras y un plan turístico estratégico para recibir visitantes del exterior.

 

“Se trabajó muchísimo en la postulación: más de tres meses de trabajo, de recopilación de información, de presentación de documentación, de incorporación de material audiovisual. Afortunadamente, dentro de los siete postulados de Argentina, el único premiado ha sido La Carolina y para nosotros es un orgullo enorme”, resaltó.

 

“Una excursión a La Carolina te lleva un día, entonces aquel visitante que está en Potrero o en Merlo se va a tomar un día más para ir a Sierra de las Quijadas, un día más para ir a San Francisco del Monte de Oro y, así, vamos extendiendo la estadía promedio de nuestra provincia, lo que genera mayores ingresos”, agregó.

 

Los desafíos que vienen ahora son fundamentales. La localidad formará parte de una red mundial, con lo cual los prestadores van a tener que disponer diferentes medidas con el idioma, las cartas de los espacios gastronómicos, todo lo que tiene que ver con la recepción de turistas.

 

En el diálogo con algunos comerciantes, confirmaron que ya han mantenido algunas reuniones. Incluso algunos comentaron que se baraja la chance de peatonalizar el pueblo. Medidas que aún no están trazadas ni oficializadas, pero que están en el “boca en boca”.

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo