Tres puntanos que hacen su camino en Nueva Zelanda

Vivir en Nueva Zelanda implica desafiarse constantemente. Un país nuevo, otro idioma y una gran confluencia multicultural. Probar sabores, conocer rituales, lenguas, tradiciones y lugares es una búsqueda y un encuentro constante. El país es favorable para establecer rutinas de vida. La jornada laboral en la mayoría de los casos es de corrido y la noche cae a las 18 con la cena. Juan Cruz Vela, Germán Navarro y Hernán Vega Ortiz son tres puntanos que cuentan su experiencia en el país oceánico, una nación que destaca por su estabilidad económica y su tranquilidad.

El choque cultural permite aprender sobre los propios hábitos y tradiciones, y mostrarlos a los demás. Migrar nunca es fácil, tiene lo agradable y lo que no gusta tanto; tiene personas increíbles y otras que también se aprovechan. A veces la vida es más sencilla y en otros casos se complica. Lo que sí es seguro es que el sueño viajero no es para cualquiera y que afuera las raíces latinas se unen en una patria grande.

Juan Cruz vive en Auckland, la ciudad más poblada de Nueva Zelanda. Tiene muchos volcanes extintos que son lugares sagrados para los maoríes y dos grandes puertos. El joven llegó con una visa de estudio hace dos meses, así que es nuevo en la ciudad. “Elegí Nueva Zelanda porque es fácil obtener las visas de estudio; hay muchas posibilidades. Es un país que está en crecimiento y tiene estabilidad, se respira paz”, dijo.

Residía en Estados Unidos, y de allí llegó a Oceanía. Comenzó cuidando al perro de una familia hindú mientras ellos estaban de viaje. Finalmente, a su regreso, le ofrecieron quedarse y vivir allí. Durante las tardes asiste a clases de inglés y disfruta de su tiempo libre. “La gente es muy amable, te ayuda con lo que necesites”, comenta, aunque aclara que muchas veces hay cosas que se extrañan, como la familia y los asados con los amigos.

“Se vive con la tranquilidad de que si trabajás vivís bien. Si trabajás hasta cuarenta horas semanales se puede ahorrar para seguir viajando. Mi proyecto es tratar de extender la visa por un año más para quedarme por estos lados”, comentó.

Germán es un joven veterinario puntano de 27 años. Descubrió el país a través de redes sociales, porque la gente viajera publicaba muchas cosas respecto a las tierras maoríes. Llegó con una visa de turista y vive en Cambridge, una ciudad muy verde y campestre. “Nueva Zelanda tiene una gran cantidad de lugares para conocer y muy variados, sobre todo entre la isla sur y la isla norte, es bueno para ver diferentes paisajes. Mi inglés no es muy bueno y la gente está acostumbrada a recibir gente que no hable tan bien, entonces así puedo mejorar mi nivel para usarlo luego en mi carrera profesional”, remarcó.

Llegó hace tres meses y medio a la isla norte, con el sueño de poder aplicar a la visa de trabajo de Australia, pero para ello necesita mejorar su nivel de inglés. Desea conocer más el país, ahorrar y poder invertir en su futuro. La forma de ser de las personas es una de las mayores diferencias que encontró. “En Argentina somos muy abiertos y siempre queremos hacer sentir bien a una persona que llega, que es nueva. Eso se extraña mucho de allá. Hay personas muy buenas acá, pero son cerrados, a veces te ignoran”, afirmó.

Hernán tiene 33 años y nació en San Luis capital. Inició una vida de aventuras a los 25 años, primero en Latinoamérica, luego Europa, más tarde Asia y ahora Oceanía. Actualmente, vive en Wellington, la capital de Nueva Zelanda. La ciudad tiene mucha diversidad. Como él elige una vida cargada de actividades sociales, culturales y de arte, es un lugar ideal para sus preferencias. Antes de llegar a la ciudad vivió en el norte de la isla y trabajó en el cultivo del kiwi, la fruta nacional.

“Fue una excelente experiencia, ya que uno ahí se encuentra con la mayoría de los viajeros de temporada, con el intercambio de historias, de experiencias de vida y se aprende sobre el cultivo. Son cosas muy importantes para los viajeros”, comentó.

“Elegí Nueva Zelanda porque es parte de un programa de visas que nos permite a los argentinos acceder a trabajar y viajar durante un año en el país con todos los beneficios que tiene la legalidad; es el programa Working Holiday. Personalmente, tenía la necesidad de conocer Oceanía como parte del estilo de vida que tengo hace ya ocho años, que es viajar. Otra motivación es que el país tiene como lengua principal el inglés y eso me permite mejorar, avanzar y reforzar mis conocimientos”, afirmó Hernán.

Además, agregó que antes de llegar se informó y lo atrajo la estabilidad económica y la cultura ecológica de la nación. “Me pareció increíble ser parte de un sistema que cuida el planeta y que con un sueldo mínimo solventás tus necesidades. En mi caso me permite seguir estudiando, viajando y tener proyección sobre mi futuro”, dijo.

“El extrañar es una constante en este estilo de vida. Uno deja en el camino amigos o microfamilias, que se hacen en cada lugar. Soy una persona muy orgullosa de mis raíces, extraño el sentido de pertenencia, de comunidad que tengo en San Luis, mis caminatas por las sierras, los mates con tortitas, la familia, los amigos, las reuniones, las charlas con mi mamá. Lo mágico de lo improvisado y espontáneo que es un alimento para las emociones”, afirmó.

Las decisiones siempre son en pos de algo: aventura, crecimiento, aprendizajes, desafíos, búsqueda personal, económicas. En el caso de Hernán hay un porqué muy claro: “Mi sueño es lograr la estabilidad como viajero a través de un trabajo remoto desarrollando mi perfil como comunicador y diseñador UX (profesional que gestiona la experiencia de un producto digital). El motivo es poder crear un espacio en San Luis, en las sierras, que sea mi casa y que a su vez sea una casa para los viajeros, para tener reciprocidad de lo que recibí durante estos años. Retroalimentar y compartir con la sociedad de San Luis lo que es el mundo y que quienes lleguen conozcan la provincia”.

La vida siempre es un camino de ida, que se comparte y cada persona agrega una letra a la historia. Lo cierto es que no hay una forma de vivir, ni la fórmula de la felicidad. Es una búsqueda constante.

 Redacción / NTV