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El recuerdo de no ser

La poetisa española visitó la Argentina para presentar su inusual show que muestra el género como una experiencia inmersiva.

Por Miguel Garro
| 29 de mayo de 2023
Al final, la poesía es un acto intimista y solitario. Cuando estoy rodeada de gente siento que la poesía es algo parecido a la meditación", dijo Sastre. Foto: Gentileza.

En “No amarás”, el best seller temprano de Lorena Prosky editado en 2021, la cita que abre el libro es de Elvira Sastre. Dice: “Dime, mi amor, que nada de esto ha sucedido”. La joven poetisa española no estaba enterada de que su verso está impreso en la bienvenida a las historias relatadas por Lorena, pero recuerda perfectamente en qué ocasión escribió esas palabras. “Son de mi primer libro y fue el recuento de una historia de amor inolvidable”, le dijo a Cooltura la autora.

 

Muchas de las cosas que escribe Elvira cuentan historias de amor inolvidables. También hay en sus poemas historias de amor olvidables, historias que mejor olvidarlas rápidamente y otras que mejor amarlas en el olvido.

 

Sastre es por estos días la poetisa española más leída y escuchada por los argentinos y encabeza una generación que tiene a la despreocupación como punto de partida y a los sentimientos como objeto de deseo y de estudio. Además, se animó a incluir a la poesía dentro de la música o —seres extraños, los poetas— a introducir palabras lindas dentro de una melodía.

 

Su espectáculo “Yo no quiero ser un recuerdo”, que pasó por Buenos Aires, Córdoba y Rosario el mes pasado, convocó a miles de personas que sintieron el ardor de las palabras en torrencial recorrida sanguínea; el escalofrío dulce de un estribillo en la nuca o el santo Pilato en el pecho cuando la tristeza ocupa la descripción.

 

El título del espectáculo puede pendular por cualquiera de esos significados. “Es uno de los primeros versos que escribí —aclara Elvira en la charla telefónica— y era parte de una serie de declaraciones de intenciones que tenía por entonces como parte de algunos poemas de amor, de amor sano, real. Es como decirle a alguien: 'No te voy a prometer el mundo, no te voy a prometer nada que no te pueda cumplir, te voy a prometer lo que está dentro de mis posibilidades'”, explicó.

 

El final de una relación sana bien podría contener la frase del título del show como la última estocada de un adiós, como la exhalación final de un romance que podría tener más latidos, pero que prefieren ahogarse en el mar de las buenas intenciones. Esas relaciones que se acaban porque los miembros prefieren ser un buen recuerdo antes que un presente dañino. Elvira no está tan de acuerdo.

 

“Yo le digo a alguien que no quiero ser un recuerdo porque le estoy diciendo que quiero ser su presente y también su futuro”, aseveró la joven de 30 años, nacida en Segovia, radicada en Madrid y con un recorrido internacional gracias a la poesía que marca muchos destinos.

 

Buena parte de sus viajes fueron gracias al espectáculo que presentó hace poco en Argentina. Sastre vino varias veces al país para mostrar sus letras, pero esta vez —aseguró— la propuesta que trajo estuvo más trabajada, más formada y funcionó como una especie de resumen de sus años de trabajo. “Con Manu Miguez, que es como mi hermano, hemos hecho estas piezas que no sabemos si son poemas musicalizados o canciones poéticas, pero nos gusta mucho compartirlas con la gente”.

 

Los recitados que Elvira expresa en “Yo no quiero ser…” llevan al público por los distintos estados que permite la poesía y reafirman un convencimiento que tiene la joven española sobre el género, al que considera un campo abierto que invita a profundas reflexiones. “La gente se ríe, llora, se seca las lágrimas, vuelve a reír y así pasa un rato”.

 

Para comprender el fenómeno de la poetisa segoviana (que también es filóloga) sería suficiente decir que más de cinco mil personas concurrieron a los shows que dio en cuatro mágicas veladas argentinas en las que recitó 14 escritos que demostraron, una vez más, que la poesía puede ser un espectáculo inmersivo.

 

Aunque hay que reconocer que el escenario no es el hábitat natural de la poesía, lo que hace que la idea de Elvira cobre mayor trascendencia. También por eso la sorpresa es mayor para el espectador, que entra al show con una idea somera de lo que pasará, pero se va con la sensación de que lo que acaba de ver no lo ha visto antes.

 

“Algunos de los recitados tienen una melodía, en otros Manu me distorsiona la voz con diferentes elementos que van perfecto con la idea de los versos, en otros le pone efectos medio raros y así vamos creando un clima para que las letras tengan otro impacto y otro acompañamiento”, explicó Elvira.

