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Pelean contra la erosión hídrica con tecnología digital

Mediante un relevamiento de alta precisión realizado con un dron, los ingenieros agrónomos Gabriel Aguilera y Ramiro Goncalvez diseñaron las curvas de nivel en lotes agrícolas.

Por Roberto Vinuesa
| 24 de septiembre de 2023
Curvas de nivel. Una cárcava en plena expansión por el flujo de lluvias mal manejadas. Foto: Gentileza.

“Los bosques preceden las civilizaciones, los desiertos las siguen”, dijo René de Chateaubriand, un escritor y político francés, que fue citado por el especialista argentino Roberto Casas al advertir que en vastas regiones argentinas se observa con preocupación una reactivación de los procesos de erosión del suelo producto, principalmente, de los cambios producidos en el uso, simplificación o falta de rotaciones y el sobrepastoreo en regiones secas.

 

La cuenca La Cumbre-Granville tiene una distancia de 22 kilómetros, una altura máxima de 1.026 metros sobre el nivel del mar (msnm) y una mínima de 694 msnm, una diferencia de más de 300 metros que generan enormes cárcavas cuando el agua corre por lotes sin atenuar las pendientes.

 

Los ingenieros agrónomos Gabriel Aguilera y Ramiro Goncalvez determinaron con precisión el recorrido de las terrazas trazadas en un lote agrícola con grandes pendientes y con ello buscan evitar la erosión hídrica que año tras año agranda o genera nuevas cárcavas.

 

El trabajo se realizó en un campo ubicado en el corazón de la cuenca, donde las curvas de nivel se llevaron al terreno con una doble acción, tirada por un tractor autónomo al que se le cargó la información digital previamente elaborada con recorrido exacto que debía hacer en cada terraza.

 

El suelo es capaz de absorber 25 milímetros por hora. Ante una lluvia mayor, el sobrante producirá daños ya que el agua al moverse toma velocidad y erosiona.

"El campo donde hicimos el trabajo está en una posición intermedia de esa gran cuenca", indicó Aguilera a la revista El Campo, mientras explicó junto a Goncalvez la importancia de aplicar esta tecnología en toda la zona.

 

Hacia el este de la divisoria de aguas que nace en La Cumbre está la cuenca La Petra y está dividida de sur a norte por un lomo predominante denominado Alto Blanco, que nace en El Durazno Alto, pasa por Cuatro Esquinas y finaliza en La Cumbre, sobre la Autopista de las Serranías Puntanas. Del Alto Blanco, sus aguas vierten a dos grandes acuíferos, al oeste el rio Desaguadero y al este el río Quinto.

 

"El problema a resolver en el campo es la erosión hídrica, que es la degradación física, debido al cambio en el uso del suelo, sin tener en cuenta las cuencas hídricas presentes regionalmente", describió Aguilera.

 

En promedio, el suelo es capaz de absorber 25 milímetros por hora como máximo, ilustró: "Ante una lluvia de mayor magnitud, los restantes milímetros escurrirán y producirán daños, ya que el agua al moverse toma velocidad y erosiona, lo que se agrava si las pendientes son pronunciadas".

 

Para evitar que sigan agrandándose las cárcavas y la aparición de nuevas, la solución que se postuló fue un planteo de sistema de manejo del escurrimiento superficial, en función del estudio de las cuencas hídricas regionales, mediante diseño de terrazas, asociado a un plan de manejo de cultivos.

 

En 22 kilómetros. El desnivel de La Cumbre hasta Granville supera los 300 metros.

 

"Más del 80 por ciento de los campos sembrados en la zona presentan serios problemas por las cárcavas, donde se cultiva sin tener en cuenta las pendientes, sembrar soja sobre soja, entre otros manejos inadecuados", reveló el profesional.

 

La fragilidad de los suelos allí está dada porque son arenosos, sin estructura y con poca materia orgánica.

