Mi marciano favorito
A más de dos años de la muerte de Marciano Cantero, su hijo Javier se puso al frente de la edición de un disco que el enano verde había grabado en plena crisis del 2001.
Mientras la economía nacional acrecentaba las llamas que terminaron por incendiar al país en diciembre del 2001, Marciano Cantero estaba encerrado en un departamento de Buenos Aires, un monoambiente caluroso y claustrofóbico que no mejoraba las condiciones anímicas del músico. El ex líder de “Los enanitos verdes”, el grupo con el que desde Mendoza logró alcance continental-, tenía una serie de problemas que resolver.
En medio del agobio del verano en Buenos Aires, Cantero sufría por la crisis económica y el bullicio social, por el cambio de milenio, por el avance de lo digital, por la insatisfacción con su propia carrera y por la separación de su esposa de toda la vida. Para matizar se puso a grabar un disco.
Contrariamente a lo que se podía esperar (un disco oscuro, cargado de tensiones y frases pesadas), lo que le salió a Marciano fue una serie de canciones iluminadas, rítmicas, optimistas, “llenas de alegría, humor y sinceridad”, según describe Javier Cantero, hijo del músico fallecido en septiembre de 2022, y responsable de la edición.
“El disco es una celebración de su genialidad para canalizar las situaciones que lo aquejaban por entonces”, completó el joven que tiene una relación muy especial con San Luis, donde llega todos los años para pasar parte del verano en Villa Mercedes.
“¡Amo la provincia! Tiene una vibra muy especial San Luis, la paz que se respira, tiene algo único indescriptible que me hace volver”, señaló el joven, quien recordó que en un viaje que hizo con su padre quedaron impactados por una situación especial. “Nos alucinó que todo estuviera tan prolijo y colorido. Nos llamó mucho la atención que los postes de luz estén pintados de colores”.
El espíritu libre y alegre de las canciones del nuevo disco es atribuido, en parte, por Javier a la libertad que se atribuyó su papá con el sonido inspirado en Beatles, Radiohead, Jellyfish, que tuvo en ocasiones tintes electrónicos. “Era como si estuviera jugando, explorando con estas canciones, por más de que él estaba atravesando un momento difícil en su vida personal pudo convertir toda esa adversidad en estas canciones tan llenas de luz, esperanza e ironía. Por eso amo este disco”.
De las 12 canciones que tiene el álbum, si tiene que elegir alguna, Javier se queda con “El hombre sapo” y “Su majestad, el rey”, justamente dos de las más rítmicas. “Son las que más cantábamos cuando era chico, por eso tengo un amor especial por ellas”.
Marciano Cantero nació el 25 de agosto de 1960 como Horacio Eduardo Cantero Hernández y se ganó el apodo por parte de un amigo que lo encontró parecido al personaje de “Mi marciano favorito”, la serie estadounidense estrenada en 1963. Tuvo una vida atravesada por la música, por Los Beatles, por el aeromodelismo y por su relación con México, donde estuvo radicado algunos años.
Su muerte, producida en Mendoza, fue una sorpresa para sus seguidores, que no sabían del endeble estado de salud que había atrapado al compositor en los últimos años. Su situación renal era muy compleja, lo que lo llevó a internarse a finales de agosto en un sanatorio de la provincia vecina por el mal funcionamiento del único riñón que le quedaba. No salió de allí.
Si los artistas se recuerdan por su obra, Cantero dejó 16 discos con su banda y dos como solista, a los que se suma ahora “Marciano 2001”, anunciado el mismo día en que cumpliría 64 años y editado hace un par de semanas.
El disco comienza con “Para mal, para bien”, tema optimista con aire beatle que compuso junto a Coti Sorokin, quien compartió creación en tres composiciones. Coti es uno de los tantos artistas argentinos con los que el mendocino compartió gustos y habilidades.
El tema fue el primer adelanto del disco, con la carga emocional que eso significaba. “Hace 20 años, hubiera sido un hit, sin duda”, aseguró Javier, quien ponderó el emotivo video en que se representa la relación padre hijo que tuvieron en aquel monoambiente donde se compuso el disco.
El disco estuvo 20 años sin ver la luz. Fue grabado cuando Marciano vivía con su hijo, que por entonces tenía 9 años, mientras le hacía sopa de arroz y jugaban al Nintendo. “Unos meses después de que partió mi papá, me puse a escucharlo y me sentí tan motivado, tan acompañado por estas canciones que fue como una pasión que se despertó. Ahí me dí cuenta de que quería ponerme a trabajar en ellas”.
Javier cree que su padre no sacó el disco antes porque estaba muy comprometido con “Los enanitos…” y el álbum había sido un proyecto que iba por otro carril. Y entre la elección, se quedó con su grupo de toda la vida, algo que Javier también hubiera hecho, ya que considera que el grupo que cantó “La muralla verde”, “Por el resto”, “Eterna soledad”, “Mi primer día sin ti” y otros exitazos “merece un lugar en el panteón del rock”.
La importancia del grupo de Cantero para el rock nacional es trascendental, pero es más fuerte todavía en Mendoza. Grupos surgidos de esa provincia como “Karamelo santo”, “Usted señalemelo”, “Mi amigo invencible”, “Pasado verde”, “Gauchito club”, “Alejo y Valentín”, Simón Poxyran y Lucca Bocchi, entre otros, reconocen la influencia de la música enana. Eso es algo que llena de orgullo a Javier.
“Con el pasar de los años me voy dando cuenta cada vez más de lo increíble que era como compositor, como cantante”, agregó y sostuvo que quienes escuchen “Marciano 2001” se encontrarán además con un excelente multiinstrumentista.
Javier vivió siempre en Buenos Aires y hace dos años que está trabajando en la edición del disco de su padre porque además de sacarlo, remasterizarlo, elegir la portada y llevar la tarea de difusión, su intención es tocarlo en vivo, con su banda. “Mi papá -sostuvo- siempre me estimuló para que sea músico y haga mis canciones”.
En la última canción del disco, “No estuvo tan mal”, Marciano canta un verso que estremece por lo que pasó veinte años después, con su muerte. “Quiero vivir la vida”, dice el mendocino en una poesía que sirve como despedida del álbum pero también de una relación amorosa. A su hijo esa letra en particular lo conmueve mucho porque representa lo que siente en este momento de tristeza tan profunda y, a la vez, felicidad por el recuerdo de todo lo compartido con su padre. En particular, el joven se siente estimulado por el último verso de la canción, que dice “ya no somos niños y ahora lo que duele es crecer”.
Lo que la memoria de Javier dibujó de su padre es el de un gran compañero de la vida, con quien compartía gustos y hobbies, por más que en un momento de la relación, Marciano estaba en Mendoza y él en Buenos Aires hablaban todos los días. “Lo extraño mucho”, concluyó.


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