13°SAN LUIS - Domingo 28 de Abril de 2024

13°SAN LUIS - Domingo 28 de Abril de 2024

EN VIVO

La fragilidad del periodismo

Mientras presenta su nuevo libro, el periodista Sergio Olguín reflexiona sobre el oficio, la crisis salarial, la pérdida de progresismo y el éxito de las fake news.

Por Astrid Moreno
| 11 de marzo de 2024
Foto: gentileza.

Con sus dos "yo" bien delimitados, el escritor y periodista Sergio Olguín logra analizar la realidad con la agudeza de un aceitado en la redacción y la teatralidad de la lírica narrativa.

 

En paralelo a la presentación de su nuevo desafío literario, "Los últimos días de Julio Verne", una pieza de época y que habla de una cultura extranjera, el periodista se da tiempo para analizar la realidad y a la sociedad en sus columnas en Página 12.

 

En una charla con Cooltura Sergio recuerda con cariño sus primeras experiencias en las redacciones; reflexiona sobre los cambios en la industria periodística, especialmente en cuanto a la evolución del lenguaje y las dificultades que enfrentan las nuevas generaciones; y, sobre su faceta literaria, revela cómo elementos autobiográficos se entrelazan de manera sutil en sus historias, para añadir profundidad y autenticidad a sus personajes.

 

Además, el escritor tranquiliza a los fans asegurando la continuidad de la saga protagonizada por Verónica Rosenthal, un personaje con el que se identifica en muchos aspectos, especialmente en su mirada hacia el periodismo y la sociedad.

 

 

―Comenzaste a los 17 años en el periodismo, antes las escuelas eran las propias redacciones…

 

―Tuve la suerte de conocer unas personas que iban conmigo a un taller literario de Gloria Pampillo y ella me insistió para que estudie letras y no periodismo, pero como yo quería trabajar en periodismo, una de esas personas me contactó con un periodista y pude formarme dentro de las propias redacciones. Pronto empecé a colaborar en otros medios. Era bastante común ese tipo de ingresos al mundo del periodismo, después se fue volviendo cada vez más difícil. Antes las fuentes principales que teníamos de formación como periodistas eran las gráficas. Y hoy está más vinculado con el periodismo que se genera a partir de los medios audiovisuales, la televisión, la radio, los podcasts, YouTube, etcétera. Ahora es más difícil encontrar vocación periodística por la escritura.

 

 

―En relación a la escritura, Beatriz Sarlo sostiene que se empobreció la sintaxis. ¿Le sucede eso a las nuevas generaciones?

 

―En el periodismo lo que más se ha empobrecido es el periodista con los sueldos que pagan las empresas. Esa es mi mayor preocupación. El empobrecimiento de la sintaxis es un comentario bastante común en las personas mayores con respecto a las generaciones siguientes. Todos creemos que las generaciones que vienen después de uno son menos inteligentes, cultas, preparadas; pero en realidad manejan un lenguaje o una sintaxis distinta a la nuestra. No creo que sea una preocupación. Me parece que parte de las empresas periodísticas tienen un desinterés por el periodismo más elaborado de investigación que, antiguamente, en un medio gráfico convivía con las notas vendedoras. Esas dos cosas se vendían en un mismo producto que era una revista y la nota más ruidosa traccionaba a la otra. Hoy se mide el éxito o el fracaso de la nota de manera individual. Lo que hace que si vos publicás una fake news, pero que tiene un buen título y es llamativa, al editor le va a parecer más interesante que una investigación seria.

 

 

―“Familia Cristiana” fue tu escuela. ¿Cómo es tu vínculo con la religión?

 

―Llegué a “Familia…” por medio de un periodista que era amigo de una amiga y me acuerdo que las preguntas que me hizo cuando nos encontramos en un bar para conocernos fue: “¿Vos tenés algún problema con la religión?”. Yo venía de una etapa de leer muchas cosas así anticatólicas y antirreligiosas, y me definía como un ateo, pero para disminuir el efecto del ateísmo dije que no tenía ningún problema con la religión, aunque sí tenía un enojo bastante grande, que lo mantenía oculto, con la institución eclesiástica. La revista estaba dirigida y manejada por monjas muy a la expectativa de hacer buen periodismo y en ningún momento esas hermanas paulinas me preguntaron si yo era católico o ateo. No les interesó nunca mi grupo religioso, estuvo muy bueno porque mantuve mi ateísmo sin ningún problema y, de hecho, casi toda la redacción era excesivamente atea. Sí me sirvió para comprender muchas cosas de la religiosidad popular y para tenerle un poco más de respeto a las personas que realmente creen. A partir de ahí fui un ateo muy vecino de la religión y que duda de su propio ateísmo.