 

Primero hiceron un relevamiento "planialtimétrico" de alta precisión con el uso de un dron especializado, que cada dos centímetros equidistantes proporciona la posición de latitud y longitud y la altura de ese punto.

 

"En uno de los lotes tenemos un millón de puntos medidos, con lo cual la precisión que se logra para establecer pendientes es muy elevada", destacó.

 

Después se hace un procesamiento informático con los softwares específicos y comienzan a trabajar con información concreta para elaborar un modelo digital de elevaciones.

 

"Empezamos a modelar las pendientes dentro del lote y a raíz de ellas, hacemos el análisis de flujo de agua, la dirección y magnitud con una simulación", agregó Aguilera.

 

El siguiente paso fue el diseño de las curvas de nivel para hacer el sistema de contención y manejo del flujo de agua: "Una vez que tenemos eso armado, vamos al campo y materializamos las terrazas en función del objetivo que tenemos".

 

Para Goncalvez, el problema debe mirarse en un contexto más amplio: "Acá, en esta cuenca, hay una divisoria de aguas que termina en el mar; las cárcavas se originan pendiente abajo y se agrandan retrocediendo hacia arriba; el que termina sistematizando el terreno es el que tiene la cárcava porque no quiere que le coma el campo, mientras que el responsable de la cárcava está aguas arriba y no es quien sufre directamente el daño".

 

El profesional agregó que por esta razón, las "obras de arte" que tiene que hacer este campo para evitar las cárcavas  deben sobreestimarse por el vecino que no practica ningún tipo de manejo sobre las pendientes.

 

Recordó que en 1981 se sancionó la Ley Nacional 22428 de Fomento a la Preservación del Suelo, producto de un trabajo iniciado en 1979 por una comisión especial de la Secretaría de Planeamiento, dirigida por el ingeniero agrónomo Walter Kugler.

 

Goncalvez comparó la cuenca de Río Tercero en Córdoba, que tiene una superficie de 300 mil hectáreas, todas sistematizadas con terrazas bajo la dirección técnica de Luis Crusta con el Plan Trabajo para Córdoba.

 

"En San Luis se siembran 500 mil hectáreas; cuando la empresa Ser Beef llega  a la zona de Paso de las Carretas y quiere sistematizar una gran superficie que se encuentra dentro de la cuenca La Cumbre-Granville y donde hay 10 mil hectáreas con terrazas bajo riego, llamaron en 1998 a Crusta", recordó.

 

Desniveles. La imagen elaborada por un dron de alta precisión muestra en blancos y grises la orientación de las pendientes.

 

Añadió que el experimentado profesional estudió la cuenca completa y aconsejó trabajarla completa para que la solución sea integral.

 

El propietario italiano de Ser Beef convocó entonces a los dueños de las 30 mil hectáreas vecinas de la cuenca y les ofreció pagar los costos a cada uno para marcar las terrazas y evitar que el agua escurra y continúe su avance destructivo sobre valiosos lotes agrícolas.

 

Pasaron 25 años de esa propuesta sin que se hayan realizado trabajos masivos con curvas de nivel en esa zona.

 

La información georreferenciada del lote se cargó en el tractor que tiene piloto automático, que trabajó con exactitud (Gabriel Aguilera-ingeniero agrónomo y asesor privado)

Aguilera explicó que en el actual trabajo que realizan, a partir del modelo que muestra el lote con blancos y grises, se tiran las curvas de nivel a medio metro de distancia en altura y 3 de ancho: son puntos del mismo valor de altura unidos en líneas y que muestran el trabajo que hace el agua dentro del terreno.

 

El trabajo en el terreno se realizó con la herramienta disponible en el campo, como un tractor de 390 HP, una desencontrada acción con discos labradores y dentados y rolos detrás.

 

"Se le cargó la información georreferenciada al tractor que tiene piloto automático y salió, siguiendo como si fuera una guía de siembra, la curva de nivel", describió.

 

Tecnología de precisión. Con información de pendientes tomadas por un dron, se diseñan las curvas de nivel con las que se construirán las terrazas en el lote agrícola.