 

Ese contacto con lo literario se relaciona también con el modo en que Sastre consume las letras. Por ejemplo, dice desconocer por completo el Wattpad, la plataforma que aparece como la nueva sensación para los escritores nuevos, y asegura que prefiere el formato tradicional para sus lecturas. “Estoy muy rodeada de papel, me gusta la conexión con el objeto libro; yo ando con los libros para todos lados y los leo hasta en el bus”, ejemplifica y le suma gracia cuando asegura que quien prefiere leer sobre lo electrónico, en una inversión generacional, es su madre.

 

El interés por la lectura empezó de muy joven en Elvira y cuando era una adolescente sorprendió a los españoles con su blog “Relocos y recuerdos”. Antes del éxito, y tal vez en busca de él, se instaló en Madrid para estudiar traducción literaria y comenzó a circular por los circuitos poéticos de la capital española.

 

En 2013 publicó el muy vendido “Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo” y tres años y cuatro libros después, reafirmó su voz especial con “La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida”. Cuando en 2019 su primera novela “Mis días sin ti” ganó el premio Seix Barral de “Biblioteca breve”, causó mucha polémica en el entorno literario castellano, pero su nombre ya estaba instalado definitivamente en él.

 

Cuando atendió a Cooltura, Elvira estaba leyendo “Los nombres propios”, un libro de Marta Giménez Serrano —una escritora también joven y también española—, que la tenía muy atrapada por la interrelación que se tejen en las diversas historias que narra. La elección del libro es la prolongación de un gusto que Sastre tiene cuando elige qué leer, con predominancia de la novela. Dice la poeta que le gusta seguir una línea de relato convencional antes que los vaivenes que le permite el estilo que ella misma eligió para contar sus imaginaciones.

 

Pese a la distancia (y en parte gracias a la cercanía idiomática), Sastre se nutrió en su cercana adolescencia de muchas poetisas latinoamericanas y dice que al día de hoy observa el panorama poético de esta parte del mundo como “muy prolífico” y que le fascina “la identificación, la raíz que tienen los escritores aquí, porque consiguen maneras diferentes de comunicarse y hacen que la expresión sea muy poética”.

 

Alejandra Pizarnik es el primer nombre que la española menciona como una iluminación a la que siguió en sus inicios, aunque también se ocupó de nombrar a una cogeneracional que, considera, tiene una “sensibilidad exquisita para escribir y además es una persona lindísima”: Natalia Romero, la bahiense autora del notable “Puede que la muerte mienta”.

 

Las profetas de tierra propia tampoco son usuales en la poesía, por eso dos grandes autoras que Sastre considera claves en la lírica latinoamericana, como las uruguayas Ida Vitale y Cristina Peri Rossi, tuvieron que ir a buscar el reconocimiento afuera, precisamente en España. La primera, cuando recibió el Premio Cervantes; y la segunda, con la radicación en la península hace 40 años y el desarrollo de toda su poética allí.

 

“Son poetas de referencia que demuestran lo complicado que es triunfar en el país de uno; el impulso que te da el extranjero es importante para los países de origen de los autores. Ambas son poetas con carreras muy respetadas a las que conozco desde antes de publicar mi primer libro”, dijo la española.

 

Para Sastre, relacionar la poesía con un estado de ánimo en particular o un sentimiento es difícil porque —dice— va variando de acuerdo a la época. A veces, Elvira escribe con la incertidumbre de sentirse un poco perdida; a veces con la soledad de lanzar una pregunta y responderla de inmediato, y otras con la tarea de intentar darles un sentido racional a las emociones.

 

Justamente, en la labor de equiparar lo racional con lo emocional, que parece uno de los grandes desafíos de esa raza extraña que son los poetas, está lo que a Sastre mejor le sale. La explicación tiene para Elvira tres palabras: “Soy muy Géminis”.

 

Aunque la española sostiene que los poemas están también relacionados con el desamparo. Y expone argumentos para mantener esa idea: “Al final, la poesía es un acto intimista y solitario”. ¿Cómo es entonces que disfruta de su éxito recitando ante cientos de personas cada noche? “Cuando estoy rodeada de gente siento que la poesía es algo parecido a la meditación”, concluyó.

 

Esa soledad que descubre la escritora en una etapa de su proceso literario se puede romper por algunas circunstancias especiales, como una firma de ejemplares, el contacto con la gente en alguna feria del libro (se lamentó de no haber participado en la del mes pasado en la Sociedad Rural) o la entrega de un premio, un hecho a la que está cada vez más habituada. “Son momentos revulsivos, que te hacen sentir que estás haciendo las cosas bien, pero que no son determinantes ni necesarios para creer en lo que cada uno hace”.

 

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