 

 

―Tus escritos tienen algo autobiográfico, ¿es una forma de enmascarar y exteriorizar cosas que te pasan a través de un personaje?

 

―Es un elemento que no necesariamente, o al menos en mi literatura, se ve de manera literal. Si agarrás mi primera novela que transcurre en Lanús, y mi infancia fue en Lanús y en la misma época, ahí vas a encontrar un contenido más claramente autobiográfico; pero, en general, es de manera mucho más sutil y difícil de desentrañar desde el lector. Es muy difícil de desarmar eso desde afuera porque a veces tiene que ver con hechos, pero otras con obsesiones, miedos, enojos, venganzas, con chistes que uno hace en su propia obra, que tiene que ver con mi vida y que no necesariamente el lector lo entiende.

 

 

―¿Te encontrás con cosas tuyas en tus escritos sin quererlo?

 

―Sí, me costaría definirlo. Es cierto que, por ejemplo, Verónica es un personaje con el que me identifico con muchas cosas, sobre todo con su mirada por el periodismo. Compartimos la misma forma de entender el oficio. Eso me acerca a ella porque me permite desarrollar muchas ideas. Igual, no necesariamente cosas de los personajes me pasaron a mí, puede ser que tenga características de alguien que quiero, de un familiar o amigo y hasta que no lo termino, no me doy cuenta. Me pasó también con la propia Verónica que es una suma de periodistas mujeres con las que trabajé en los años previos a escribir “La fragilidad de los cuerpos”. Les robé frases, situaciones e historias y probablemente lo siga haciendo en los próximos libros.

 

 

―¿Por qué decidiste no escribir el guión de “La fragilidad…”?

 

―Una de las razones era que recién estaba empezando a escribir guiones y no me sentía todavía tan seguro. Además, tenía miedo de que mis ideas preconcebidas sobre la novela le quitaran potencialidad al guión. Que en vez de jugar a favor, jugara en contra porque conocía más el oficio de escritor que el de guionista, y estábamos trabajando con unos buenos guionistas, que me permitían opinar y dar mi mirada, lo que más me interesaba era que la serie pudiera mantener el espíritu del personaje, porque cuando uno hace un guión a partir de una novela, lo primero que tiene que hacer es desarmar ese escrito, no podés mantenerla tal como la encontraste en el libro porque si no, no vas a poder escribir un buen libreto. Y, al final, fue lo correcto porque resultó en un trabajo muy bueno.

 

 

―En las novelas están los cambios en las formas de hacer periodismo. Verónica, en sintonía con tu postura pública a favor del aborto, ¿qué opinaría del periodismo de género?

 

―Verónica es una persona, o un personaje mejor dicho, que evidentemente tiene una mirada muy progresista con respecto a esas cuestiones, porque justamente ella es una periodista de estos tiempos entonces me parece que es muy difícil para uno, sea varón o mujer, no darse cuenta de cuáles son los verdaderos problemas que sacuden a la sociedad y dónde están los cambios que hay que producir. Lo que pasa es que sus historias transcurren varios años atrás y suponemos que la última novela fue hace cinco años en un momento donde todo esto se daba como por hecho en la sociedad argentina y era muy difícil imaginar el retroceso en el que estamos ahora. Hoy me parece que estamos en una situación más complicada y que aquello que dábamos por ganado hay que volver a consolidarlo y a explicarlo para que no se pierdan los avances que tuvimos en los últimos 20 años.

