Sin ayuda oficial y con mayor demanda, los centros solidarios buscan subsistir

Son los que siempre están al servicio de los más desprotegidos, brindando una mano solidaria para quienes más lo necesitan. Pero esta vez, ellos también enfrentan un escenario adverso. En Villa Mercedes, muchos comedores intentan subsistir en medio de una crisis que ha encarecido la materia prima con la que dan de comer a cientos de familias y, en muchos casos, ante la falta de ayuda del Gobierno de San Luis.

En la localidad, la actividad de los centros comunitarios suele ser muy fuerte en los barrios, con instituciones que llevan muchos años, incluso décadas, organizando almuerzos, entrega de viandas, meriendas, múltiples colectas y campañas de ropa, abrigos, frazadas, útiles escolares y eventos durante fechas especiales.

Sin embargo, la demanda y la asistencia de niños, niñas y familias incrementa cada vez que la inflación o la falta de trabajo castiga a los hogares, lo que también dificulta la asistencia.

“Se ha notado mucho la necesidad de las personas entre el fin de año pasado y este comienzo de 2024. Fue muy triste ver gente que el 1° de enero venía a pedir porque no tenía un plato de comida. Nunca nos había pasado algo así”, contó Natalia Juárez, la referente del merendero Carita de Ángel, que funciona en el barrio Eva Perón.

Allí, un grupo de mujeres brinda alimento y contención para unos ochenta grupos familiares, aunque Juárez contó que en los últimos meses el número de visitantes se incrementó considerablemente.

“Se hace muy difícil sostenerlo. La gente no quiere donar tanto como antes, porque cuida lo poco que tiene. Hemos comprado las verduras y todo ha salido de nuestro bolsillo. Nunca nos ha costado tanto conseguir las cosas, pero, mientras se pueda, vamos a tratar de seguir ayudando”, remarcó.

Otro caso es el del comedor Gokú, que está en el barrio Independencia desde hace veintiséis años y es uno de los más antiguos de la ciudad. “No recibo ninguna ayuda del Gobierno ni de nadie. Por eso, por ahora no estoy dando la comida, porque por fin de semana tendría que disponer de unos cien mil pesos para poder pagar para atender a unos cincuenta chicos, como mínimo, que vienen”, reconoció Juanita Funes, la fundadora del espacio.

Aun así, la mujer trabaja en un taller industrial de costura y con lo que gana ahí, compra mercadería para armar bolsones y repartirlos entre los vecinos más carenciados. “Estoy en contacto con todos; cuando tengo alguna leche para algún jubilado o pensionado, se la doy. O cuando sé que es el cumpleaños de alguno, le mando algún dinerito. Ayudamos siempre en todo lo que podemos”, dijo.

La falta de asistencia del Estado provincial desde el cambio de gestión ha generado grandes problemas en varios lugares. Mis Peques, del barrio San José, por ejemplo, comenzó a pedir colaboración de la comunidad para sostener las actividades que realizan para unas 240 personas, entre las que no solo están el almuerzo y la merienda, sino también talleres, clases de apoyo escolar y un ropero comunitario.

Otros directamente tuvieron que cerrar sus puertas. Eso fue lo que le pasó al “Alberto René”, del San Antonio, que dejó de preparar las viandas para unos 600 vecinos por la quita del apoyo oficial. "No tengo de dónde conseguir tantas donaciones y lamentablemente no puedo continuar", reconoció la coordinadora Amanda García.

Redacción