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Innovación para bajar la edad de entore en ambientes difíciles

Tras años de caracterizar subproductos agrícolas, desarrollan un alimento que cubre los requerimientos de las hembras de reposición durante el período crítico del primer invierno.

Por redacción
| 23 de julio de 2023
Suplemento. Apuntan a mejorar la performance de las terneras en el primer invierno.

Por la ingeniera agropecuaria Liliana Rosenstein

 

El INTA Colonia Benítez, Chaco, identificó que una de las herramientas más importantes para mejorar la ganadería de cría regional es lograr el primer servicio de las vaquillas a los 24 meses, lo cual produciría un impacto similar a aumentar la preñez un 25%. El ingeniero agrónomo José Roselló, investigador de la institución, explica por qué desarrollaron un alimento para que las hembras de reposición, que se recrían sobre campo natural, puedan tener ganancias de peso consistentes desde el destete hasta ese momento clave. El nuevo producto, que será fabricado por una empresa local, es escalable a otras regiones del país.

 

“Para bajar la edad al primer servicio, que suele hacerse a los 36 meses, hay que cubrir los requerimientos nutricionales de las terneras, sobre todo en el primer invierno, cuando la oferta forrajera —de pastizales y pasturas megatérmicas— tiene baja calidad”, afirmó Roselló, agregando que esto reviste gran importancia, ya que la zona de influencia de la experimental significa el 40% del stock de vacas provincial (800 mil cabezas).

 

¿Por qué el primer invierno? “En las hembras de reposición, la restricción alimentaria y posterior ganancia compensatoria no da resultados. Si no se cubre ese invierno, el desarrollo reproductivo se ve afectado y aunque luego recuperen el peso necesario para el primer servicio (tres cuartas partes del peso de la vaca adulta), seguramente tendremos bajos índices de preñez”, sostuvo. Por eso, “las ganancias diarias durante todo ese período crítico deben ser como mínimo de 450 g”, enfatizó.

 

Otra premisa que tuvieron en cuenta los investigadores fue ajustar la logística a los sistemas extensivos regionales. “El reparto diario tiene sus bemoles, ya que el tiempo del personal de campo es escaso y la suplementación generalmente coincide con el control de pariciones”, advirtió Roselló.

 

“Por eso, buscamos un alimento que no solo sea adecuado para un animal en crecimiento, sino que funcione como autorregulador del consumo de modo que se pueda distribuir cada 7, 8 o 10 días”, planteó, detallando que la periodicidad depende de la cantidad de animales y la capacidad del comedero.

 

 

La oferta regional

 

El grupo de nutrición animal del INTA Colonia Benítez está coordinado por el doctor Osvaldo Balbuena, quien se especializó en EE.UU. y a su regreso estableció una línea de investigación para caracterizar la amplia gama de subproductos agrícolas regionales y comparar sus aportes energéticos y proteicos, de modo de poder utilizarlos como suplementos en función de la situación forrajera.

 

“En años con inviernos fríos y bajas precipitaciones, que son los más frecuentes, el pasto tiene pobre calidad, es muy fibroso y el contenido de proteína bruta es inferior al 7%”, describió Roselló, refiriéndose a la importancia de la suplementación proteica en esos casos. En tal sentido, la región cuenta con pellets de soja, algodón y girasol, entre otros, que permiten obtener buena respuesta en recría sin distribución diaria.

 

En cambio, cuando la oferta forrajera invernal es escasa, además de tener baja calidad, sea por sequía o porque no se ha podido reservar un potrero, se vuelve necesaria una suplementación energética-proteica. “Ahí se puede utilizar pellet de trigo, mezclar maíz o sorgo con algún concentrado proteico, o apelar a un balanceado comercial. Pero, como son alimentos de alta digestibilidad, si los animales comen de más, puede haber problemas de acidosis. Por eso, sí o sí hay que distribuirlos diariamente”, alertó.

 

Para completar la paleta de suplementos, la región dispone de la semilla de algodón. “Es el caballito de batalla del productor, un alimento energético proteico que tiene la ventaja del reparto infrecuente. La desventaja es su alta concentración de lípidos que, a pesar de ayudar a la autorregulación del consumo, en situaciones de escasez de pasto puede ir en detrimento de la digestibilidad de la fibra por el aumento de su participación en la dieta”, explicó Roselló.

 

El desarrollo del nuevo producto se enmarca en la necesidad de contar con un suplemento energético-proteico que cubra todos los escenarios posibles a la entrada del invierno, incluyendo cuando hay menor oferta forrajera, con la condición de que se pueda repartir de tanto en tanto.

 

Con esa visión, el equipo del INTA se vinculó con una empresa local que fabrica un alimento balanceado para recría bovina y sobre esa base empezaron a trabajar con reguladores de consumo, buscando que este se limite al 0,7 al 0,8% del peso vivo de los animales.

 

“Cuando se incluye un regulador de consumo, lo que se logra es una alta interacción entre el pasto y el balanceado. Si el pasto mejora su calidad, los animales empiezan a disminuir el consumo del suplemento y cuando la calidad baja, lo aumentan”, aclaró, especificando que la sal común no funciona para lograr consumos tan bajos porque se debería agregar una gran cantidad. “Entonces, fuimos probando distintos tipos de sales aniónicas mezcladas, en diferentes proporciones, hasta que logramos los niveles de consumos que buscábamos, en forma más regular, con variaciones diarias menores al 25%”, reveló, refiriéndose a la información que respalda la distribución infrecuente.

 

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