 

La legislación vigente

 

En el país está vigente la Ley 22.428 sobre conservación y recuperación de la capacidad productiva de los suelos, la cual fue sancionada en 1981 y aplicada en los primeros años de la democracia.

 

Es una ley de fomento que aplicó claves de conservación de suelo pero, actualmente está desfinanciada por lo cual no se aplica.

 

En 2007 reglamentaron en San Luis la ley aprobada en 2004 para conservar los suelos, con la que esperaban evitar la erosión en 700 mil hectáreas de cuencas productivas.

 

San Luis reglamentó la Ley 315, de Protección y Conservación de Suelos, que había sido aprobada en 2004, y que disponía una serie de acciones para revertir los problemas provocados por el fenómeno erosivo que afecta a las principales regiones productivas de la provincia.

 

El tema de desgaste de suelos, que en ese entonces implicaba unas 700.000 hectáreas provinciales, había sido planteado ese año ante la Legislatura provincial, por productores del Departamento Pedernera, inquietados por los problemas que estaba generando la erosión hídrica y eólica en los cultivos.

 

"El trabajo de reglamentación de la ley comenzó cuando se conocieron los dramáticos casos de erosión eólica registrados en la zona de Vizcacheras -apuntó Pablo Mestre, entonces jefe del Subprograma de Producción Forestal-, donde las cosechas de maní transformaron en médanos a varios miles de hectáreas".

 

De esta manera, con la aplicación de la ley (decreto 2615/07), el Ministerio del Campo buscó habilitar consorcios de conservación de suelos los que, por cada distrito, se encargarían de brindar asesoramiento técnico a productores en cuanto a manejo y buenas prácticas agrícolas.

 

Por otra parte, la Facultad de Ingeniería y Ciencias Económico Sociales de la Universidad de San Luis (Fices), junto al Colegio de Ingenieros Agrónomos (Ciapa) pusieron en marcha un plan de asistencia y vigilancia dirigido, específicamente, a mejorar las cuencas productivas de La Petra y El Morro.

 

"Habrá un profesional de la Ciapa en cada una de las cuencas, encargado de difundir buenas prácticas de conservación de suelos", explicó Mestre al respecto.

 

"Si se hace un recorrido por las distintas cuencas de San Luis, se encuentran muchísimas hectáreas que son las más caras y productivas de la provincia, pero que no se aprovechan por los procesos erosivos", apuntó el funcionario.

 

 

Avance de la erosión

 

En el último cuarto de siglo, los procesos de erosión hídrica y eólica avanzaron hasta ocupar un 36% del territorio nacional, lo que representan 100 millones de hectáreas, distribuidas en áreas agrícolas de la región húmeda y subhúmeda y, también, en la zona semiárida y árida con bosques nativos y pastizales. El dato surge del manual de buenas prácticas de manejo y conservación del suelo y del agua en áreas de secano, presentado recientemente por el INTA y el Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (Prosa) de la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Fecic).

 

El dato cobra mayor relevancia si se lo pone en contexto: solo un 11% de la superficie del planeta corresponde a suelos con potencial agrícola. Estimaciones de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés) plantean que, en los próximos 20 años, más del 80% de la expansión de la superficie cultivada se producirá en América Latina y África subsahariana.

 

“En los próximos años, uno de los desafíos más significativos que afrontará la humanidad es el deterioro de los recursos naturales y, principalmente, el de los suelos cultivados”, vaticinó Roberto Casas, especialista en manejo de los suelos y uno de los editores del libro.

 

“Estamos perdiendo no solo aquellos suelos que son la base de la producción agropecuaria del país, sino que descuidamos los servicios ecosistémicos que nos prestan”, alertó Casas, para quien es importante entender que se trata de un recurso que puede tardar hasta mil años en recuperarse. La transición de un sistema de agricultura con labranza convencional a uno con siembra directa permitió la mejora considerable de los rendimientos y, además, de los niveles de materia orgánica del suelo.

 

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