 

 

―Una vez dijiste que disfrutás más del intercambio con los periodistas que con los escritores…

 

―Parece que en general los escritores siempre estamos atados a nuestra obra, tenemos como una especie de narcisismo mucho más a flor de piel con respecto a interesarnos por lo que escribimos y estar muy atentos a lo que se dice o no de nuestra obra. En cambio, los periodistas somos un poco más desprendidos con respecto a lo que hacemos. El periodista sabe que lo que está escribiendo es parte de su trabajo, que a veces lo puede hacer muy bien, y espera una devolución positiva de eso, pero no le parece fundamental que alguien le comente que leyó su artículo. No va a juzgar al otro por eso. Los escritores tienden a juzgar bastante a los demás a partir de si lo han leído o no. En ese sentido me interesa mucho más el debate de cómo hacer buen periodismo.

 

 

―La música que escuchan los personajes está muy presente y hacés listas en Spotify para cada libro, ¿recomendás que las escuchen mientras leen tus libros?

 

―Empecé a hacer las playlists de mis novelas cuando no existían las playlist. Con “Lanús” armé una banda de sonido, copiaba los temas, hacía los discos en la computadora y los regalaba a mis amigos más cercanos. Lo hice en "Lanús" porque para mí era importante en ese momento, ya que la resolución estaba encaminada por un sueño hacia el final que tiene el protagonista, y que era una canción de Morcheeba. Muchos capítulos tenían también referencias a canciones. Luego, se convirtió en algo habitual en mis libros. Soy una persona muy ecléctica, no tengo un gusto musical muy formado, entonces escucho cosas de muchos universos musicales. Me gusta armar listas de canciones, me divierto mucho, lo voy haciendo mientras escribo y las escucho, obviamente son mucho más extensas. Muchas veces influyen las canciones en los títulos de los capítulos o, al contrario, encuentro una canción que me gusta y fuerzo la historia para que esa canción tenga algo que ver con lo que estoy contando. En el futuro, la gente va a decir que escribía muy malas novelas, pero hacía muy buenas playlists.

 

 

―En una de tus últimas columnas escribiste: “Tendríamos un arte rico en reconocimiento, pero en un país de pobres. De hecho, la cultura ya está rota...”

 

―A veces nos ponemos a discutir en detalle cosas como la militancia de los escritores por la ley del libro, la pérdida del Fondo Nacional de las Artes, por cosas que estaban proyectadas en la ley ómnibus. Cuando, en realidad, la cultura se destroza en el momento en que la gente no tiene para comer, no tiene trabajo o no puede acceder a la cultura, al arte, la literatura. Ponernos a discutir esos detalles sobre la existencia del fondo me parecía absolutamente inútil en un contexto donde la cultura había sido arrasada con sueldos que no han tenido aumento desde el año pasado en el contexto de una inflación galopante y con la imposibilidad de acceder a las cosas más básicas como comer. Lo que destroza la cultura es eso; si uno quiere recuperar la cultura lo primero que tiene que hacer es recuperar las condiciones laborales.

 

 

―Sobre Verónica y la promesa original de hacer la saga con diez novelas, ¿sigue en pie?

 

―Sí, voy a hacer la quinta novela próximamente. Ahora paré un poco por el lanzamiento de mi nueva novela “Los Últimos Días de Julio Verne", que es absolutamente distinta a todo lo que escribí hasta ahora, porque siempre estuvo vinculado a Argentina. En cambio, esta es una obra que transcurre a comienzos del siglo XX, no hay personajes argentinos ni ningún contacto con la cultura argentina; sino que transcurre en Francia. Es algo muy distinto a lo que era Verónica Rosenthal, pero sigue en pie continuar la saga. Tengo bastante pensado para dónde va a ir la nueva novela y es continuar con la historia que quedó un poco abierta de la relación entre el padre y ella.

 

 

―¿Cómo fue el desafío de escribir de época y de otra cultura en “Los Últimos Días de Julio Verne"?

 

―Fue difícil, hace más de 20 años que quería escribir este libro y no me animaba porque justamente no soy un escritor que se sienta cómodo con escribir sobre la cultura de otro país. Tenía miedo de meterme en algo que, en algún momento, no pudiera terminar y que la historia se quedara sin contexto. Por suerte no ocurrió y fue un placer porque fue la excusa perfecta para leer mucha literatura francesa y también libros de no ficción que hablaban de esa época. Ahora vamos a ver qué opinan los lectores. Yo me divertí mucho escribiéndola y fue como darme un regalo.

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo